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Zuckerberg, su falta de responsabilidad y nuestros hijos

“Señor Zuckerberg, usted y las compañías aquí presentes, aunque esa no fuera su intención, tienen las manos manchadas de sangre. Tienen un producto que está matando a personas” son las palabras con las que el senador Dick Durbin del gobierno de los EEUU increpa a Zuckerberg de Meta junto a los ejecutivos de TikTok, Snap, X y Discord por no prevenir el abuso sexual de niños y jóvenes que tiene lugar en sus plataformas. La comparecencia es digna de atención por su contundencia y por revelar la limitada consciencia de los líderes de las citadas compañías. En el careo, los senadores exigen responsabilidades de las muertes y crímenes de violencia sexual que las tecnológicas han facilitado. Zuckerberg improvisa un discurso poco convincente frente a las familias presentes con fotos de sus hijos muertos. Cuando le preguntan a él y a sus homólogos sobre las normativas que se han puesto en marcha para prevenir los daños del uso de las tecnologías, las reconocen pero se niegan a acatarlas, mostrando al hacerlo su verdadera faz.

La comparecencia resulta familiar. Recuerda a los famosos juicios de las tabaqueras en las que los ejecutivos negaron una y otra vez que el tabaco fuese dañino para la salud. Resistieron y resistieron hasta que filtraron documentos del conocimiento de la industria sobre los efectos del tabaco. Y entonces tuvieron que admitirlo, pagar y acatar regulaciones. También evoca a los juicios de Dupont sobre los efectos sobre la salud de sus antiadherentes. El patrón es el mismo. Personas que dan forma a ciertas organizaciones hacen daño al prójimo ejerciendo una actividad altamente lucrativa. Frente a las múltiples acusaciones, ellos niegan cualquier responsabilidad una y otra vez, hasta que se demuestra lo contrario y tienen que asumir las consecuencias.

El director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg durante la audiencia en el Senado (José Luis Magana / LAPRESSE)

En el camino, el impacto de la irresponsabilidad empresarial es devastador. En el caso de las tecnológicas, niños son abducidos, traficados con fines pedófilos, otros para la prostitución, otros contraen enfermedades mentales que les llevan al suicidio, otros simplemente desaparecen.

Por si alguien tenía alguna duda sobre los efectos de las redes sociales y las pantallas en niños y jóvenes, esta comparecencia sube el volumen a la verdad: a las grandes tecnológicas les da igual el mal que están causando y no son capaces de regularse por sí mismas. Mientras llegan las regulaciones, a padres y familiares no nos queda otra que tomar nosotros las necesarias medidas preventivas.

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¿Te han engañado? Descubre las orientaciones clave para gestionarlo

Hace poco he recibido una buena taza del agrio caldo del engaño, y todavía lo estoy gestionando. Que nos engañen es algo a lo que inevitablemente tenemos que enfrentarnos por el hecho de ser humanos. Si no te engañan nunca es tal vez porque no haces nada, asumir riesgos no forma parte de tus capacidades o simplemente estás viviendo a medias.

El cristianismo, al igual que el budismo contiene una sabiduría sobre la vida y su orden implicado, que la humanidad – a la luz de cómo nos va- está muy lejos de aprender. Fijémonos en sus enseñanzas sobre el engaño. La historia de Jesús de Nazareth – Lucas 22– encapsula uno de los mayores engaños que se puedan concebir. En su trama a la mejor persona, Jesús, le pasa lo peor. Esto la hace significativa porque describe la naturaleza injusta de la vida y sus lecciones aplican a todo tipo de engaños.

Frente al engaño, es natural sentir animosidad hacia el que nos ha engañado, querer devolver el tanto y vengarse. Sin embargo, seguir este curso de acción nos aboca a una espiral destructiva. La alternativa que elige Jesús y que también apunta el budismo es perdonar, entendida como la capacidad de no vengarse, ni guardar resentimiento en uno. Aunque nuestro orgullo y otros nos digan que perdonar es una decisión de blandos o temerosos, es todo lo contrario: una determinación sabia y valiente.

(Hua Ling, UNSPLASH)

LA VALENTÍA DE PERDONAR

Valiente porqué lo fácil es ceder al impulso destructivo de devolver la ofensa. Casi siempre tenemos la capacidad de hacer daño al otro y para refrenar esta capacidad y transmutar la poderosa energía de la revancha hace falta una determinación de titanes. No vengarse y soltar la animosidad no significa que sigamos en la relación como antes, lo que a mi entender es imposible. Tomar distancia psicológica y/o física de la persona que nos ha engañado es necesario y recomendable.

Perdonar también es de sabios porque el que perdona sabe que devolver la ofensa o guardarla en uno mismo en forma de resentimiento es atarse a la cadena del odio con quien nos ha engañado. Aquella que transporta a los grupos mafiosos a los infiernos, constantemente asesinándose los unos a los otros. Aquella que condena por generaciones a estados que con sus guerras sacrifican a sus gentes. Aquella que nos enferma por guardar resentimiento hacia el que nos falló.

IMPUNIDAD VERSUS KARMA

Algo que suele alterarnos es pensar en la impunidad de la persona que nos traicionó. Es creer en la ilusión de que nosotros pagamos el pato mientras que el otro sigue como si nada. Sin embargo, aunque pueda parecerlo, nunca es así. Como constato cada día en mi práctica de coaching y en mi propia vida, la ley del karma – la ley budista de la causa y efecto – es implacable pero no lineal. Si engañas, tarde o temprano las consecuencias de este engaño te llegarán: puede que de la persona a quien has engañado, de otra persona o de tu interior en forma de malestar psicológico o enfermedad. Desde este conocimiento, saber que el que te ha engañado está cavando su propia tumba, puede ser suficiente para abandonar la hostilidad y desearle el bien. Si esto te suena a ciencia ficción y te sientes incapaz de perdonar, entonces prueba de simplemente a olvidar. Evita nombrar lo ocurrido, deja de regocijarte en ello, no lo revivas. Olvidar es una forma de perdonar. Con el olvido, lo ocurrido se reconfigura en nuestro interior para un día cercano o lejano, brotar a la consciencia sin rastro de animosidad y puede que hasta con gratitud.

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¿Y si tu mochila estuviese mucho más cargada de lo que crees?

Uno de mis maestros, el coach y practicante zen Rob McNamara, me dijo una vez que me hallaba en dificultades:  recuerda que siempre cargas con mucho más de lo que crees o sabes. Lo consciente, es decir lo que sabemos que nos pasa, es solo una pequeña parte de lo que realmente sucede, nos preocupa, nos angustia. También es así con lo que nos entusiasma, lo que queremos, lo que anhelamos. Lo consciente es como la parte exterior de un iceberg, mientras que la gran masa sumergida lo ocupan lo subconsciente y lo inconsciente.

Para conocer la parte sumergida del iceberg tienes que fijarte en el cuerpo.¿Qué síntomas te da el cuerpo? La semana pasada estuve con un dolor sin nombre en el lado derecho del cuerpo, seguido por una fuerte contractura en las cervicales. No recordaba haber hecho ningún mal gesto ni movimiento brusco. Simplemente mi mochila vital estaba hasta arriba y al no darme cuenta, mi cuerpo lo mostraba.

Otros síntomas de inconsciencia sobre lo que sostenemos son nuestras reacciones. Si notas que saltas a la mínima o que  respondes de forma más intensa que de costumbre, puede que estés cerca de fundir tus fusibles vitales. Para hacerte consciente de tu carga real puedes meditar, escribir flujo de consciencia, o practicar algún tipo de práctica contemplativa. Para ahondar en la importancia de la contemplación recomiendo la lectura de Vida contemplativa de Byung-Chul Han.

(UNSPLASH)

El simple hecho de tomar consciencia sobre nuestra situación, transforma nuestra relación con ella. Es el proceso de acercarnos al peso cargado que nos ayuda a aceptarlo. Sin embargo, aproximarse desde el rechazo a nuestra mochila con la intención de vaciarla es un acto agresivo y que no suele funcionar. En cambio, cuando nos acercamos con curiosidad, afabilidad y amabilidad hacia nuestra situación, la relación con nuestra circunstancia muta sutil o dramáticamente. Aunque nuestra carga no se pueda reducir, ni tampoco sea deseable – es precisamente la magnitud de lo que cargamos que nos fortalece y nos ayuda a crecer -, una vez integrada la situación emergerán opciones que antes se mantenían ocultas, tales como reajustar nuestra alineación respecto al peso, o soltar lastre de cosas innecesarias. Se manifiesta entonces que no hay nada que hacer, más allá de seguir estando presentes, con una actitud amable hacia todo lo que existe, empezando por uno mismo.

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Wish o la importancia de luchar por tus deseos

El domingo pasado fui con la familia a ver Wish: el poder de los deseos, la última película de Disney. Aunque los dibujos animados no me enloquecen y hubiese preferido ir a ver Napoleón, en la balanza personal pesó más el compartir.

La historia tiene lugar en una isla griega donde sus habitantes son muy felices porque todos sus deseos son escuchados por un guapo y benévolo rey. Sin embargo las apariencias engañan – ¡atención spoiler!: cuando a través de una ceremonia el rey recibe los deseos de los ciudadanos nada más cumplir dieciocho años, los embolsa en un conjuro mediante el cual los dueños de los deseos se olvidan de ellos y no consiguen cumplirlos. La heroína descubre la patraña y, enfrentándose a poderosas fuerzas oscuras, derrota al tirano, estableciendo un nuevo orden. Un arquetípico viaje del héroe que apunta a importantes reflexiones.

EN LA ADULTEZ EMPIEZA EL JUEGO

No es casual que en la película los deseos se entreguen al llegar al umbral de la adultez. La adultez, sea a los dieciocho o más adelante es el tiempo de dar espacio a nuestros deseos. No significa querer cumplirlos de inmediato o crear un drama si no lo logramos. Consiste en no olvidarse ellos por mucho que nuestro camino se tuerza. Si nuestros sueños fueran un hilo, el poema de Stafford Tal como es ilumina la trascendencia del proceso y la actitud a adoptar:

Hay un hilo que sigues. Avanza entre las

cosas que cambian. Pero el hilo no cambia.

La gente se pregunta qué persigues.

Les hablas del hilo.

Pero a los otros les cuesta verlo.

Mientras sujetas el hilo es imposible perderte.

Se producen tragedias; la gente se lastima

o muere, y tú sufres y envejeces.

Nada de lo que hagas puede detener el paso del tiempo.

Nunca sueltas el hilo.

Imagen promocional de Wish / Disney

EL PRECIO DE OLVIDAR TUS DESEOS

Mientras que reunir el coraje para apostar por los deseos propios, aquellos que parecen estar marcados en el ADN de uno, a menudo asemeja a dar un salto al vacío, el precio de olvidarlos es mucho más grande. En la película, las personas que han olvidado sus deseos estan a medias en la vida, han perdido parte de su presencia, de su luz y parece que una nube de confusión les acompaña. Es la narrativa del perdedor, de la persona que dice yo quería pero he tenido mala suerte, no pude terminar los estudios y ahora es demasiado tarde, tampoco encontraría un trabajo decente, puedo dedicarme a mis deseos en mi tiempo libre, etcétera.

Por otra parte, decidir ir a por nuestros deseos, no nos garantiza que vayamos a cumplirlos o que no fracasemos en el empeño. Lo único que nos asegura es vitalidad por estar en el buen combate, una vida con sentido y llegar al final con la consciencia tranquila.

Si has olvidado tus sueños no te agobies, estás a tiempo de recuperarlos. Encuentra la fuerza e inspiración para retomarlos en mi último libro: Da vida a tus sueños. Doce caminos para crecer y despertar.

 

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La parquetematización del mundo

Estas fiestas paseando por el centro de mi ciudad, a través del montaje navideño de figuras de luces y colores me sorprendió la música a un considerable volumen, villancicos por supuesto. Por un momento tuve la impresión de estar en un parque temático, luego volví a la realidad.

El día de fin de año por la mañana nos fuimos a pasear por unos bellos jardines modernistas. Una gran extensión de árboles de variada procedencia, proyectos de conservación de tortugas y aves en peligro de extinción, un aviario, ciervos y una gran población de pavos reales que campan libres. Esta vez se encontraban un gran número de ellos congregados en una explanada, habría unos cincuenta entre machos, hembras y otra especie de pavos blancos. Cinco de ellos tenían la cola desplegada mientras daban vueltas exhibiendo su colorido plumaje, en un espectacular baile de apareamiento.

(Matt Bowden, UNSPLASH)

Otra de las maravillas del lugar es un estanque con tortugas, peces y muchos patos. El estanque cuenta con un embarcadero, puentes colgantes, misteriosas cuevas y una glorieta desde la que se divisa la propiedad. ¿Mamá, dónde están los patos? No lo sé, vamos a verlo…Del estanque retumbaba la música de villancicos a todo dar, y de nuevo tuve el flash de parque temático. No había rastro de los patos ¿Qué habrá sido de ellos? ¡Mira, aquí hay dos! Oh vaya…entonces en un gran mangle divisamos a toda la colonia de ánades. Estaban entre las raíces fuera del agua, quietos como estatuas. Parecían adormecidos por el frío o tal vez aturdidos por la bulla de los altavoces.

Alguien de la gestión de la propiedad había llegado a la conclusión que la exuberante arquitectura, la rica vegetación y la presencia de los animales no bastaban para generar una experiencia suficientemente impactante en los humanos post-modernos. Había que hacer algo para que todo fuese más intenso, más fuerte, como destruir la paz y musicalidad natural del lugar con sonido a todo dar. Aunque significara cercenar la magia del lugar, aunque implicase molestar a los animales, aunque violase la quietud que muchas personas iban a buscar justamente allí.

La parquetematización del mundo se apropia de espacios vitales, erosiona el silencio y mediatiza nuestra experiencia, empobreciéndonos.

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Navidad es hacer algo más para alguien

En una comida de trabajo navideña se comentaba la pérdida generalizada de valores. Los valores se pierden con la ausencia de práctica religiosa, espiritual o de otro tipo que los encarne a nivel comunitario. La Navidad es una ocasión para ahondar en los valores propios a través de la tradición cristiana. En el artículo anterior exploraba la generosidad, la sencillez y la gratitud. En este artículo sigo con la solidaridad, la paz y la confianza.

SOLIDARIDAD

La solidaridad es la capacidad de adherirse a una causa común, más allá de aquello que nos atañe directamente a nosotros o a nuestro clan familiar y de amigos. En la Navidad fueron solidarios los Reyes Magos, iniciando un largo viaje desde sus lejanas tierras y también los pastores. De modo que la solidaridad la encarnan tanto personas ricas como pobres. Es fácil decirse, yo aquí no puedo aportar nada. Sin embargo, la solidaridad nos hace ver que cuando somos capaces de ponernos en el sitio del otro y empatizar con su situación, nuestra presencia y apoyo moral marcan la diferencia.

(Gareth Harper, UNSPLASH)

PAZ

Jesús nace en medio de paz, trae paz, es un símbolo de paz. La paz de la que derivan todas las paces y que está en nuestras manos es la paz interior. La paz interior puede ser alterada por muchos factores. El budismo apunta a cinco frenos a la paz mental: deseo sensual, ira, pereza, inquietud y duda. Cada uno de estos frenos dinamita nuestra paz interior con sus destructivas consecuencias. Familiarizarnos con los frenos que más nos dominan es una forma de practicar la paz interior y llevarla a nuestro entorno.

CONFIANZA

En la Navidad, en el momento de mayor oscuridad llega la luz. La confianza es la convicción profunda que no importa lo que nos llegue en la vida, tenemos los recursos para recibirlo y gestionarlo para bien. La confianza consiste en aceptar lo que hay sabiendo que en cualquier caso es pasajero y que, aunque a veces cueste verlo, la vida está de nuestro lado.

La confianza no es algo que se tiene o no, sino que es una práctica a renovar. Una forma de hacerlo es construir una visión positiva de nuestras vidas, y traerla a la consciencia una y otra vez. Es la práctica de la oración.

Para Charles M. Schulz, el dibujante estadounidense, la “Navidad es hacer algo más para alguien.”. La práctica de la generosidad, la sencillez, la gratitud, la solidaridad, la paz y la confianza nos pone en camino para lograrlo.

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¿Cansado de ser miembro de la liga anti-Navidad? Sal de ella con estas pautas

Betina a quien acompañé a través del coaching al acercarse estas fechas me decía toda seria y con un toque de indignada que se profesaba miembro de honor de la liga anti-Navidad. Betina odiaba la Navidad y evitaba todo lo relacionado con ello, especialmente las lucecitas, las comilonas y la histeria consumista. Era alérgica a la caricatura de la Navidad, la imagen que la cultura dominante nos quiere vender de ella. Sin embargo, podemos inventar nuestra propia versión de la Navidad, sin necesidad de hacernos miembros de la liga.

Mi versión preferida de la Navidad es la de los árboles de hoja caducos. En su radical desnudez, sueltan todo lo muerto, mientras descansan en el frío y la creciente oscuridad. Soltar lo que sobra, vaciarme para mirar adentro, dar espacio a la quietud invernal con su peculiar tristeza, descansar y pasar tiempo con los más cercanos. Contemplar la tradición cristiana me ayuda a enraizarme en el gran arco de generaciones del que formo parte. La fiesta más grande del Cristianismo nos incita a encarnar valores como la generosidad, la sencillez, la gratitud, la solidaridad, la paz y la esperanza.

GENEROSIDAD

La Navidad invita a extender nuestra generosidad con las personas de nuestro entorno y más allá. Todos tenemos alguna forma preferida de tacañería o muchas a la vez. Podemos ser tacaños con el dinero, con nuestro tiempo, con las cosas que hacemos por los demás, con lo que acumulamos…La tacañería nos contrae como al Scrooge de Cuento de Navidad, cerrándonos el corazón. Prueba a extender tu generosidad a través de gestos que normalmente no haces: dejar una buena propina, regalar un aguinaldo a alguien que no lo espera, dar tu tiempo a alguien que lo necesite, regalar palabras apreciativas que normalmente callas, dar largos abrazos….

(PIXABAY)

SENCILLEZ

La figura de Jesús y su entorno son un testimonio de sencillez. Nace en la periferia, sus padres son pobres, el día de su nacimiento solo les queda alojarse en un establo, su cuna es un comedero para animales… La austeridad en las formas de la llegada de Jesús no es casual. Señala que lo importante no es lo material. Hace un par de días cené con una amiga en un restaurante al que no había ido nunca. Lo busqué por internet y resultó ser algo muy distinto de lo que decían las reseñas. Las dos íbamos con una idea en mente de lo que sería la comida que resultó equivocada. Sin embargo, darnos cuenta de ello, nos permitió fijarnos en la verdadera razón del encuentro: celebrar nuestra amistad. Con la comida fuera de la ecuación, esta verdad brilló intensamente porque la sencillez magnifica lo importante.

GRATITUD

Una figura que ejemplifica una gratitud profunda es María, la madre de Dios. Embarazada fuera del matrimonio, pobre, en tránsito, sin un techo firme bajo el que dar a luz,…y sin embargo rebosante de gratitud por haber recibido el milagro de la vida. La gratitud nos pone en contacto con la gratuidad de la vida: respiramos, nos relacionamos, nos caemos, nos levantamos, aprendemos…Es fácil sentir gratitud por las bendiciones, pero ¿y por las dificultades? Es justo preguntarse: ¿Como puedo sentir gratitud por los abusos sexuales que sufrí de pequeño, cómo puedo sentir gratitud por la pérdida de mi madre a raíz de una enfermedad, cómo puedo sentir gratitud por el hecho de estar en el paro, cómo puedo sentir gratitud por el dolor de espalda que no se va? Pues porque el resentimiento – lo contrario a la gratitud-  por cualquiera de estas circunstancias nos convierte en víctimas, estrechando nuestro flujo vital y empeorando todavía más las cosas. No importa cuán difícil sea nuestro momento, siempre hay por lo que estar agradecido y la Navidad nos invita a hacerlo de forma radical.

Continúo con la solidaridad, la paz y la esperanza en el próximo post.

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El hambre es el antídoto

En el clásico para creadores El camino del artista de Julia Cameron, una de las ideas principales es que para crear tienes que pasar hambre, es decir, aburrirte, no consumir contenidos, tener espacio y tiempo sin llenar. El impulso creativo nace del interior de uno pero solo se puede escuchar y seguir si existe suficiente espacio interior.

Sin embargo, en la sociedad digital el espacio interior de cada uno se consume rápidamente por series, redes sociales, noticias, y un largo y virtual etcétera. Lo trágico es que el espacio interior no es solo necesario para crear, sino para cultivar relaciones significativas, criar hijos, distinguir lo prioritario, tener sentido crítico…es decir, para vivir una vida plena.

(Lachlan Gowen, UNSPLASH)

A raíz del movimiento Adolescentes libres de móviles en el que participo, comentábamos con otras familias que proteger a nuestros hijos de las pantallas hasta que puedan hacerlo por ellos mismos es una de las luchas que nos ha tocado por haber nacido en este espacio y tiempo. Sin embargo, más allá de los niños, esta batalla es también para todas las personas que viven en esta época. La contienda se organiza en dos claros frentes: uno se deja colonizar por lo virtual o no.

Cuando lo virtual nos consume, nuestra inconsciencia crece,  las relaciones personales se resienten, aumenta el miedo, empeora la salud mental. Darte cuenta de que estás eligiendo esto es el primer paso para tomar cartas en el asunto y ayunar de pantallas.

Y es justamente cuando el hambre de contenidos empieza a apretar en forma de aburrimiento, ansiedad o nerviosismo que se abre la oportunidad de escuchar qué es lo que quiere este hambre, es decir tus deseos, tus sueños, tus anhelos.

Para volver a la vida el hambre es el antídoto.

 

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El regalo que el miedo esconde

Una vez un hombre caminaba de noche por un sendero. De pronto vio una serpiente enroscada y decidió dar media vuelta. A la mañana siguiente, al volver al mismo camino descubrió que en realidad la serpiente no era tal, sino una cuerda enroscada. Esta parábola de la filosofía Vedanta ilustra cuán errada puede ser nuestra percepción y en consecuencia nuestras acciones.

Esta semana ha sido una semana de miedos grandes, en relación a temas personales y colectivos. El miedo me contrae y me hace respirar de forma superficial. El transcurrir del momento cobra matices de película de suspense, mientras a mi alrededor se arman desesperadas tramas.

Aunque hace unos años, dando por reales mis interpretaciones, habría pasado a la acción de inmediato, en esta ocasión pude enfocarme en la historia que contaban mis miedos. Respirar hondo, no hacer nada aparte de descansar en la incertidumbre, y pedir lo contrario a la historia del miedo a través de la oración.

(Michael Dziedzic, UNSPLASH)

Mientras que el miedo susurraba todo aquello que no quería que pasara, es decir una visión terrible, era precisamente esa visión la que me informaba de lo que realmente quería. Aquello que nos da miedo que ocurra si le damos la vuelta, nos informa de aquello que deseamos, de nuestros sueños.

Es entonces cuando miedo, visión y oración se encuentran. El miedo informa de lo que tiene valor, la visión es la realidad positiva al otro lado de la proyectada por el miedo y la oración consiste en centrarse en esa visión, una y otra vez, generando así las condiciones para darle vida.

A los pocos días descubrí que uno de mis miedos no era una serpiente, sino una cuerda enroscada. Mi cuerpo se deshinchó como un balón. Me sentí un poco ridícula por el agudo sesgo de mis percepciones y también agradecida por el regalo que esconde el miedo: una visión a cultivar.

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El arte de esconderse o por qué tu timidez es un valor al alza

Personas cercanas y no tan cercanas a menudo me recriminan no tener el móvil siempre encendido. Eres de las personas menos disponibles…Claro, te llamo y raramente respondes. Al principio me defendía diciendo que siempre respondo a la llamada cuando la veo, sin embargo, hace ya tiempo que dejé de hacerlo. Me di cuenta que no estar disponible en la sociedad de la transparencia y la productividad es contracultural.

La accesibilidad en las comunicaciones ha facilitado la eliminación de distancias relacionales. La distancia relacional se erosiona cada vez que al conocer a alguien, te busca por redes y empieza a chatear contigo como si fueseis amigos de toda la vida. Se genera entonces una forzada intimidad que a menudo es atractiva por una parte, pero indeseada por la otra.

Te contacta un conocido de la facultad al que no has visto en veinte años, con el que hablaste contadas veces. Te interpela como si el tiempo no hubiese pasado. La parte que toma la iniciativa espera, casi exige, que se le responda de inmediato. Y tú, te sientes mal, casi con la obligación de ser educado, pobre, que no se ofenda. Sin embargo él no se plantea si está siendo invasivo o agresivo. Ante esta situación, te queda seguir con el código de la transparencia, diciendo que no te sientes cómodo, o escuchar a tu timidez.

(Crazy Cake, UNSPLASH)

En nuestros días, la timidez es un raro valor al alza. La timidez nos invita a velar la transparencia y volvernos invisibles durante unas horas, unos días. No compartir, no decir, no opinar de forma pública, en la red y tal vez de ninguna otra forma. La timidez es la guardiana del espacio interior, del tiempo de soledad para saber quien eres, lo que te da sentido y cómo llevarlo a cabo. La timidez es la que te permite decir hola al miedo real de perderte en lo exterior, sea lo exterior las relaciones con otros, lo virtual, un exceso de información o de pantallas. Al recibir al miedo, puedes honrar su inteligencia y tomar cartas en el asunto. La timidez es la puerta de la espiritualidad. Aquello que nos permite contactar con lo trascendente y llevarlo con nuestro gesto a la luz del mundo.

Mientras que la transparencia afirma que todas las cosas son iguales, todo tiene el mismo valor y tienes que estar abierto las veinticuatro horas del día, la timidez con su sabiduría es la maestra de los matices: esta relación es importante y esta no tanto; esto te hace vibrar, esto te deja indiferente; para esto tienes energía, para esto otro muy poca…

Aunque siempre hayas escuchado lo manido anda no seas tímido, no te engañes, la timidez is the new black. No dejes que te la arrebaten 😉

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