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-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

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Kurosawa, centenario, y todavía actual

De haber seguido con vida hoy Akira Kurosawa se hubiera convertido en centenario. Por este motivo casi todos los medios de comunicación se han volcado en recordar la impresionante trayectoria cinematográfica del director de ‘Rashomon’, y, sobre todo, en subrayar su envidiable impronta en algunos de los mejores directores modernos, que reconocen sin ambages su admiración por el maestro. Coppola, Scorsese, Lucas, Bryan Singer …

Él, a su vez, decía haber aprendido de John Ford, a quien, cuentan, homenajeó a su manera al recibir con gafas oscuras el Oscar honorífico que le entregaron en 1989.

No me considero una experta en Kurosawa, aunque he visto la mayoría de sus grandes películas, que me han gustado (casi todas) e impresionado (todas), pero conozco a auténticos forofos del maestro, entre ellos mi propio hermano, del que ya he perdido la cuenta de cuántas veces ha visto ‘Los siete samuráis’ o ‘Vivir’.

Mi preferida es, sin embargo, ‘Derzu Uzala’, que no es considerada por los críticos su mejor obra, pero que a mi gusto retrata magistralmente la soledad del ser humano y sus miedos. Pero cómo no recordar también ‘Trono de sangre’, ese ejercicio de contención-explosión-contención que una gran profesora de realización de la facultad de Ciencias de la Información nos ayudó a valorar y apreciar.

¿Y qué hay de la explosión colorista de los ‘Sueños’? ¿Y las impresionantes batallas de ‘Ran’? ¿Y ‘La fortaleza escondida’?

Quizá sea más difícil de lo que pensaba elegir un solo título que represente al maestro. ¡Qué manera de caracterizar personajes! ¡Qué manera de planificar escenas, de contener la emoción, de dejarla salir de golpe cuando menos la esperas! ¡Qué manera de actualizar mitos y leyendas!

¿Y a vosotros os gusta Kurosawa? ¿Cuál de sus películas es vuestra preferida?

Un centenario que merece la pena ser recordado, el de Joseph Losey

Los viernes son días de saturación de información cinéfila: llegan los estrenos a los cines y los medios de comunicación se vuelcan en publicar entrevistas, reportajes, etc., relacionadas con las novedades de la semana. No sé, sin embargo, si hoy los medios recordarán a uno de los directores más personales de la historia del cine: Joseph Losey, que nació tal día como hoy hace cien años.

Como yo no quería dejar pasar la fecha, hoy me gustaría recordar con vosotros a Losey, un director que descubrí, me imagino que como muchos de vosotros, gracias a ‘El sirviente’ (1963), ese peliculón con guión del premio Nobel de Literatura recientemente fallecido Harold Pinter. Con Pinter, Losey colaboró en tres de sus grandes películas, además de ésa, en ‘Accidente’ (1967) y ‘El mensajero’ (1971), que ganó la Palma de Oro en Cannes. Gracias a Losey y ‘El sirviente’, además de redescubrir a Dick Bogarde como un mayordomo/sirviente inquietante y ambiguo, el cine ganó uno de sus más perfectos ‘gentleman’, que aquí obtuvo su primer papel protagonista: James Fox. Ya solo por eso, Losey merecía ser recordado.

Pero como os decía fue, además, un director valiente, muy comprometido con sus ideas políticas, que fue injustamente perseguido por el Comité de Actividades Antiamericanas y su panda de fanáticos, por lo que tuvo que exiliarse en el Reino Unido y empezar a trabajar bajo seudónimo, especializándose en obras del género negro donde muestra las contradicciones del ser humano, sus debilidades y sus miserias. De esta época son ‘El criminal’ y ‘La clave del enigma’.

Como curiosidad, y a modo de homenaje, hace unos años Martin Scorsese interpretó en ‘Caza de brujas’ el papel de un director de cine perseguido por el Comité, un tal Joe Lesser, inspirado claramente en Losey.

En estos días se echa de menos los antiguos ciclos que algunas cadenas ofrecían hace años sobre directores o actores destacados. ¡Qué mejor manera para descubrir las obras de estos creadores que, poco a poco, están pasando al olvido!

Os dejo el enlace de una web donde podréis escuchar fragmentos de las bandas sonoras de algunas de las películas de Losey. ¡Que disfrutéis!

Carole Lombard, una estrella que hoy hubiera hecho cien años

Reconozco que tengo debilidad por las grandes estrellas de los años 30 y 40. El tipo de películas que hicieron, la personalidad que muchas veces tenían y otras, los estudios les construían, hacían de ellas artistas únicas. Una de ellas, una de las más bellas, elegantes y trágicas (por su inesperado final) era Carole Lombard, que nació tal día como hoy hace cien años en la Fort Wayne, Indiana.

Reina indiscutible de la comedia de los años 30, junto con Myrna Loy, Carole Lombard es recordada sobre todo, por su trabajo en la genial e hilarante ‘To be or not to be’ (‘Ser o no ser’, 1941), de Ernest Lubitsch, una película, que al contrario de otras de la época, sí ha conseguido vencer los prejuicios de los directivos de las cadenas y ha sido emitida por televisión en distintos ciclos y homenajes. El comienzo de la guerra retrasó su estreno en EE UU y Lombard no vivió lo suficiente para verla en los cines.

Fallecida a la edad de 33 años en un accidente de avión, que según cuentan, estuvo a punto de no coger por la reticencia de su madre, que tenía un mal presentimiento (también murió con ella), Lombard probó los melodramas (‘Ahora y siempre’, junto con Gary Cooper) , los musicales (‘Bolero’, con George Raft) y la comedia, donde destacó por su inteligencia, belleza y algún punto de excentricidad. A este género pertenecen, por ejemplo, ‘Candidata a millonaria’, ‘Al servicio de las damas’ y ‘La reina de Nueva York’.

Por cierto, a pesar de su aire sofisticado, el director Mitchell Leisen la llamaba «el ángel profano», porque «parecía un ángel, pero maldecía como un marinero«.

En su corta vida tuvo tiempo de casarse dos veces con dos actores míticos y tan famosos como ella en su época: William Powell, con quien trabajó en varias películas y al que siempre le unió una gran amistad, y con Clark Gable, con quien estaba casada cuando murió. A pesar de las infidelidades del actor, que debieron de ser habituales durante los tres años que estuvieron casados, siempre se declararon muy enamorados el uno del otro, y cuando falleció Gable se hundió en una depresión de la que tardó años en recuperarse.

Como curiosidad para los mitómanos, hoy día su casa natal en Fort Wayne se ha convertido en un coqueto bed and breakfast.