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-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

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Angelina Jolie, Sarah Jessica Parker y las razones de su éxito… económico

Se parecen como un huevo a una gallina. No sé a quién le oí decir esta frase por primera vez, pero ayer, cuando leía la noticia de las actrices mejor pagadas de Hollywood, la frase atravesó mi cabeza como una exhalación. Angelina Jolie y Sarah Jessica Parker, las mejor pagadas del cine, tienen tan poco en común que cuesta imaginarlas en la misma lista. Y no lo digo porque una sea considerada la mujer más sexy del cine y la otra sea solamente un ejemplo del mucho partido que te puede sacar un buen estilista (dicho con toda la envidia del mundo); ni porque una represente la faceta más comprometida y solidaria del estrellato y la otra la parte más comercial (la Parker se forra con los anuncios), sino porque ni siquiera las películas que protagonizan se parecen ligeramente. ¿Son estrellas? Parece que sí. ¿Arrastran a la gente al cine? Imagino que dependerá de ellas y de algo más, pero si les pagan ese dinero debe de ser porque alguien cree que lo valen.

¿Y son buenas actrices? Pues depende de cómo se tercie, creo yo.

Angelina está bastante bien casi siempre (aunque hay películas como The Tourist que podía habernos ahorrado) y Sarah es muy buena haciendo de Carrie Bradshaw, una periodista petarda que nos la ha pegado con queso durante años en la tele y que, gracias a su apasionada legión de fans, se ha permitido el lujo de pasearse por la gran pantalla. Nos lo tenemos merecido.

Y que por qué salgo yo ahora con todo esto, pues porque miro y remiro esa famosa lista, intentando encontrar un lazo de unión entre todas las afortunadas, algo que explique el motivo de su éxito descomunal, la justificación de sus sueldos estratosféricos, y no lo encuentro. ¡Pero si me faltan muchas de las mejores! (pienso) ¡Pero si sus últimas películas son un truño!

Es que hablamos de cine, me dicen, pero sigo dándole vueltas al coco hasta que leo que la nueva directora del FMI, Christine Lagarde, en época de vacas famélicas y llamamientos desesperados a la austeridad, se ha subido el sueldo un 11% (que subirá después unido al IPC, y no a la productividad como se pide para los curritos) hasta los 323.000 euros anuales. Y, entonces, siento lástima por Lagarde. Pobre, tan preparada, tanto ‘fondo’ político, tantos apretones de manos dados con desgana para acabar cobrando calderilla comparada con las chicas del celuloide. Y nosotros, aquí, sin coger el chiste.