Desde luego no tienen la mejor iluminación del mundo y hasta puede que resulten algo ridículas con esos protagonistas que, sin tener mucho que agradecerle a Dios, contonean sus michelines con gracia delante de la cámara, pero está claro que las películas porno caseras cumplen su cometido y gracias a Internet se están convirtiendo en un auténtico fenómeno.

Tal es su éxito que las productoras especializadas en el género han empezado a ponerse nerviosas. Entre los espontáneos que graban sus mejores faenas y la piratería de la red dicen que sus ventas han caído hasta un 15% en los últimos meses. Una web como YouPorn registra 15 millones de usuarios nuevos cada mes. Y 15 millones descargándose gratis lo que antes tenían que pagar se traducen en muchas pérdidas. La semana pasada, en un intento de meterles miedo, una de las grandes factorías de porno, Vivid Video, demandó a Pornotube por no pagar los derechos de autor.

Con los vídeos caseros que voluntariamente la gente sube a Internet esos problemas legales no existen. Claro que a lo mejor la calidad no es la misma y que no es comparable el polvo atlético y glamuroso de Nacho Vidal y Lucía Lapiedra con el modesto apareamiento de Manolo y señora, pero ¿realmente alguien se para a analizar las diferencias? ¿es el porno casero mucho peor o acaso algo más gracioso? Para mí que ambos tienen algo en común: nadie se sienta a verlo para escuchar los diálogos.

La foto es de Torremolinos 73, una película sobre una pareja (Candela Peña y Javier Cámara) que comienza a rodar vídeos eróticos para ganar dinero.