Archivo de abril, 2023

Tus valores, bautizos, bodas, comuniones y otras fiestas de guardar

Tengo suerte de vivir cerca de uno de los monasterios cistercienses más bellos de España, el monasterio de Poblet. Cuando nos visitan amigos o familiares, a menudo les llevamos allí y siempre aprendo algo. En una visita reciente, al visitar la sala capitular el guía nos explicaba que allí se reunían y se reúnen los monjes a leer la regla de San Benito que rige el monasterio. ¿Cada cuánto lo hacen? le pregunté. Cada día, me respondió, lo que me impactó sobremanera.

Los monjes cistercienses, desde hace siglos, cada día revisan, estudian y recuerdan la forma en cómo han de vivir. Por que los monjes cistercienses, como tantas órdenes religiosas o espirituales, conocen la importancia de estar en contacto con los principios de uno. Para mi, las fiestas y celebraciones religiosas son una forma de estar en contacto con estos valores. La primera comunión de mi hija que próximamente celebraremos, nos brinda la oportunidad de comentar valores cristianos con cierto énfasis, sin ir más lejos este mediodía con los diez mandamientos.

Los diez mandamientos son un código ético fundamental. No hace falta ser creyente para vivir según los diez mandamientos. La forma en cómo le fueron “revelados” a Moisés enfatiza la sabiduría que contienen. Según el Éxodo, para el pueblo hebreo durante el tiempo en el desierto después de la huida de Egipto, los conflictos proliferaban por no contar una autoridad superior. Moisés actuaba de juez, resolviendo los problemas de la gente, deliberando entre el bien y el mal. Después de realizarlo innumerables veces, subió al Monte Sinaí y los diez mandamientos le fueron revelados, o lo que es lo mismo: destiló unos principios según los cuales la vida de uno y la vida en comunidad florecen.

(Leonardo Miranda, UNSPLASH)

En mi práctica de coaching constato a menudo las consecuencias de mentir. Tomemos por ejemplo el valor del habla correcta, una de los componentes de la conducta ética recogidos en el budista Noble camino óctuple. El habla correcta engloba el mandamiento cristiano No darás falsos testimonios ni mentirás. Cuando una persona miente entra en un terreno pantanoso a nivel de consecuencias y estado mental, acorde al abasto de la mentira. Mentir es una forma de intentar manipular la estructura de la realidad. Pero la realidad es tozuda y poderosa, de modo que nos devuelve como un boomerang los efectos del acto en forma de consecuencias devastadoras.

El hecho que la mayoría de valores religiosos converjan en una ética universal apunta a su naturaleza intrínseca en nosotros. El maestro budista Reggie Ray explica que cuando una persona se ilumina, lo que descubre dentro de sí, son precisamente los valores universales, como si siempre hubiesen estado allí. Esta realización invita a relacionarnos con los valores como si fueran principios que ya anidan en nuestro interior. Principios que precisan ser recordados con frecuencia. Una forma de hacerlo es indagando sobre los valores y principios que sostienen a celebraciones como los bautizos, comuniones, bodas y otras fiestas religiosas. Cuando vayas a participar en cualquiera de ellas, te invito a preguntarte y a averiguar: ¿Cuál es el motivo de esta celebración? ¿Cuál es la intención? ¿Qué valores la sustentan? ¿Cuál es mi relación con los mismos? ¿Qué podría hacer de forma distinta?

Al responder a estas preguntas, las celebraciones dejarán de ser una fiesta sin más para tener otro significado y tal vez una nueva profundidad.

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Mujer no te engañes, el consentimiento no te protegerá de abusos sexuales

El documental El techo amarillo dirigido por Isabel Coixet arranca cuestionando la utilidad del consentimiento sexual de la voz de sus protagonistas. Mujeres ya adultas que se vieron atrapadas en la compleja telaraña del abuso por parte de su maestro Antonio Gómez en el Aula de Teatre de Lleida, cuando muchas de ellas apenas tenían quince años.

A ellas el consentimiento no solamente no les sirvió sino que fue totalmente irrelevante. En su caso, los abusos se enmarañaron en una relación de admiración hacia su manipulador maestro, aspiraciones de éxito, inexperiencia, desidia de las autoridades y un largo y complejo etcétera, como detallan la investigación de Albert Llimós y Núria Juanico y el mismo documental.

(Vincent Battault, UNSPLASH)

Aunque el consentimiento es una buena idea sobre el papel es una pésima idea para prevenir los abusos sexuales como demuestra aplastante, la realidad. Hacer creer a mujeres jóvenes y adultas que el consentimiento las protegerá es un engaño. Esto es así porque la cultura se come el consentimiento con la primera copa.

La cultura es el agua en la que nadamos, y que sin palabras nos dice cómo comportarnos, lo que se puede esperar, lo que se puede decir, lo que es adecuado…casi todo a nivel inconsciente. Y en el terreno del sexo, la cultura en la que estamos inmersos es la cultura heredada de la revolución sexual con su gran protagonista: el sexo informal. La cultura del sexo informal, amplificada por los medios y adoptada por el feminismo progresista, proclama que el sexo es algo como cualquier cosa, eructar o comerse una hamburguesa con patatas. Y cuando el sexo se convierte en algo banal culturalmente, los abusos sexuales campan a sus anchas.

En El techo amarillo, Míriam relata como el maestro la persuadió después de invitarla a cenar: “Cuando nos tocó volver a casa (···) me dijo, ¿quieres subir a mi casa, a ver una película? (···) realmente me creí que íbamos a ver una película.” Cuando subió a la casa y ocurrió el abuso, la cultura del sexo informal se había apropiado de la escena y el consentimiento no estaba por ninguna parte.

Como tantas, las valientes testigos de El techo amarillo demuestran que para prevenir los abusos sexuales el consentimiento es inútil y engañoso. En su lugar, necesitamos cuestionar ferozmente la cultura del sexo informal y plantearnos el sexo, un terreno en el que se conjugan la integridad de la persona y la generación de nueva vida, como algo a ser tomado en serio.

 

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¿Te preguntas qué hay más allá de Netflix? Te estás haciendo la pregunta correcta

Regreso de unos días en los Pirineos llenos de senderismo, lectura y tiempo en familia. En siete días hemos visto una película juntos. El último día queríamos premiar a mi hija con otra peli, pero me dijo, lo siento mamá prefiero irme a jugar, la vemos otro día ¿vale? Sus palabras me hicieron recordar a las de mi abuela cuando al independizarme decidí no tener tele. Ella me dijo, bien hija, tu no necesitas tele porque estás viviendo la vida de verdad, la tele es un sucedáneo. Mi hija tampoco necesitaba el sucedáneo.

A menudo me siento tentada a ver contenidos audiovisuales antes de acostarme aunque solo sea por compartir en familia. Luego recuerdo sus efectos: tensión física, preocupación o simplemente activación mental. La mayoría de veces logro conectar con lo que me va bien antes de acostarme: mantenerme en una actitud relajada, ligeramente reflexiva, leer un poco o meditar.

Pantalla de tele

(Mollie Sivaram, UNSPLASH)

En la vida de cada persona existen dos sentidos fundamentales. El sentido externo, de relaciones, acción, trabajo, ocio…Y el sentido externo de silencio, soledad, introversión, reflexión. Ambas dimensiones necesitan ser cultivadas y equilibradas. El problema de nuestra cultura es el desmesurado énfasis en el exterior. La parte exterior es necesaria, pero cuando no deja espacio a la parte interior nos convertimos en alienígenas en nuestra propia piel. Estando todo el rato en los otros, en lo de afuera, en la evasión, desconectamos de nuestro ser, lo que cuando no tiene consecuencias devastadoras (como problemas de salud mental, etc.) , en el mejor de los casos redunda en felicidad superflua. La felicidad superflua es como el fast-food. Te llena pero no te alimenta.

En cambio, cuando equilibramos nuestra vida con tiempo de calma, silencio e introspección ganamos sentido existencial. El sentido existencial es como la comida de la abuela: te alimenta, te fortalece y te ayuda a evolucionar.

Más allá de Netflix -o de cualquier pantalla – no está otra plataforma. Más allá de Netflix está el silencio, la soledad, la introspección. Más allá de Netflix estás tú.

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Ana Obregón y el egoísmo de los genes

Ana Obregón ha explicado que no, que ella no es la madre de la niña, que es la abuela. La niña ha sido concebida en un vientre de alquiler, usando el óvulo de otra mujer y el semen de Aless, el difunto hijo de Ana. Este hecho invita a pensar que tal vez el trastoque de la socialité no sea tan grande, al menos sabe que no tiene edad para ser madre. Sin embargo, la cuestión de qué pasará con la niña cuando ella no esté, que tanto debate generó cuando se pensaba que era ella la madre, sigue en plena vigencia.

El caso de Obregón no es banal porque las personas famosas tienen una doble responsabilidad. La primera responsabilidad es con su vida, como el resto de la humanidad. La segunda, porque su mayor exposición a los medios de comunicación, las convierte en modelos sociales que muchas personas imitan.

Ana Obregón

(Ana Obregón, REDACCIÓN)

Tener hijos o no tenerlos es una cuestión fundamental para cualquier ser humano y, sin duda, responder a ella le cambia a uno la vida para siempre, en un sentido u otro. Con el acceso a la contracepción y el acceso masivo de las mujeres a la educación la fertilidad ha decrecido de forma dramática. Las mujeres tenemos menos hijos y los tenemos más tarde. En este contexto, cuando las dificultades aparecen, los tratamientos de fertilidad ayudan en algunos casos a hacer realidad el deseo de procrear. Los tratamientos también dan respuesta a la expansión de los modelos familiares, familias monoparentales o entre personas del mismo sexo que también desean procrear. Siento una gran compasión por personas que quieren tener hijos, por el motivo que sea les cuesta y se esfuerzan por tenerlos, pues también estuve en esta situación.

A nivel colectivo y político se facilita que uno pueda tener hijos con sus propios genes, lo que favorece a la industria de la reproducción asistida: en España en 2020, treinta mil bebés nacieron de reproducción asistida. Una de las consecuencias de ello son los miles de embriones congelados – en España en concreto sesenta mil – esperando a ser descongelados. Por otro lado, abortar es relativamente fácil y poco cuestionado, lo que explica su elevada tasa en España: noventa mil mujeres realizaron un aborto en 2021. En el caso de embriones congelados estos seres tienen su vida en el limbo. En el caso del aborto, la posibilidad de vivir por parte del ser concebido fue negada. Por otro lado, adoptar  – y lo sé por experiencia – es un proceso difícil, costoso y lleno de incertidumbre. Frente a todo eso, no hay que ser un genio para darse cuenta de que como sociedad, algo se nos está escapando. El caso de Ana Obregón y otros tantos casos anónimos nos invitan a considerar la cuestión de procrear y la generación de vida en toda su complejidad. Nos instan a considerar la vida en mayúsculas y a tratarla con la reverencia que se merece, algo, que a mi entender, no estamos logrando.

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