Hay actores a los que se les conoce en la cima de su carrera cinematográfica y luego se les sigue la pista hasta que prácticamente se jubilan en alguna serie de televisión y hay actores con los que se recorre el camino inverso: primero se los conoce en la televisión y luego se descubre la maravillosa carrera cinematográfica que tenían a sus espaldas. Con Karl Malden me ocurrió esto último.

La primera vez que lo vi, siendo una niña, fue junto a Michael Douglas en la serie ‘Las calles de San Francisco’. Quizá no llegara entonces a ver ningún capítulo entero, pero sí me quedé fascinada por aquel rostro que tanto me recordaba a Miliki, el payaso de la tele. No es difícil adivinar por qué: ambos tenían un par de narices dignas de ser subrayadas.

Y así, por un detalle fisonómico superlativo, memoricé el nombre de un actor que resultó ser un excelente intérprete.

Pasaron varios años antes de que pudiera descubrir a Malden en ‘La ley del silencio’, ‘Un tranvía llamado deseo’ o ‘El hombre de Alcatraz’, y muchos más para que supiera de su labor como presidente de la Academia de Hollywood.

Aún recuerdo la emoción sincera con la que defendió la entrega del que probablemente haya sido el Oscar honorífico más polémico y discutido de la historia, el que se le dio a Elia Kazan en 1999.

Malden ha muerto, no era joven, tenía 97 años de edad; pero con él se va uno más de ese increíble grupo de intérpretes que forjaron la edad de oro del cine.