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Cómo marcar límites o el arte de gestionar lealtades

Jorgelina, a quien acompañé en un programa de coaching, cuando se trataba de relaciones no concebía un término medio: o lo daba todo o no quería saber nada del otro. Le ocurría en el ámbito laboral con su jefe y colegas, pero también en el personal, con sus hijos y pareja. Esto la agotaba, llenándola de frustración.

Casi todos hemos pasado por esto y a muchos todavía nos cuesta marcar límites, sobretodo cuando se trata de personas con las que tenemos un vínculo afectivo o profesional.

Una forma de entender porque sucede, es atender al concepto de lealtad. La dificultad en poner límites, es decir, saber decir que no, modular la respuesta a algo que te piden, decir lo que piensas, etcétera responde al tipo de lealtad que generas con las personas que te rodean.

Lealtades sin examinar

No creo que existan personas tóxicas sino más bien lealtades sin examinar. Hay personas con  carisma, con capacidad de persuasión, con el hábito de criticar, personas que proyectan todo el rato, personas con problemas psicológicos, personas que ya no tenemos ganas de ver, etcétera. Una razón de la popularidad del concepto de “persona tóxica” responde a la práctica que tanto gusta de echar pelotas fuera.

En cambio si sueltas la idea de personas tóxicas y tomas el de lealtades sin examinar todo cambia. Entonces, te encuentras frente a una relación con unas reglas del juego, que te limitan y tal vez limitan al otro, pero que “has comprado”. Verlo así, te convierte en actor con la capacidad y responsabilidad de transformar estas reglas por otras mejores.

(Priscilla du Preez, UNSPLASH)

(Priscilla du Preez, UNSPLASH)

Ganar tiempo

Una forma de aprender a gestionar tus lealtades sin examinar o lo que es lo mismo, tu capacidad de poner límites consiste en practicarla. No hay otra forma. Al empezar es importante plantearte de qué forma quieres relacionarte con esta persona. Un enemigo de la gestión de lealtades es sentirte con la obligación de responder al momento cuando te preguntan algo. Si este es tu caso, aprende a decir la sencilla frase: “mmh, gracias por la propuesta, voy a pensarlo y te digo algo”.

Que no te importe decepcionar

Una vez sabes lo que quieres llega el momento de comunicarlo. Al principio, te sentirás incómodo diciéndole a tu jefe que esta semana no tendrá el informe. Te costará a horrores decir a tus padres que estas Navidades no las pasarás con ellos, o a tu pareja que vas a pasar el día de su cumple fuera. La incomodidad a la que me refiero empieza por lo físico: por ejemplo un nudo en la garganta, en el estómago, o tensiones de todo tipo. Esta tensión sube a la cabeza con todo tipo de racionalizaciones, culpabilidad y justificaciones. El modo de actuar entonces, es prestando atención a la sensación y soltando la película mental.

En cuanto a las consecuencias, tal vez te preocupe decepcionar a otros. A veces, se decepcionarán y tienes que aceptarlo. En otras ocasiones alucinarán con tu asertividad y decidirán ellos también desarrollar esta capacidad imprescindible.

Las reglas del juego de tu vida

Con la práctica, puedes llegar a convertirte en un as marcando límites o lo que es lo mismo, creando las reglas del juego de tu vida. Si lo consigues, por mucho que te cueste, ganarás seguro.

 

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