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Por qué ordenar y deshacerse de cosas es una batalla ganada

Aunque diría que soy más bien ordenada, no soy una maniática del orden. Sin embargo, una vez cada no sé cuando me entra una fiebre particular: la fiebre del orden. Este año llegó hace una semana. Con los primeros calores, veía mi armario repleto de ropa que ya no me servía, que no me ponía o que simplemente ya no iba conmigo.

No empecé de golpe y porrazo, sino que me fui preparando. Sentía crecer dentro de mi el impulso de deshacerme de cosas, ropa, zapatos y abrigos…que habían invadido mi armario a traición desde el inicio del covid y antes también. Mientras saboreaba como la energía crecía, me llegaban inspiraciones sobre la cuestión como el título del clásico de Marie Kondo: La magia del orden, o las palabras del párroco del barrio “todo lo que nos sobra es pecado”… Creé un título para el episodio que se se avecinaba: “EL GRAN DESPRENDIMIENTO” y dramática lo escribí en mayúsculas en la pizarra de casa. Sentía acercarse el momento de la verdad, hasta que un sábado por la mañana, mientras los otros estaban por ahí haciendo sus cosas, supe que había llegado. Sin dudarlo, sacrifiqué dos horas de bici de montaña por la hazaña a la que me me estaba a punto de enfrentar.

Como valiente jinete, me acerqué con determinación al escenario de la batalla. Reuní un ejército de bolsas y entré en el fragor de la lucha. Vestidos que todavía me sentaban fenomenal, mallas muy cómodas pero harapientas, ropas sedosas, lencería casi nueva…Con cada golpe, las bolsas se iban llenando como monstruos de gula insaciable mientras la maquinaria de guerra seguía imparable y yo me sentía como una vikinga probando la sangre del enemigo. Una vez quedó claro de quién era el campo de batalla, me acerqué al mismo y zafé algunas prendas que sagaces se habían arrinconado invisibles en el armario. Las entregué a las bolsas que esperaban como fieles soldados del mejor batallón. Actué sin piedad. Solté la chaqueta estilo Channel que tanto me gustaba. Me deshice de la chaqueta plumón con muchos años aunque parecía ser del futuro por estar en perfecto estado. Dije adiós a unas preciosas botas altas de piel que apenas me puse este invierno. Solté y solté hasta que me di cuenta que era la hora de comer y… no lo podía creer, ¡había terminado!

Entonces sin invitarla, llegó la paz. Los armarios se llenaron de espacio. Las prendas que pasaron la prueba tomaron su sitio como los huéspedes más honorables. Las estanterías se vaciaron como templos del pasado y… ¡tres cajones permanecieron vacíos como santuarios de un sastre!

Así te sentirás después de ganar la batalla del orden (Miguel Bruna, UNSPLASH)

Después de la lucha volví a nacer. Soy otra persona. ¡Peso menos! Y cuando me acerco a mis armarios siento una calma profunda. Tengo lo esencial. Lo encuentro todo. Es fácil decidir. La simplicidad reina.

Definitivamente el orden está infravalorado. Parece que las personas ordenadas tengan que ser aburridas o anorgásmicas y en cambio las desordenadas, las más sexis del mundo. Una amiga se enorgullecía de tener en su casa bragas sucias desperdigadas por todas partes, y le encantaba contarlo con su peculiar picardía mientras yo la miraba boquiabierta y casi compraba su moto. Pero no la compré. Porque sé bien que el orden externo es un reflejo de nuestro estado interior. Por esta razón, ordenar y desprenderse de lo que uno no necesita es una práctica que propongo a menudo en mis programas de coaching, cuando no nace de forma espontánea que es lo habitual. Jordan B.Peterson con su retadora oratoria  – en sus videos y en la regla número ocho de su último libro – nos anima a ponernos manos a la obra con este argumento aplastante: si no eres capaz de mantener tu cuarto en orden, ¿cómo puedes pretender que tu vida funcione, que tu familia prospere, progresar en tu profesión, gestionar una empresa con éxito,…o todo un país?

Así que no lo pienses más. Lánzate a la batalla de ordenar y soltar. Saldrás vencedor. Seguro.

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