Hay quien siente una antipatía irremediable por él, no le ve maldita la gracia y lo considera soso e inexpresivo. Yo no soy una de ellas. Me gusta Hugh Grant, incluso en las películas (prácticamente todas) en las que parece interpretarse a sí mismo me conmueve y despierta en mí cierto sentimiento maternal. Tiene Grant un algo gracioso, pero desvalido, que logra hacer olvidar las muchas películas mediocres que ha interpretado. Hoy ese niño grande cumple medio siglo, justo un día antes que otro de los grandes galanes británicos, Colin Firth, haga lo propio. Cosas de las alineaciones estelares o de las meras coincidencias.
Si me pongo a pensar en la primera película suya que me llamó la atención me viene a la cabeza ‘Maurice‘, aunque ésta es una de las pocas películas suyas en las que no está contratado para hacer reír. Después vendría la también ‘seria’ ‘Remando al viento‘ y un poco más tarde la ristra de comedias románticas más o menos afortunadas que lo convirtieron en estrella: ‘Cuatro bodas y un funeral’, ‘Love Actually‘ ‘Notting Hill‘, ‘Un niño grande‘, ‘El diario de Bridget Jones‘, ‘Tú la letra, yo la música‘, ‘Nueve meses‘, ‘Amor con preaviso‘… un poco de todo: películas buenas, malas y horrendas como ‘¿Qué fue de los Morgan?‘ o ‘Mickey ojos azules‘… Entre medias se colaba algún título en el que Grant se esforzaba por cambiar de registro como ‘Lo que queda del día‘, ‘Lunas de hiel‘ o ‘Sentido y sensibilidad‘, títulos sobresalientes dentro de una filmografía eminentemente romántica.
Dejo al margen intencionadamente los escabrosos titulares a los que dio lugar en 1995 y su bien merecida fama de gruñón comeperiodistas. Me quedo con sus interpretaciones no aptas para todos los gustos y sus ingeniosas y rápidas salidas a cualquier tipo de pregunta.
Felicidades Grant. Mañana felicitaremos a Firth.