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Karma emocional: ¿Y si enfadarte o ponerte triste fuese un hábito?

Cuando pensamos en hábitos, solemos pensar en cosas tipo hacer deporte, comer sano, descansar lo necesario…Sin embargo, absolutamente todo en nuestras vidas se puede entender como un hábito. Para el budismo los hábitos son una de las mayores fuentes de karma en nuestras vidas, es decir de lo que hay actualmente – sus causas – y lo que vendrá – sus efectos. El karma además de referirse a nuestras acciones, incluye también nuestros hábitos emocionales y mentales.

Después de un día agotador, tengo poca paciencia y cuando las cosas no van como quisiera uno de mis hábitos emocionales es enfadarme. Es un hábito porque se repite cuando se dan las citadas circunstancias. Si no identifico mi reacción como un hábito emocional, caigo presa de convincentes justificaciones sobre porqué tengo razón en enfadarme. Esta interpretación, por acertada que sea, me libra de tomar responsabilidad sobre mi hábito y transformarlo.

Uno de los aforismos de entrenamiento de la mente – Lojong – del budismo tibetano que aprendí de Pema Chödrön es Entrénate en las tres dificultades:

1. IDENTIFICAR EL IMPULSO. Cuando me noto cansada, impaciente,…unos segundos antes de enfadarme, el impulso ya está ahí. Darse cuenta de ello en el momento es una capacidad avanzada. Un paso previo consiste en revivir una situación pasada en la que la emoción nos dominó. Al hacerlo nos familiarizamos con las sensaciones físicas del momento, los pensamientos y lo que nos mueve, para que la próxima vez lo podamos identificar antes de que sea demasiado tarde.

(NIK, UNSPLASH)

2. SOLTAR EL IMPULSO. Reconocer el impulso a enfadarme y soltarlo es un paso de gran dificultad. Lo es porque llevamos años practicando nuestros hábitos emocionales y están afianzados en estructuras neuronales con gran capacidad de activación. Una metáfora sería como ir en un tren que lleva siempre a la misma estación, es decir, a cierto estado emocional y acciones. Soltar el impulso implica nada más y nada menos que ¡saltar del tren! Algo que me ayuda a hacerlo es reconocer que el tren se dirige a un lugar al que no quiero ir: un paisaje en llamas o un sitio de destrucción. Si no lo he conseguido en la situación misma, vuelvo a ella en un segundo momento y me imagino saltando de este tren, lo que a nivel práctico significa respirar, callar y tal vez irme a otro sitio – ¡todos hábitos nuevos!. Hacerlo me prepara para cuando una situación similar se vuelva a reproducir, lo que ocurrirá con toda probabilidad.

3. CONVERTIR LO ANTERIOR EN UNA FORMA DE VIDA. Algo maravilloso de las enseñanzas budistas es la claridad de sus instrucciones fruto del conocimiento profundo de la mente. Transformar la mente es lidiar con la poderosísima energía hábito codificada en nuestras estructuras neuronales, por lo que fracasar repetidamente es inevitable, como reconoce el maestro Zen Norman Fischer. Sin embargo, el fracaso no nos tiene que disuadir de perseverar, sino todo lo contrario. Es por esa razón que el tercer paso del aforismo consiste en practicar el punto uno y el punto dos una y otra vez. Poner en práctica las tres dificultades a pesar de lo arduo que resulta hacerlo, es lo que poco a poco irá desactivando nuestros hábitos emocionales – tristeza, apatía, rechazo, envidia…- dando lugar una mayor libertad interior.

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No es la edad, es el karma

El concepto budista de karma encapsula el poder de nuestras acciones para condicionar nuestro presente y futuro. A grosso modo, al karma lo caracterizan dos tipos de acciones. Acciones puntuales, algo que hicimos en un momento dado, cuyas consecuencias positivas o negativas se manifiestan más tarde. Por ejemplo, pongamos que mentiste una vez a tu pareja y cuando esta mentira vio la luz, vuestra relación se hizo trizas. Sin embargo, tú no eres un mentiroso compulsivo.

El otro tipo de karma, mucho más común, es el karma de nuestros hábitos. Aquellas acciones positivas, neutras o negativas que hacemos de forma repetida. Se puede tratar de una forma de pensar, un tipo de conducta o un modo de hablar. Por ejemplo tomemos el hábito de Luis Rubiales de querellarse con periodistas y medios contrarios a él, según informa El Confidencial. Mientas que este hábito no le causó mayor problema durante bastante tiempo, después del beso a Hermoso, este forma de hacer  puso de relieve su tendencia al acoso, contribuyendo al hundimiento de su posición.

Los hábitos son fuerzas creadoras formidables, pues al repetirlos cada día generan enormes consecuencias. Fijémonos por ejemplo en el hábito de mantener cierta postura corporal. El hecho de encarnarla durante innombrables horas afecta al estado de nuestro cuerpo, forma de hacer y actitud ante la vida.

(Manan Chhabra, UNSPLASH)

Al considerar un cambio de hábito podemos enfocarnos en dejar de hacer, lo que nos conecta con la privación y nos pone en lucha contra una parte de nosotros. Este enfoque a menudo crea un efecto rebote, cuando después de unos días de gran restricción como por ejemplo en la dieta, volvemos desbocados a lo de antes.

Una forma más efectiva consiste en iniciar un nuevo hábito que remplace progresivamente al antiguo. Por ejemplo, si quieres dejar el hábito de criticar a todos y a todo, puedes plantearte desarrollar el hábito de apreciar. Al empezar a apreciar situaciones, personas y cosas, la mirada crítica seguirá emergiendo, sin embargo si perseveras, la mirada apreciativa poco a poco irá tomando espacio, transformando así tu forma de ser.

Crear un nuevo hábito tiene que ver con generar cambios neuronales profundos, por lo que resulta un proceso arduo. Sin embargo, si queremos evolucionar no nos queda otra puesto que “somos lo que hacemos repetidamente” como decía Aristóteles. La cuestión entonces se convierte en ¿Qué hábito necesitas iniciar para ser la mejor versión de ti mismo? Y ponerte manos a la obra 😉

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Cómo afrontar el nuevo curso en 4 pasos

Termina el verano y empieza un nuevo curso. Como en cualquier transición vital, tenemos la oportunidad de revisar nuestras prioridades y realinearnos con lo que nos da sentido. Las transiciones se caracterizan porque algo muere y algo nuevo emerge. Para atravesar cualquier transición con gracia te invito a considerar lo siguiente:

1- BENDECIR Y SOLTAR

El verano ha sido lo que ha sido. Algunas cosas han ido bien, otras desastrosamente, algunas sin hacerse notar. Una forma pasar página con gracia consiste en bendecir. Bendecir se trata de mirar con apreciación todo lo que ha sido, aceptándolo, dándolo por bueno, incluidos errores, meteduras de pata y confusiones. Sin bendecir no es posible soltar, ya que la crítica y la negatividad nos mantienen atados al pasado.

2- NO SABER

Si algo caracteriza las transiciones es el no saber. La vida siempre es diferente y aunque pisemos terreno conocido el paso de un periodo a otro se caracteriza por la incertidumbre. En esta fase puede que nos sintamos desorientados, sin estar muy seguros de hacia donde ir, ni cómo actuar. Esta desorientación, lejos de ser un impedimento, es una invitación a abrirse y a escuchar, parafraseando a Parker Palmer, lo que la vida quiere de ti.

(PEXELS)

3- ESCUCHA DESDE LA APERTURA

Como en todo, hay mil formas de escuchar. Puedes escuchar desde la razón que todo lo sabe y que proyecta sus juicios aprisionando al futuro. Puedes escuchar desde el cinismo, cerrando tu corazón a cualquier información que provenga de este canal. Puedes escuchar desde el miedo, centrándote en todo aquello que no quieres que ocurra. Ninguno de estos modos de escuchar te convienen, pues están condenados a repetir patrones del pasado.

La escucha a la que te invito necesita quietud interior para – usando el marco de Teoría U – abrir la mente, el corazón y la voluntad. Esta apertura es la que te permite escuchar a tu yo superior, a la vida o a Dios – según tu referente no egoico o trascendental.

4- TOMA NOTA Y CÉNTRATE EN EL PRÓXIMO PASO

Una vez empiecen a llegar respuestas, toma nota. Considera lo inmediato, las orientaciones a medio plazo y el propósito del curso. Entonces, céntrate en lo inmediato. Nuestra vida se teje en el día a día. Si te ocupas del día, te estarás ocupando de tu vida entera y el futuro tomará cargo de sí mismo.

 

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La sombra de Rubiales

Uno de los procesos que pongo en marcha en mis programas de coaching es el trabajo de la sombra. La sombra psicológica es todo aquello que nos saca de quicio en los otros por el hecho de que también lo encarnamos, aunque sin ser conscientes de ello.

Las redes sociales todavía humean a raíz del comportamiento de Luis Rubiales durante la estelar victoria de las futbolistas. Lo interesante desde mi punto de vista no es tanto las condenas que me parecen más que justas y razonables, sobretodo a estas alturas, sino la primera reacción del presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Las primeras reacciones son reveladoras porque nos muestran sin filtros lo que la persona piensa y cómo percibe. En una entrevista en El partidazo de COPE, dijo «Yo, con todo lo que he pasado, más gilipolleces y más tontos del culo no… Vamos a disfrutar de lo bueno y ni me comentéis cosas de pringados que no saben ver lo positivo».

Detalle del beso entre Rubiales y Hermoso que han captado las cámaras de TVE, RTVE

Según Rubiales el problema lo tienen los demás, porque son  «gilipollas, tontos del culo, pringados, personas que no saben ver lo positivo». Rubiales tiene un punto ciego, el punto ciego de muchos líderes que es la consciencia de sí mismos. Tienen un ego tan grande, están tan seguros de sí mismos, tan acostumbrados a tener la razón que se endiosan situándose por encima del bien y del mal. Entonces ante las críticas, se defienden proyectando su sombra, justamente lo que niegan en ellos. Sin embargo, cualquier tropiezo es una oportunidad de crecimiento también para Luis Rubiales.

No te engañes Luis, el problema no son los otros, el problema eres tú. El problema es el lugar desde el que lideras: tu ego. Para empezar a arrojar luz a tu punto ciego puedes probar a decir estas frases en primera persona: «Soy un gilipollas, un tonto del culo, un pringado, una persona que no sabe ver el impacto negativo que tiene en los otros» y dejar que estas verdades hagan mella en ti. A ver si tienes pelotas.

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Desarrollar el observador, una condición necesaria para crecer (lecciones de Barbie II)

En el artículo anterior hablaba de las expectativas frustradas y cómo convertirlas en una oportunidad de crecimiento, tomando de ejemplo la película Barbie. En ella, la protagonista se da cuenta de lo que realmente le importa: convertirse en creadora – en lugar de ser el objeto creado. Este proceso implica una expansión de la propia consciencia creando una posibilidad, antes inimaginable.

Cuando momentos como estos se producen en mis programas de coaching, se da un cambio energético en la persona. Pienso en Lucía cuando se da cuenta de que ha vivido como si el mundo estuviese en su contra. Pienso en Jorge cuando toma consciencia del aterrador miedo que le domina en el espacio público. Pienso en Edith cuando se da cuenta de que es ella y nadie más, quien ha cedido el poder a su insoportable jefa.

En todos los casos, la persona desarrolla lo que se denomina el «observador» o «testigo», es decir la capacidad de verse a uno mismo desde un punto de vista aventajado. Antes de desarrollar el testigo, uno está preso de lo que le ocurre, al igual que los peces no ven el agua en el que nadan. Una vez desarrollamos «el testigo» empezamos a ver con claridad lo que sucede y nuestro rol en ello, lo que activa la evolución.

Te comparto tres prácticas clave para desarrollar el «testigo», de nuevo con ejemplos de la trama de Barbie:

1. PRACTICAR LA AUTOOBSERVACIÓN

Alguien dijo que podríamos pasarnos el resto de la vida sacando lecciones de lo que ocurre en un solo día. La autoobservación tiene que ver con reflexionar sobre lo sucedido, evitando proyectar viejas interpretaciones en ello. Consiste en cultivar la calma mental y dedicar tiempo a reflexionar. Al observarse a sí misma, Barbie se da cuenta de que algo no le cuadra, lo que dispara una alarma.

2.EXPONERSE A PERSONAS DIFERENTES

Cuando alguien viene a mi práctica de coaching ya suele haber hablado con muchas personas de su entorno sin éxito. Esto es así porque lo común es que las personas que nos rodean vean las cosas como las vemos nosotros. En cambio, personas distintas facilitan nuevas perspectivas, invitándonos a imaginar la vida sin nuestros filtros de percepción. Barbie comparte lo ocurrido con las otras Barbies pero no logra esclarecer mucho, hasta que habla con Barbie Rara. La consciencia de Barbie tampoco se podría expandir sin exponerse a la mujer que jugaba con ella, a su hija y por supuesto a su creadora.

Ryan Gosling y Margot Robbie en ‘Barbie’ / Cinemanía

3.EXPONERSE A NUEVAS EXPERIENCIAS

Para desarrollar el testigo además de practicar la autoobservación y exponerse a personas distintas es neceario hacer cosas distintas. Leer sobre experiencias nuevas no basta. Tampoco que te las expliquen o imaginarlas. Sí, es aquello tan manido de salir de tu zona de confort. Experimentar tiene que ver con asumir el riesgo de lastimarse, perderse, morir, hacer el ridículo. Hacer algo que no hemos hecho nunca siempre nos brinda aprendizaje y cuanto más te imponga hacerlo, mayor será tu cosecha. La clave está en descolocar al ego en su eterna búsqueda de confort y control. Si siempre has estado con gente, pues toca exponerse a la soledad. Si estás todo el día distraído con dispositivos digitales, ponerse en ayuno digital es una buena idea. Si siempre has vivido en un mundo guay como Barbie, salir al mundo real es justo lo que necesitas…

De alguna forma, todos vivimos en burbujas existenciales como Barbie. Desarrollar el «testigo» es anticiparse a pinchar la burbuja antes de que la vida, en su salvaje invitación a evolucionar, lo haga por nosotros.

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¿Cómo lidiar con la tiranía de las expectativas? Lecciones de Barbie

Tengo un problema con las expectativas, me dice Lola a quien acompaño en un programa de coaching. Ya me he dado cuenta, le digo. Me esfuerzo en hacer las cosas lo mejor posible, pero a la hora de la verdad siempre me llega una bolsa de caquita que lo ensucia todo, me comparte.

Ya, es que la vida está llena de caca. Uno de mis maestros decía que todo es abono para crecer, le respondo. ¿Tomemos la película Barbie, la has visto? Le pregunto.

Y tú, ¿la has visto? Si no la has visto, te la recomiendo. La película Barbie, dirigida por Greta Gerwig regala una mirada de una profundidad inversamente proporcional a la superficialidad del mundo que la muñeca representa. Gerwig hilvana una creativa trama, especiándola estratégicamente de secuencias tan hilarantes como reveladoras.

El personaje de Barbie, interpretado exquisitamente por Margot Robbie, tiene varios problemas – atención: spoiler. Uno de ellos son sus expectativas. A su llegada al mundo real, el contraste le resulta abrasivo. Barbie esperaba un mundo como el suyo, en el que las mujeres reinaban, los hombres eran meros complementos y todo era chupiguay a todas horas. En cambio encuentra algo distinto. De la diferencia entre sus expectativas y lo real nace frustración, al igual que para Lola.

Margot Robbie en Barbie / Warner

Cuando la realidad no responde a nuestras expectativas es común escudarse en lo que es justo y lo que no lo es. Hacerlo es una práctica extendida, cuyo efecto es convencernos de que la culpa de lo que sucede está ahí fuera y que nosotros somos víctimas de ello. Pero la vida no es justa y cuanto antes lo aceptes más fácil te será tomar responsabilidad sobre lo que te ocurre.

Una forma de tomar responsabilidad es examinar nuestras expectativas haciéndonos conscientes de lo que están hechas: experiencias pasadas, creencias, estado de humor, valores, nuestra personalidad…Al hacerlo revelamos nuestros puntos ciegos, con lo que nace un nuevo marco para interpretar y afrontar lo que nos ocurre.

Barbie creía que sus problemas eran la celulitis, sus pensamientos sobre la muerte o el neopatriarcado de Ken. Sin embargo, el punto de inflexión llega al darse cuenta de que su problema existencial es verse a sí misma como objeto. Barbie desarticula su mayor filtro perceptivo y es esa consciencia – al igual que en la vida real – la que le permite evolucionar.

No obstante, para conseguirlo ha contado con una práctica esencial. Te la cuento en mi próximo post.

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¿Cómo afrontar la tormenta imperfecta de las vacaciones? La paciencia como aliada

En conversación con Ana, una amiga que justo había regresado de un viaje de un mes con su pareja en Australia, me decía, verás, durante el año, somos como dos barcos que navegan cada uno por sus aguas. Nos encontramos en el puerto de las comidas, las cenas y alguna actividad. El resto del tiempo, vamos a nuestro aire. De modo que este viaje podría haber sido un infierno, ya nos conoces…sin embargo, estuvo genial, decía sorprendida, como si juntos hubiesen batido un record olímpico.

¿Cómo te explicas que fuera tan bien? le pregunté. Bueno, pues creo que tiene que ver con el trabajo introspectivo y la meditación. Me han ayudado a a desarrollar la paciencia y esto lo cambia todo.

Al igual que para Ana, para algunos de nosotros se avecinan días de vacaciones y con ellos la tormenta imperfecta de los conflictos familiares. ¿Y si la paciencia fuese una aliada? La paciencia como cualidad humana suena anticuada y aburrida. ¿Quién quiere ser paciente en tiempos líquidos, en tiempos de fast and furious, en tiempos de lo quiero, lo tengo? Una interpretación superficial y equivocada de la paciencia, es tomarla como la virtud de los débiles, de los sumisos, de los pasivos. En contraste, en su libro Paciencia, Gabriella Caramore traza los vínculos entre la paciencia, el coraje y la esperanza desvelando dimensiones activas y poderosas de la misma.

LA PACIENCIA NO SE TIENE, SE CULTIVA

En el caso de la paciencia el lenguaje no ayuda, pues parece que o bien uno nace con paciencia, o no hay remedio que valga. Siempre me había dicho a mi misma que no tenía paciencia. Hasta que con la maternidad me di cuenta que más me valía desarrollarla por mi bien y el de todos. Entonces sustituí el “no tengo paciencia” por el “bebo de un pozo de paciencia infinita”. A la semana, mi pareja lo notó, vaya, veo que tienes mucha más paciencia con la niña. ¡Funcionaba! De modo que un primer paso para empezar a cultivar la presencia es cambiar la narrativa que tienes respecto a ella. Si has vivido bajo la maldición de decirte que eres impaciente, puedes romper el hechizo dando la vuelta a esa creencia, sustituyéndola por una que te anime a practicar esta estoica virtud.

NO VA SOBRE TI

Al examinar escritos clásicos y textos sagrados, Caramore pone de relieve que es el arduo cultivo de la paciencia lo que tienen en común Ulises, Moisés, Abraham, Job, Krishna y por supuesto Jesús. La paciencia de cada uno de ellos se forja en las circunstancias más difíciles: a las puertas de la muerte, a punto de entrar en el campo de batalla, en medio de la enfermedad, en plena traición de quienes se hacían llamar amigos… y tiene un motor común: se enfoca en el bien superior por encima de las propias preferencias.

PACIENCIA Y SUFRIMIENTO

Es ése sentido expandido del yo lo que nos conecta a las necesidades del otro o del sistema, en contraste con lo que a uno le viene en gana, lo que nos da la motivación, el temple y la fuerza para ser pacientes. Sin embargo, la paciencia no es un rendirse a las necesidades del bien común o del otro de forma ciega. Las palabras de Shantideva sobre la paciencia – kshanti en sánscrito -, una de las seis paramitas o perfecciones budistas apuntan más allá:

No debo ser impaciente,

con el calor y el frío, el viento y la lluvia,

la enfermedad, el cautiverio y las palizas;

ya que si lo soy, el daño que me causan aumentará.

Según Shantideva la impaciencia aumenta el daño de las condiciones que causan sufrimiento. Esto es así porque en la impaciencia hay un resistir, un rechazo a lo que es. En cambio en la paciencia habita la confianza de que todo lo que sucede, todo lo que nos ocurre puede ser recibido y aceptado.

(Adam Kring, UNSPLASH)

PACIENCIA BAJO LA TORMENTA

La paciencia es la actitud que permite según Rilke1 “llevar algo dentro hasta su conclusión y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento, hasta quedar perfectamente acabado”. Aunque Rilke habla del proceso creativo, su enfoque se puede aplicar a cualquier experiencia: a la relación con un hijo, a una crisis de pareja, a una enfermedad, a una transición profesional… En estos casos no se trata tanto de hacer o no hacer, sino de poner en práctica una actitud de escucha curiosa pero sin agenda que nos permita intimar con la situación recibiéndola con amabilidad. Recibiéndola con amabilidad “como el árbol que no apremia a su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca llegue otro verano. A pesar de todo el verano llega, pero solo para quienes saben tener paciencia y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad”.

 

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(1) Cartas a un joven poeta. Rainer María Rilke

¿Eres presa de la ecoansiedad? Algunos apuntes para gestionarla

Lorena recayó en una depresión, a raíz de obcecarse en pensamientos angustiosos sobre el futuro del planeta y el de sus hijos pequeños. Sofía, persona altamente sensible, tiene que andarse con mucho cuidado antes de exponerse a noticias similares, pues tiene comprobado que debilitan su estado de ánimo.

La ecoansiedad es cada día más un factor desestabilizante de la salud mental, como señalan estudios recientes y como constato a menudo en mi práctica de coaching. Una forma de entender la ecoansiedad es considerarla  una transferencia de poder personal a los problemas del mundo, con lo que estos consumen a la persona, generando síntomas (depresión, ansiedad, adicciones…) que la inhabilitan para precisamente hacerles frente y por descontado, vivir con normalidad.

Hace años que reflexiono sobre de qué forma el dolor por el planeta nos afecta, y cómo gestionarlo, no solamente para sobrevivir, sino para vivir una vida plena y vibrante.

NORMALIZAR EL DOLOR

Para empezar, es importante normalizar el dolor que sentimos cuando tomamos consciencia del estado de las cosas. Formamos parte de la vida, somos los órganos sintientes de la biosfera y estamos todos conectados. De modo que sentir el dolor por el daño que el planeta está sufriendo, la supervivencia propia y de la especie, el impacto de la sexta extinción masiva, la creciente contaminación, el calentamiento global, etcétera,  no es una señal de que algo está mal en nosotros, sino todo lo contrario, ¡estamos vivos y por esa misma razón sentimos!

Sin embargo, dar espacio a este sentimiento, a este dolor, no es tan sencillo puesto que nuestra sociedad fundamentada en la ciencia privilegia el pensamiento y margina a las emociones, diciéndonos que lo que sentimos no es importante. En este sentido, me resulta inspiradora la filosofía de Édouard Glissant a la que llama “pensamiento del temblor”. Según Glissant, el temblor es el terror de nuestra vulnerabilidad que sentimos por lo que ocurre y es precisamente este temblor lo que nos facilita la conexión con el otro. Al aunar pensamiento y emoción, Glissant rompe la falsa y dañina dicotomía del pensamiento occidental.

(Oscar Keys, UNSPLASH)

RECIBIR LA EMOCIÓN

La clave para afrontar la ecoansiedad es dar espacio al sentir subjetivo, a las emociones que nos invaden ¿De qué emociones se tratan? Terror, ansiedad, miedo, rabia…¿Dónde las sentimos? Detectar la parte del cuerpo en la que manifiestan nos permite entrar en diálogo con ellas. Contar con soportes para dar cauce a la emoción de forma creativa también nos puede ayudar.

Recibir el dolor es también una tarea que puede, y es muy recomendable, realizarse de forma colectiva, participando en algún movimiento en forma de voluntariado, activismo o creatividad en la esfera que más le interese a uno. El proceso deviene entonces una práctica cultural, entendida como un espacio participativo en el que expresar nuestra subjetividad (con ecoansiedad o sin ella)  metabolizando las emociones y aumentando nuestra vitalidad, en palabras del filósofo Andreas Weber.

ENTRE EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO

La expresión y participación no nos garantiza que los hechos que nos llevan a la ecoansiedad se solucionen. De hecho, nada se soluciona nunca. La vida es caótica y no tiene solución puesto que termina con la muerte. Sin embargo, lo prodigioso de la participación es que nos mantiene entre la utopía y la distopía. Nos aleja de la distopía a la que conduce instalarse en la ecoansiedad. Y también nos aparta de la utopía puesto que la propia mortalidad e inercia de los retos son imbatibles. Es el espacio, entre la utopía y la distopía, entre el optimismo y el pesimismo, donde es posible conectar con el momento presente del que brota la gratitud por la vida y por poder participar, como articula la activista medioambiental Joanna Macy en El trabajo que reconecta. La gratitud es el gran transmutador de la ecoansiedad en energía para la expresión y creatividad para la acción, a la vez que genera sentido personal y vivifica.

LA AUTOGESTIÓN Y LA CATÁSTROFE INEVITABLE

Si sabes que tienes tendencia a la ecoansiedad, como en mi caso, puedes tomar medidas al respecto. Por ejemplo puedes elegir conscientemente los momentos para bucear en la actualidad, aprender a modular tu estado de ánimo, a través de prácticas de consciencia y también puedes buscar apoyo cuando sientas que algo te ha desestabilizado seriamente.

En paralelo, mantenerse en contacto con la naturaleza catastrófica de la vida es un buen antídoto para la ecoansiedad. Consiste en llevar a la consciencia la muerte – propia y de todo lo que te rodea, el hecho que las cosas tienden a desintegrarse y que la única constante en la vida es el cambio.

La participación cultural y la práctica de la consciencia nos ayudan a navegar la ecoansiedad integrando las contradicciones de vivir, lo que en palabras de Glissant redunda en “un mundo en el que todos los seres humanos y los animales y los paisajes y las culturas y las espiritualidades se iluminan mutuamente”. Un mundo, un yo, un nosotros nunca resueltos, pero temblorosamente vivos y en constante evolución.

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Comunicación no violenta o cómo desarrollar la consciencia a través del lenguaje

El lenguaje es lo que nos ha permitido delimitar la realidad y comprenderla. Sin el lenguaje el mundo sería incuestionable. No obstante, quedarse anclado en ciertos usos del lenguaje es un escollo que boicotea el desarrollo de la consciencia.

Lorena perdía a menudo los estribos con su hija adolescente. Cuando lo relataba decía que su forma de dirigirse a ella “le ponía de los nervios”. Objetivamente, existen formas de hablar odiosas, formas de hablar exquisitas y una infinitud de tonos entre ambas. Sin embargo, ¿Es verdad que a Lorena le ponía de los nervios su hija? Si observamos de cerca la realidad nos daremos cuenta que a Lorena no le ponía de los nervios su hija, sino que era Lorena misma la que se ponía de los nervios, cuando reaccionaba de cierta forma al comportamiento de su hija.

Mientras sostenemos en nuestros pensamientos formas de describir la realidad articuladas dando la culpa al otro de lo que ocurre en nuestro interior, nos alejamos de la realidad. ¿Cómo sería si cuando te das cuenta de que te estás poniendo de los nervios al hablar con tu hija, te dijeras que no es ella la que lo causa sino tu misma? Le pregunté en sesión.

(Mario Purisic, UNSPLASH)

La expresión “me pone de los nervios” corría un tupido velo en la consciencia de Lorena, dejándola con una única vía: perder los estribos, reforzando erróneamente la culpabilidad de su hija, justificando y aumentando de este modo su animosidad contra ella.

Creo que si en el momento me diera cuenta de que soy yo la que me pongo de los nervios a mi misma reaccionando así…pues no me nacería el impulso a castigarla que nos hace escalar el conflicto, y supongo que me ayudaría a calmarme. Tal vez, luego podríamos hablar como personas, me compartía.

Cambiar la forma de articular la propia experiencia mediante el lenguaje es poderoso porque nos ayuda a afinar el foco de la atención. Con este pequeño cambio, el foco de Lorena ya no estaba en su hija, en lo mal que le hablaba o lo irrespetuosa que era, echando más leña al fuego de su pelea. Al articular en su pensamiento diciendo soy yo misma la que me estoy poniendo de los nervios reaccionando a sus formas, Lorena lograba mantener la atención en su interior, aunque fuera por unos breves segundos, en los que conectar con la realidad de forma genuina y entonces ¡bam! aparecía como por arte de magia la capacidad de elección. Lorena podía elegir si seguir escalando el desencuentro, o si retirarse de la escena, tomar unas respiraciones, bajar revoluciones y retomar el contacto con su niña dentro de un rato.

Con la práctica del lenguaje consciente o comunicación no violenta, Lorena aprendió que su forma de articular la realidad en sus pensamientos tenía una potencia formidable: convertirla en víctima de su circunstancia o bien todo lo contrario, despertarla a su capacidad de agencia con un indiscutible margen de maniobra.

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