Con tantos efectos digitales y programas ultramodernos a veces olvidamos que las secuencias de cine más arriesgadas aún siguen siendo ejecutadas por seres humanos. Son lo especialistas cinematográficos, esa mezcla de aventureros, actores, acróbatas que se juegan el tipo para hacer creíble una escena de acción.
Estos días la atención pública británica ha conocido el nombre de Conway Wickliffe,
un especialista neozelandés de 41 años, padre de dos hijos, que falleció durante la grabación de una peligrosa secuencia de ‘El caballero oscuro’. Un jurado ha dictaminado que su muerte se trató de un accidente.
Wickliffe rodaba una compleja escena de velocidad con el Batmóvil, con profusión de efectos de fuego y zambombazos, cuando el automóvil perdió el control en una curva y chocó contra un árbol.
Durante la vista su pareja se ha mostrado muy crítica con los grandes estudios y los directores cinematográficos, a los que acusa de ejercer mucha presión sobre los profesionales para buscar el más difícil todavía, sin apenas tiempo para grandes preparativos y ensayos.

Wickliffe era un experto en su oficio y también había trabajado en el penúltimo James Bond, ‘Casino Royale’. Precisamente el rodaje de la entrega que está a punto de estrenarse, ‘Quatum of Solace’, fue más que accidentado, tuvo que ser paralizado varias veces por distintas catástrofes, y dejó a varios especialistas malheridos. Al margen de alimentar la leyenda de mal fario que acompaña a ‘El caballero oscuro’ (este accidente, el de coche de Morgan Freeman, la muerte de Heathe Ledger, la detención de Christian Bale), la muerte de este especialista nos recuerda la valiosa y peligrosa labor de estos trabajadores anónimos que ayudan a que el cine sea un espectáculo único, emocionante y complejo.