Sin efectos especiales Sin efectos especiales

-No deberías llevar esa ropa. -¿Por qué? Sólo es una blusa y una falda. -Entonces no deberías llevar ese cuerpo. 'Fuego en el cuerpo', de Lawrence Kasdan

El sueño de dirigir un largometraje

Para hacer cine en España hace falta a parte de suerte y talento, mucha, mucha paciencia. Me imagino que no le descubro nada nuevo a los aspirantes a directores que lleven años buscando financiación para sus proyectos, pero es una reflexión que hago en voz alta tras leer que Oskar Santos, un compañero mío de facultad, logra por fin lo que lleva lustros (por lo menos dos) intentado hacer: dirigir un largo: ‘El mal ajeno’. Se lo produce otro ex compañero de clase: Alejandro Amenábar. El caso de Oskar para mí es representativo de lo que supone hacer cine en España.

Pasó por la Facultad de Ciencias de la Información y se esforzó por completar la licenciatura, esa que Amenábar pasó de acabar (quizá intuía ya que le iba a hacer poca falta). Como él, como yo, aguantaron clases- la mayoría de ellas intrascendentes y mal preparadas (hubo algunas honrosas excepciones)- con la esperanza de que algún profesor nos iluminara felizmente sobre cómo dirigir cine, o al menos nos enseñara algo sobre el oficio. Al final la amplia cafetería de la facultad les sirvió a ambos para forjar una amistad que probablemente haya hecho más por su futuro que cualquier clase de la facultad. Pero al contrario que Amenábar, que triunfó pronto e incontestablemente; Oskar lleva años (muchos) intendo demostrar que tiene talento, que merece una oportunidad.

Primero fueron sus cortos, que rodó con mucho esfuerzo, empeñando a su familia; luego llegaron las colaboraciones profesionales, como en el making of de ‘Mar adentro’ ‘Mar adentro’, siempre esperando, siempre aguardando que alguien viera sus trabajos y apostara por él. La última vez que me lo encontré, de casualidad, en la FNAC, estaba comprando el DVD de ‘Azuloscurocasinegro’, de su amigo y colaborador (escribe el guión de ‘El mal ajeno’) Daniel Sánchez Arévalo. Me habló entusiasmado de este proyecto que quería que protagonizara Belén Rueda. Sentía algo de miedo, pero por fin le había llegado su oportunidad. De eso hace más de año y medio.

A pesar de la largísima espera, Oskar ha llegado donde quería. Ahí tiene su largo. La inmensa mayoría, con suerte, solo consigue rodar un corto. Me alegro mucho por él, me alegro de que por una vez, tantos años de trabajo anónimo sean recompensados. Ahora solo espero que logre lo que más le importa después de hacer cine: conectar con su público. Suerte, ojalá te salga una buena película.

¿Conocéis algún aspirante a director? Cuéntanos su caso. Por cierto, ¿creéis que el Estado debe aumentar sus ayudas para favorecer la aparición de nuevos realizadores?

9 comentarios

  1. Dice ser tdkage

    Yo he salido al extranjero a estudiar cine. No se si estoy haciendo lo correcto, pero a grandes logros necesitan grandes riesgos.

    30 noviembre -0001 | 00:00

  2. Dice ser Hoteles Galicia

    ¿suerte?..¿talento?..¿paciencia?..no,no..lo que hace falta tener es un enchufe brutal..no lo dudes.

    15 octubre 2008 | 11:05

  3. Dice ser Tete

    Y ser izquierdoso y gritar No a la guerra (DE IRAK CLARO), gritar en contra de la Iglesia y toda esas cosillas

    15 octubre 2008 | 11:38

  4. Dice ser fritzlang

    El estado no debería de financiar el arte en este país. Cuantas más subvenciones hay peor calidad tienen las películas españolas.El estado debería ayudar a crear industria, no a subvencionar a los de siempre que en este país lo único que realmente funciona es, como dijeron antes, un enchufe brutal. ¿por qué hay que dar millones a producciones como «Santos»?Créeme, en este país las productoras no miran que su producto tenga una calidad mínima, miran que le compensen las subvenciones que puedan pillar, después que la gente vea o no su película les da igual.Otra ayuda que debería de tener el cine español sería no permitir que se doblen películas extranjeras, así el público se decantaría mucho más por el cine nacional, en muchos otros países esto funciona bastante bien.

    15 octubre 2008 | 11:39

  5. Dice ser seta

    Me alegro mucho, que luche.. q en esta vida todo es eso..

    15 octubre 2008 | 11:55

  6. Dice ser Gemma

    El problema del cine español es que la gente no va al cine como antes. Todo por prejuicios. No le dan una oportunidad al buen cine español, como el de Amenábar, el de J.A Bayona, o el que seguro será el cine de Oskar Santos.Las productoras no se arriesgan porque saben lo que hay en la calle. Un público difícil de convencer, y con poco dinero que gastar.Lo de las ayudas… es otro cantar. Si Esperanza Aguirre destina 14 millones al cine Español, los cuales Garci invierte en un bodrio como «Sangre de Mayo», no hacemos nada.No es cierta la canción de San Sebastián. «Más cine porfavor». Lo que necesitamos es más público.

    15 octubre 2008 | 14:25

  7. Dice ser Viajes

    La verdad es que ser director y ver como una obra de arte va tomando forma y que luego tenga exito.

    17 octubre 2008 | 12:48

  8. Dice ser xavier

    Esa penitencia que se da en llamar cine españolPara mí, esta es una de las frases del año:…creo muy desafortunada tu comparación entre TVE y el documental sobre Buñuel con si el Prado no compra un Goya o el Reina Sofía, un Tàpies. TVE no es un museo ni los directores del documental, por muy buenos que sean, son Goya o Tàpies.Javier Pons, RTVE, versus Ángeles González-Sinde, presidenta de la Academia del Cine Español. No estamos nada acostumbrados a que el directivo de una televisión pública sea tan rotundo y diga tanto con tan poco sobre el subyacente de la polémica eterna que rodea al «cine español». Un par de sus más afamados representantes han conseguido volver a poner en pleno candelabro un problema que ya es absolutamente cansino y, en mi opinión, de la peor forma para sus intereses. Y es que el tema del cine español está podrido en sus bases conceptuales.Se queja González-Sinde de la miserable cuota de mercado que el cine hecho en español ocupa en los países que lo hablan. Por un momento, se puede llegar a pensar que la Presidenta de la Academia está concernida por la solvencia de las empresas que lo hacen, cómo mejorar la distribución de sus películas o cómo captar más espectadores, incluso espectadores no hablantes de español. Pero no, efectivamente no era así, la Presidenta de la Academia de lo que está realmente preocupada es por nuestra identidad y nuestra cultura asolada y dejada de la mano de dios todopoderoso. ¿También ellos, los del cine, como los políticos, se creen con derecho a decidir nuestra identidad?:El problema de la cultura es que no es sólo de la cultura. Acaba salpicando a otros sectores. La cultura dibuja nuestra identidad. Y nuestras identidades, nuestro imaginario y nuestros deseos se están viendo brutalmente invadidos por deseos ajenos, los de la industria anglosajona.Es curioso observar como cuando hablamos de nosotros se habla de cultura, y si se habla de ellos, marditos gringos, se habla de industria anglosajona. El primero de los pilares podridos del cine español queda a la vista: los que lo hacen están preocupadísimos por hacer y salvar la cultura – el cine – mientras que en el resto del mundo a esto se llama industria del entretenimiento. No he visto y no sé si estaba (creo que no) la Señora Presidenta en Cannes esta última semana en MIPCOM, la feria de televisión más importante del mundo. Una feria que este año tenía como país protagonista a España (Focus on Spain, se llamaba). ¿Saben una cosa? Allí no he escuchado la palabra cultura en cuatro días y sí hemos visto, como bien relata Albert García Pujadas, que la televisión sigue siendo el dominador del entretenimiento, justo el medio que tiene que comprar las películas que los académicos de González-Sinde quieren hacer (que no fabricar) y que en el caso español, por narices, hay que comprarles.Creen por tanto los académicos que el dinero público directo e indirecto (aunque se llame compra de derechos, lo que gastan las televisiones públicas en cine español no deja de ser un subsidio tan subsidio como las ayudas de taquilla) está para que ellos hagan cultura, y pretenden que las empresas que tienen como objetivo ganar dinero o cumplir su servicio público entreteniendo a la gente, deben adquirir sus películas independientemente de sus expectativas de resultado. Me agradaría mucho estar equivocándome, pero no tengo consciencia de que el lenguaje generalizado de los productores de cine español contenga los siguientes interrogantes cuando se sientan con las televisiones para que les compren sus productos: ¿qué estrategias de audiencia persiguen? ¿cuáles son los slots de cine? ¿de qué forma se pueden programar mejor para que la televisión tenga su rentabilidad?, ¿cómo puedo concebir el producto para interesar a los grupos demográficos que busca cada cadena?, ¿cómo puedo concebir el producto para atraer audiencias de más de un país?.Estas preguntas generarán, dada la inversión de valores que he comentado, el que en el lado de la cultura se desprecie el planteamiento pues, ellos sabrán por qué, se asocia la concepción de la película como producto para una aud¡encia que desea consumirlos como algo inevitablemente vulgar, pobre, y sujeto a restricciones creativas inaceptables. En el lado de la industria del entretenimiento, la falta de respuesta a preguntas tan obvias genera otro resultado: no sé qué hacer con lo que usted me trae. En otras palabras, ¿dónde lo pongo?, ¿cómo lo emito?, ¿qué rentabilidad le saco?. Ojo, una vez que se les pasa el discurso cultural y están a solas con sus presupuestos y contratos, tanto los productores, directores y artistas en general que participan en una película, están seriamente preocupados por sus sueldos, lo que van a cobrar y el retorno que les da la obra. Es decir, muy legítimamente velan por su retorno personal. La pregunta es por qué no es legítimo que las televisiones velen por el retorno del dinero que ponen, Sra. González-Sinde y Señor Trueba. Curiosamente, el retorno les viene de una cosa que se llama audiencia, nombre que le damos a lo que cualquier otra industria llama clientes.Y si hablamos de audiencia y clientes, llegamos como quién no quiere la cosa al segundo pilar podrido que sustenta el cine español. Esa letanía permanente de que los espectadores españoles no van a ver películas españolas. «Nuestras cuotas de mercado se tambalean», nos dice González- Sinde. ¿Somos los espectadores culpables de que a pesar de existir un sistema de protección (sí, sí, el dinero que da el Gobierno español al cine se llama fondo de protección) la gente no quiera pagar la entrada? ¿Quieren que vayamos y las veamos obligatoriamente? ¿Van a pasar lista?. Mujer, es usted guionista y directora, cuéntenos qué va a hacer para que vayamos a ver sus películas, cómo se va a retorcer la meninge para que mis sobrinos también quieran, convénzanos de que nuestra escasa atención merece detenerse un rato en sus creaciones pero, por favor, no ponga el carro delante de los bueyes: no hay que quejarse de que no vayan a las salas, hay que preguntarse qué hay que hacer para que vayan.Este discurso, por supuesto, tiene mala prensa. Decir que la audiencia cuenta (como el tamaño, pero es que una audiencia sin tamaño no da para pagar lo que vale esto), tiene una pésima prensa porque parece presuponer que se desprecia e ignora la cultura. Con las peculiaridades propias del folcore patrio, esto supone nada menos que ser representante de aquéllos que cuando oyen la palabra cultura se llevan la mano a la pistola. Y, claro, lo dejan a uno acongojado y con sentimiento de culpabilidad. Pues va a ser que no, y creo tener argumentos.Para empezar, el público sí va a ver cine español. Bueno, va a ver películas que le gustan. No es un problema de cuota de mercado, sino de cuánta gente ve tu película. Sí fue a ver El Orfanato, sí fue a ver Mar Adentro, sí fue a ver Volver, sí fue a ver El Laberinto del Fauno y hasta fue a ver una mala como Alatriste. Es verdad que hay espectadores, muchos, seguramente demasiados, que tienen prejuicios sobre el cine español. Pero, vaya, los que lo tienen no son los que han hecho las películas. Digo yo que algo se podrían plantear los que las hacen sobre su cuota de responsabilidad en el desprestigio. Y si merecía la pena destruir la reputación del cine descaradamente comercial y vulgar (¿qué tiene de malo? ¿es obligatorio ir?) de eso que han supuesto tantos representantes de la familia Ozores o las secuencias de Alfredo Landa en calzoncillos. Lo digo porque ahora las vulgaridades de Torrente (que también han ido a ver los espectadores) no generan tantos desgarros de vestiduras y en nuestros días consideramos que tanto Alfredo Landa como José Sacristán, que tantas películas de esas ha hecho para vivir (es que todos nos ganamos la vida), los consideremos eximios representantes de la cultura española y, en el caso del segundo, un intérprete muy respetado por aquellos que cuando algunos sospechamos del falso discurso cultural piensan que llevamos revólver.Pero es que es más, la ficción española para televisión se exporta pero que muy bien y resulta que Un Paso Adelante, esa serie de danza, amores y actores de treinta años vestidos de adolescentes triunfa en Francia de manera rotunda. O que esa españolada (lo llamábamos así, ¿verdad?) que son Los Serrano se vende país tras país. Por cierto, Caribevision, la cadena que se ha comprado Telecinco en USA, está emitiendo hasta Escenas de Matrimonio. Parece que sí hay gente capaz de hacer que el iberismo en forma de jamón se convierta en imágenes que alteran la conciencia de ciudadanos de muchos países cuyos representantes culturales deben tirarse de los pelos ante este choque transformador de sus imágenes. Que se anden con ojo, que las brutalidades de Jesús Bonilla en la serie corren el riesgo de ser vistas como atentados a la liberación de la mujer y llevar a diversos grupos a pedir su retirada.Tengo la costumbre personal de añadir que a Chaplin, Griffith, John Ford, Kubrick y juraría que hasta a Buñuel, les pagaron su sueldo como directores porque la gente pagaba la entrada y, horror, porque quienes financiaban las películas esperaban que se llenaran los cines. También lo hicieron con Orson Welles aunque palmaran pasta y ahora tengamos algunas referencias icónicas imprescindibles en la cultura occidental. Lo que sucede es que esas imágenes de las que habla González-Sinde no se pueden prever nunca de antemano y surgen con el paso del tiempo. Precisamente, este es el argumento que la exministra, Sra. Calvo, empleó en un famoso debate televisivo para argumentar contra la posición de un participante que protestaba por el uso de su dinero como contribuyente para financiar magnas obras culturales como las realizadas por Santiago Segura. Lo que sucede es que no se puede montar toda una industria (¿sí? ¿es industria?) pensando que su misión es la cultura y no los espectadores, pues es el paso del tiempo el que lo dirá y no nuestra querencia a sentarnos a la sala de montaje pensando que se está transformando la conciencia del hombre europeo.En mi particular visión, los hombres y mujeres que tan preocupados están todos los días por nuestra cultura (¿sus medios de vida?), tienden a confundir proyectos minoritarios y proyectos personales con a) la cultura y b) la exigencia imperiosa de que sean financiados. El cine, el audiovisual en general, es un trabajo costoso, esforzado, de muchísimo riesgo financiero y en el que atribuir a una única persona el éxito es una de esas simplificaciones injustas que el concepto de autoría asociado al cine trae consigo. Un escritor puede consumir tanta tinta y papel como quiera sin que nadie vaya a la quiebra, luego enfocar su producto poniendo por delante sus preferencias estéticas y artísticas no hacen ningún mal a nadie y él sabrá cuál es el compromiso con su obra. Pero cuando el dinero lo pone el estado o un inversor particular y no el receptor de los billetes, parece razonable el que haya más de un criterio para decidir qué producto se hace sin que sea ningún delito aunque no coincida con los gustos personales de una determinada gama de público que, por ejemplo, puedo ser yo. Otra cosa es cómo se gestiona la creatividad y cómo hay que hacer para sacar partido a los artistas elegidos para sacar adelante el proyecto. Un amigo mío productor dice que no invertiría en el cine que a él le gusta como espectador.La ficción para televisión y la publicidad española han demostrado que pueden hacer productos de gran aceptación de público sin desmerecer ningún nivel internacional. Curiosamente, en ambos casos existe una presión por parte de quienes lo financian para obtener resultados: las cadenas de televisión tienen el barómetro de la audiencia, los realizadores de publicidad trabajan para seducir con sus piezas a los compradores. Sin perjuicio de que es cierto que, dado que existe una estructura pública de televisión y financiación de obras audiovisuales, el dinero se destine a proyectos de otra forma no se podrían hacer. El problema es saber, con recursos limitados, qué es lo que no se puede hacer de otra forma y debe hacerse. Lo que no quiere decir que eso lo tengan que hacer las televisiones privadas ni exonera al promotor del proyecto de su obligación de buscar gente que le pague el desarrollo de sus intereses (clientes, inversores…), aunque sea, como tantas veces, duro, difícil y a base de favores. Yo me pregunto por qué los cineastas españoles no han sido capaces de convencer de modo recurrente a las obras sociales de las Cajas de Ahorros para financiar esas obras culturales de excepción que Ángeles González-Sinde nos asegura que están ahí. Pagan pintura y de todo, así que yo creo que ya tiene una tarea para hacer cuando se siente en su despacho. Por no hablar de unas cuantas fundaciones privadas.Haberse olvidado de que, desde que la proyección de películas se inició con los inventos de Edison o los Lumière, siempre se trabajó para que los espectadores desearan pagar una entrada, es el pecado original del cine español. Enfangado en la herencia de imágenes que ha dejado lo que se llamó séptimo arte sólo después de ser un espectáculo de carromato de feria, nadie es capaz de pensar que son los espectadores los que dan sentido a que existan las películas, y que sólo habiendo espectadores alguien querrá poner el dinero para hacerlas. El mayor favor que se pueden hacer los creadores a sí mismos es sentarse con los que tienen el dinero, preguntarles lo que necesitan y brindarles las mejores respuestas. Sólo triunfando en ese menester, puede uno ganarse el derecho a reclamar que le dejen arriesgar el dinero de los otros buscando más libertad y la expresión personal. Es al final del Soldado Ryan cuando Tom Hanks, después de haber perdido a todo su pelotón para salvar a un único hombre, le dice moribundo a Matt Damon earn this, gáneselo. Haga de su vida algo que merezca la pena este coste en vidas humanas. En el cine, la gente muere de mentira, pero los billetes de las televisiones y los que pagan impuestos son de verdad.

    20 octubre 2008 | 23:55

  9. Dice ser Israel Nava

    Diana, a tus preguntas te responderé que si y que lo de director primerizo se entiende, en el medio de las subvenciones, por las 2 o 3 primeras películas. Después, una patadita y a buscar otros refrescos.Por otro lado, creo que tu posición es muy dificil. Te la resumo en una pregunta:¿Serás sincera y le darás tu sincera opinión sobre su película cuando se estrene?Yo tengo mi filosofía con respecto a eso. Si quieres, te la cuento 🙂

    23 octubre 2008 | 20:50

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