El otro día volví a ver ‘Marathon Man’, de John Schlesinger. Un thriller protagonizado por Dustin Hoffman que había visto hace años. Leyendo la ficha de la película se destacaba la escena en la que Hoffman era torturado en la silla del dentista por un diabólico Laurence Olivier, torno en mano. Y se destacaba porque es una de esas escenas que se recuerdan mucho después de haber acabado la película y que acaba convirtiéndose en la primera que nos viene a la cabeza cuando se menciona el título.

Muchas veces una película queda marcada irremediablemente por una escena, tal es su fuerza, dramatismo o impacto. Hace muchos años vi de niña, durante una proyección infantil, el tráiler de ‘El resplandor’. Yo entonces no me quedé con el título de la película, pero sí con una imagen: la de la sangre saliendo a chorros por las rendijas de las puertas de un ascensor e inundándolo todo. Años después, cuando tuve edad para ver el filme de Kubrick, reconocí aquella imagen terrorífica que se había quedado en mi retina infantil y pude por fin poner título a la película cuya escena me había impactado.

Suele pasar a menudo. Los títulos bailan en la cabeza, incluso se olvidan; pero hay escenas que se resisten a abandonarnos.

¿Quién es capaz de olvidar la cabeza de caballo escondida en la cama ensangrentada de un director de cine en ‘El padrino’? ¿O el vientre de John Hurt que revienta en ‘Alien, el octavo pasajero’? ¿O el emocionante tiroteo en las escaleras, con sillita de bebé incluida, de ‘Los intocables de Elliot Ness’? O…

Y a vosotros, ¿Cuáles son las escenas cinematográficas que más os han impactado?