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¿Estás listo para la persuasión salvaje del mundo digital? Tres pautas + 1 para prepararte

Cualquier cosa que quieras saber, lo buscas en Google. Lo saben los niños. Lo saben los ancianos. Lo saben hasta las mascotas. Pero atención. Google, al contrario que Wikipedia, no es una enciclopedia. Google es una empresa. Su prioridad número uno no es la verdad, es el beneficio económico.

Si por ejemplo, querido lector, buscas algo en Google, la respuesta que el servidor te dará será distinta de la mía, aunque tecleemos las mismas palabras. Tus resultados se ajustarán a lo que Google sabe de ti – mucho-, buscando los resultados que más te agraden. Y lo mismo hará conmigo. Entonces, ¿dónde está la verdad? En Google desde luego que no. Ni en Facebook, ni Twitter, olvídate de Instagram, TikTok y demás redes sociales.

Cada vez los riesgos de las pantallas para niños y jóvenes son más conocidos. Personalmente, el mundo digital me ha pillado crecida y formada. Y aún así, me las he visto y me las veo para deshacerme de sus pegajosos tentáculos. Pasaba bastante de las redes hasta que publiqué mi primer libro. Entonces personas expertas me aconsejaron estar en las redes y alimentarlas. A lo que me di cuenta, ¡estaba trabajando para las redes! Me tenían pendiente del móvil, de lo que había dicho no sé quien, de responder, de colgar algo… Hasta que me harté, corté por lo sano y volví a lo que tenía sentido para mi: compartir algo, cuando tengo algo que decir y a olvidarme de ellas el resto del tiempo.

(Caspian Dahlstro, UNSPLASH)

Las redes sociales están diseñadas para captar algo profundamente sagrado de nosotros, algo esencial: nuestra atención. Una vez la tienen, nos ofrecen más y más ganchos para mantenernos mirando la pantalla, que es su agenda. El mundo digital activa en nosotros el circuito hormonal de la dopamina, exactamente el mismo que el de las drogas. Así ha nacido lo que se denomina la economía de la atención. Nuestra atención es captada mediante sofisticadas técnicas de un reducido número de ingenieros para mantenernos enganchados. Cuando lo consiguen, -y vaya si lo consiguen- entonces venden nuestra atención a otras empresas para que estas puedan vendernos cosas, opiniones, estilos de vida, votos, actitudes, mentiras…

Te puedes preguntar qué tiene eso de perverso, y decirte que al fin y al cabo, que puedas ver tu serie favorita en Netflix no tiene nada de malo, ni que pases horas en FB o en Instagram…Pues bien, aunque puedan parecer prácticas inocuas no lo son. Te apunto tres consecuencias negativas – de entre muchas:

  • Si estás enganchado a algo no eres libre, ni autónomo. Las fuentes y apps digitales que sutilmente controlan tu atención, te manipulan, seas consciente de ello o no. Crean una realidad para ti, con una intención determinada, que por definición no está alineada con lo que tu quieres o es bueno para ti.
  • Todo el tiempo que estás entregando tu atención a las pantallas, estás desperdiciando tu limitado tiempo en el mundo real: el de los amigos, de los abrazos, de estar con tus hijos o familiares, el de sentir tu vida plenamente…
  • Cada vez que el mundo digital a través del móvil u otros dispositivos te alerta de algo, se alteran tu sistema nervioso y estado de consciencia, a la vez que se interrumpe tu experiencia vital y relaciones.

Según Tristan Harris, fundador del Center for Humane Technology, apodado la consciencia de Silicon Valley, el mundo digital se volverá cada vez más y más persuasivo. Quien dice persuasivo, dice manipulador, generador de yonquis, alienador de seres humanos. Lo que representa una amenaza individual y colectiva. Hoy me quedo con la individual. La pregunta que te hago es: ¿Quieres empezar a tomar las riendas del mundo digital para manejarlo tú a él y no al revés? Bien, ahí van cuatro pautas:

  1. Quita las notificaciones de tu móvil. Practica ponerlo en modo avión y dejarlo en casa a menudo.
  2. Elimina la aplicación o canal en el que pases más horas (FB, IG, Twitter, Youtube, Netflix…)
  3. No sigas las recomendaciones de lo que te dicen que veas en FB, Youtube, Netflix, etcétera.
  4. Instala en tu navegador la aplicación Qwant que no rastrea, ni vende tus datos mientras navegas.

Si quieres tomarte la pastilla roja y ver cuán profunda es la madriguera de la mano de sus sagaces creadores, El dilema de las redes sociales te lo muestra.

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