Archivo de julio, 2022

Llegan las sonrisas saharauis

Hoy llegan más de un millar de niños del Sáhara Occidental refugiados en Argelia, de entre ocho y doce años a pasar el verano con familias españolas. El programa Vacaciones en Paz se reactiva después del parón de dos años a raíz de la pandemia y con un retraso de casi un mes.

El lugar de residencia de los niños es el campo de refugiados de Tinduf en Argelia, donde las temperaturas en verano rozan los cincuenta grados durante el día, lo que convierte en ridícula la actual ola de calor europea. El programa de Vacaciones en Paz tiene múltiples objetivos: evitar las altísimas temperaturas, hacerles un chequeo de salud, mejorar su alimentación y crear puentes entre el pueblo saharaui y el español.

Niños y niñas saharauis

(Jaume, HAMMADA Amics Poble Sahrauí)

El problema del Sáhara Occidental no es complejo. Es sencillo y se puede resumir de la siguiente forma. Gobiernos españoles débiles e incompetentes empezando por Franco hasta llegar a la democracia, no importa qué color, toman decisiones cobardes y abandonan al pueblo saharaui – ex colonia española – a su suerte, cediendo a los intereses de Francia y EEUU, instrumentalizados por el corrupto gobierno marroquí. Este año, el gobierno de Sanchez ha dado otra estocada al pueblo saharaui, alineándose con Marruecos.

Aunque los gobiernos engañen y traicionen, al igual que la hierba termina abriéndose paso a través del cemento, los vínculos humanos son imposibles de contener, y estos niños llegan a España, y al hacerlo cambian la realidad de muchas familias y su consciencia. El programa Vacaciones en Paz empezó de la mano del Frente Polisario, y hoy tiene raíces en las asociaciones de amigos del pueblo saharaui repartidas por toda España.

Mientras el conflicto no se resuelve, el pueblo saharaui resiste en Algeria en unas condiciones extremas. La llegada al poder de políticos con el coraje de hacer valer la justicia y con las agallas para afrontar la resolución de este vergonzoso conflicto es improbable pero no imposible. Quién sabe, tal vez será una mujer o un hombre que habrá compartido las vacaciones con un niño o una niña saharaui. En cualquier caso, encarnando cándidamente el modo en que lo personal es político, las sonrisas saharauis llegan hoy a España, lo que es sin duda, una gran noticia.

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¿Empiezas una relación íntima estable? Asúmelo, discutir es vuestra tarea fundamental

En el universo no existen dos planetas de igual masa, diámetro y composición. Los planetas están en movimiento entre sí y es la tensión  gravitacional lo que los mantiene en órbita. Los humanos, como cuerpos terrestres – y cósmicos- que somos, también funcionamos de una guisa similar. Cuando entramos en relación, la distinta naturaleza y estadio evolutivo de cada uno determinan la forma y el tipo de la dinámica de la relación.

Pablo, a quien acompaño a través del coaching, me comentaba en sesión: “desde que empezamos a salir hace dos años me dejado llevar bastante por Luis – su pareja-, pero ahora con la paternidad a la vista, siento que no puedo seguir así y que tengo que empezar a expresar más mis deseos y necesidades. El problema es que cuando lo hago, Luis se enfada” me decía contrariado.

INTIMIDAD

Entablar una relación íntima – de pareja o de amistad – solo es posible cuando hemos desarrollado una identidad mínimamente autónoma, es decir, saber quién soy, mis valores y lo que quiero. Con la intimidad, al reconocernos como un ser diferente, nos abrimos a otra persona. En este abrirnos pueden suceder dos cosas contrapuestas. La primera es que uno de los dos, afloje su identidad para fundirse en el otro, lo que resulta, por muchos motivos, un grave error. La segunda opción y la deseable, es que el sentido de identidad de ambos se expanda y transforme para incluir a la relación.

Hombre y mujer discutiéndose

(Afif Kusuma, UNSPLASH)

DISCUTIR PARA CRECER

¿Pero cómo ocurre esta expansión de identidad? Pues a través de la confrontación y la tensión. Cada persona es un planeta con una particular forma de funcionar o cultura familiar. Para expandir el propio sentido de identidad es necesario confrontar y explorar conjuntamente la cultura familiar de cada uno para crear una que funcione para la relación.

Al comentario de Pablo en referencia al enfado de Luis le dije “Me parece normal que se enfade. Discutiros es vuestra tarea principal ahora que la relación se ha vuelto estable. Pelear sin dejar de amaros”. Cuando hablo de discutir, me refiero al proceso de crear la propia cultura de pareja/familia a través de conversaciones. Este proceso, que en parejas que funcionan está siempre vivo, no es un proceso fácil, ni relajado, pero es imprescindible para que la relación funcione y sus miembros florezcan en ella.

CUIDADO CON EL CORTOCIRCUITO

El problema de la necesidad de discutir para generar una nueva cultura familiar es que nos pilla desprevenidos. Nadie nos avisa que esta va a ser una de nuestras tareas al entrar en una relación comprometida y que está bien que así sea. Por esta razón, cuando surgen las peleas, y sube la tensión en relación, nos atacan todo tipo de pensamientos del estilo: “esto no a funcionar”, “si fuese el amor de mi vida no sería tan difícil”, “otra vez una pelea…vamos de mal en peor”…que pueden cortocircuitar el proceso.

Cuando te encuentres en esta situación, te animo a soltar cualquiera de los pensamientos anteriores y en su lugar tomar la perspectiva: “estamos frente a una oportunidad de crecimiento mutuo, que sentará las bases para todo lo que vendrá. Voy a hacerlo lo mejor que pueda.” Porque así es. Encarar las diferencias y tensiones cuando es el momento es como tener a la relación en el gimnasio haciendo pesas: la intimidad se os dará cada vez mejor. Además, contar con una relación sólida y auténtica es de las cosas que más sentido dan a la vida y un ingrediente básico para llegar a la madurez de forma generativa.

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Sentido de identidad: una de las tres encrucijadas clave para ser feliz

Cuando de niño le preguntaban a John Lennon qué quería ser de mayor, contestaba “feliz”. Entiendo la felicidad como plenitud vital siempre en transformación. Pero como demuestran estudios de desarrollo humano, la plenitud vital no se obtiene buscándola directamente, sino enfocándonos en dimensiones que de forma indirecta conducen a ella, con su particular sabor en cada etapa vital.

En mi artículo anterior exploraba dos formas contrapuestas de llegar a madurez y más allá: siendo generativo, es decir “invirtiendo los propios esfuerzos en formas de vida y trabajo que sobrevivirán a uno”. O bien estancado, con una vida pequeña, limitada y motivación casi nula. El camino que lleva a uno u otro destino, está marcado por tres encrucijadas clave: sentido de identidad, intimidad, consolidación del trabajo.

SENTIDO DE IDENTIDAD

El sentido de identidad es la respuesta a la pregunta: ¿Quién eres? ¿Qué valores, preferencias políticas, gustos musicales y pasiones encarnas? El sentido de identidad es importante porque nos permite relacionarnos con el otro y con el mundo sin fundirnos en él. Como yo sé quien soy, me puedo compartir y me puedo acercar a ti sin miedo y con curiosidad.

Como constato cada día en mi práctica de coaching el desarrollo adulto no es lineal y cuenta con múltiples barreras. Tener un carácter excesivamente complaciente, empezar a vivir en pareja de muy joven, vivir con los padres demasiados años y otras circunstancias nos pueden llevar a cometer dos de los errores más comunes que impiden el sentido de identidad propio. El primero es adoptar el plan de vida que tus padres han diseñado por ti, el que te ha vendido la sociedad, o el que ha marcado tu pareja. El segundo error es adoptar el sentido de identidad de tus padres o pareja, es decir sus valores, gustos, preferencias políticas, hábitos…sin cuestionarlos.

(Noah Silliman, UNSPLASH)

Lo fascinante del desarrollo adulto es que si queremos, y encontramos una buena guía, podemos recuperar hasta cierto punto, el eslabón perdido de nuestra evolución. En el caso del sentido de identidad, ¿Cómo se puede conseguir? Pues con la distancia. La separación es crucial porque nos permite distinguir lo que somos del resto. Cuando hablo de separación hablo de separación sostenida del sustento económico, residencial, ideológico y social de tu familia de origen. Si todavía vives con tus padres, puedes (y tienes) que independizarte para saber quién eres. Aunque pierdas en nivel de vida, esto no es nada comparado con lo que vas a perder si no lo haces: tu propio sentido de identidad, la fuerza de tu unicidad.

Si tu identidad está fundida a la de tu pareja, una práctica para remediarlo es preguntándote a menudo, ella piensa así, pero ¿Cuál es mi opinión, deseo o preferencia? En situaciones de convivencia como la anterior, tomar distancia física ayuda. Cambiar de habitación o irse a dar un paseo para literalmente aclarar las ideas propias. Otra práctica que recomiendo a las personas que acompaño que están desarrollando su sentido de identidad y su pareja tiene una personalidad arrolladora es practicar el acercarse al otro y expresar la forma distinta que uno tiene de percibir o de comprender cierto asunto. Al hacerlo vamos desarrollando el músculo de sentirnos cómodos en la diferencia.

El proceso de generar un sentido de identidad propio no es cómodo, ni divertido. Tampoco tiene porque ser terrible. Sin embargo requiere un esfuerzo. En cualquier caso es imprescindible para crecer y evolucionar como personas y dar con la felicidad a la que aludía Lennon: la plenitud vital que tú, como cualquier otro ser, también anhelas.

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¿Estancado o generativo? Dos formas opuestas de llegar a la tercera edad

Observar los ciclos de vida de las personas, comprenderlos y discernir las encrucijadas relevantes siempre me ha fascinado. Por esta razón no es casual que acompañar a personas a mayores niveles de plenitud vital sea mi vocación, que practico cada día a través del coaching.

Al considerar el ciclo de vida de una persona, existen dos dimensiones: el total de años vividos y la calidad de los mismos. Las dos no van juntas. Todos conocemos a personas que vivieron plenamente dejando la vida a una edad temprana y otras que vivieron muchos años pasando con desgana por este mundo. En términos generales tenemos dos tipos de llegada y travesía del periodo de los 65-80 años y más allá. Entre los dos existen todo tipo de grises que en aras a hacer el artículo relevante, no voy a incluir. Siguiendo la teoría del psicólogo Erik Erikson, aplicada por el psiquiatra G.E.Vaillant en su famoso estudio de 268 hombres a lo largo de varias décadas1, a la tercera edad se llega de dos formas mutuamente excluyentes:

ESTANCAMIENTO

La primera forma es llegar a estas franjas de edad sintiéndose estancado. Por ejemplo Nora dejó de trabajar de secretaria a los cincuenta años de edad, cuando su esposo falleció de un trágico accidente. Mientras que hasta el momento había compaginado la crianza de sus dos hijos y el trabajo, al estar en un momento emocional difícil a raíz de la perdida y el hecho de disponer de una renta con la que subsistir decidió salir del mundo laboral. A los pocos años llegaron los nietos y sus hijos se apoyaron en ella intensamente. Sin desarrollar aficiones ni amistades profundas, cuando los nietos fueron mayores, su vida se vació sustancialmente. Nada la motivaba especialmente, y ocupaba gran parte del tiempo leyendo y viendo la tele.

GENERATIVIDAD

La segunda forma de llegar a la tercera edad es siendo generativos. Azucena es un claro ejemplo de generatividad2, entendida como la capacidad de “invertir los propios esfuerzos en formas de vida y trabajo que sobrevivirán a uno”. Azucena también tuvo dos hijos y quedó viuda a los cincuenta y pocos. Sin embargo no dejó de dar clases de historia en el instituto, a la vez que criaba a sus hijos. Cultivó amistades cercanas, a la vez que participaba en la esfera cultural de forma creciente, a medida que sus hijos se hacían independientes. Al jubilarse, Azucena entró formar parte como voluntaria del consejo de un ente cultural, organizando actividades y foros de todo tipo, que sumaban a su ya activa vida social y cultural. La llegada de los nietos fue otra alegría para Azucena, entre las muchas que disfrutaba.

Mujer leyendo con lupa

(Clement Falize, UNSPLASH)

TRES ENCRUCIJADAS CLAVE

¿Cuál es la diferencia entre Nora y Azucena? La respuesta no es una sola, sino una combinación de tres factores clave3. Tres  dimensiones que cada uno tiene que cultivar, para llegar a la tercera edad con integridad: sentido de identidad, capacidad de intimidad y consolidación en el trabajo.

Te cuento como tomar o reconsiderar cada una de estas encrucijadas en mi próximo post 😉

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(1) “Triumphs of Experience: The Men of the Harvard Grant Study” (2012), George E. Vaillant

(2) “Outliving the Self: Generativity and the Interpretation of Lives” (1984), John Kotre

(3) Adaptado de “Aging Well” (2002) de George E. Vaillant

Envejecer y no envejecer

En la sauna del club de natación, un cincuentón cachas lleno de tatuajes y una señora elegante de sesenta y muchos se saludan amistosamente. Después de intercambiar algunos comentarios ella dice, “qué rápido pasa el tiempo, no te das cuenta y mira yo ya tengo setenta…Hay que aprovechar pues todo se pierde.” “Bueno, dice el hombre”, – después alguien dice de él que es almirante de la marina – “a nivel físico, yo hago lo mismo que cuando tenía treinta… y la cabeza si uno la ejercita, las facultades no se pierden”. La señora medio asiente y afirma que ella “en la juventud lo pasó muy mal y esos años ya no se recuperan”.

Envejecer confirma una de las tres marcas budistas de la vida: la impermanencia. La única constante en la vida es el cambio. El proceso de envejecer es una campana que cada día redobla esta verdad a través de las mutaciones del cuerpo y la mente, propios y ajenos. Al igual que nadie nos prepara para las asignaturas más importantes de la vida: cuidar, amar, morir…tampoco se nos prepara para envejecer. Lo cual no nos libera de tomar responsabilidad en este proceso inevitable.

Algo que lleva años inspirándome es participar en espacios y actividades con personas de distintas edades. Uno de ellos es un grupo de escritoras locales en el que recientemente surgió la iniciativa de entrevistar a mujeres notables de la ciudad. Cuando propuse a una mujer a quien admiro, me respondió una de ellas con mirada de vaya por donde “¿ésta?”  “sí sería interesante, pero es demasiado joven tiene como yo, sesenta y algo, todavía trabaja y mucho.” Las otras asintieron. “Tenemos que entrevistar a mujeres de setenta en arriba.” dijo otra. Yo las miraba atónita y divertida. ¿Cómo había podido olvidar que ahora los sesenta son los nuevos cuarenta? En aquel instante, a mis cuarenta y seis me sentí una completa adolescente, extática por compartir el momento con mentes despiertas y afiladas como las suyas viviendo en cuerpos de cualquier edad.

Hombre mayor en una librería, riendo a carcajada

(Johann Walter, UNSPLASH)

“Muéstrame tu verdadera cara, la cara que tenías antes de que tus padres nacieran.” reza el koan zen. Sostenerlo me invita a reconocer la consciencia en mi y su sabor inconfundible, no importa cuántos años pasen. La consciencia de cuando tenía diez años morando por las calles vacías la ciudad bajo el sol de las tres de la tarde. La misma que a los veinte años agonizaba tras la ausencia del primer amor. La que a los treinta seguía alerta por las noches tras días sin poder dormir. La que ahora recibe el surgir de estas palabras, escritas para que otra consciencia, la tuya, que no es diferente de la que escribe, las lea.

Vivir es envejecer y no envejecer.

 

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¿Te sientes al límite? Cuando rendirse es mejor que escapar

La semana pasada, una persona a quien acompaño a través del coaching en un programa online, se sentía al borde de sus posibilidades. “Tengo ganas de mandarlo todo a la mierda” me decía. Recibí su deseo y le pregunté por cómo se sentía: triste y enfadado a la vez. Tenía un nudo en el estomago. Su respiración era superficial, casi entrecortada. Decía no poder más, ni saber por dónde tirar. Se sentía con ganas de llorar pero se contenía. Le animé a no retenerse. Le recordé que expresar su tristeza era legítimo y que no se preocupara por mi, que tenía la capacidad de recibirla sin desbordarme. A mis palabras respiró hondo, y aflojo su contención. Brotaron lágrimas durante un buen rato, su respiración se hizo profunda…algo o muchas cosas fueron soltadas. Al final de la sesión parecía que se había quitado un enorme peso de encima. A la semana hablé con él en nuestra llamada de seguimiento y seguía centrado y de buen tono.

Manos en expresión de recibir

(Julia Taubitz, UNSPLASH)

Esta semana yo también me sentí al límite. Al límite emocional por distintos motivos. En este estado, mi mente me presentaba una y otra vez una golosa posibilidad: la de marcharme lejos de mi entorno cotidiano por un par de días. Aunque estar en soledad varios días cada ciertos meses es una práctica que entretengo, nunca me mueve la urgencia. En cambio, esta semana, la urgencia de largarme estaba teñida de rechazo. Rechazo a mi estado interior por ser incómodo, desagradable y fuera de lugar. Decidí soltar el impulso y rendirme. Rendirme a la situación y entregarme a ella. No iría a ninguna parte. Al hacerlo, al igual que con mi cliente, la tensión se disipó y me encontré en un sitio distinto.

De pronto mi situación no era tan difícil. Se abrieron espacios aquí y allá en los que pude descansar y también dejarme acompañar. Mi interior se ordenó y desaparecieron los dolores musculares por estrés que me habían azotado hasta justo antes de ceder.

The way forward is through.

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