MUERTE POR TODAS PARTES
¿POR QUÉ PREPARARSE PARA MORIR?
AFRONTAR TU MUERTE TE ABRE A LA VIDA
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En cuestión de un mes extravié mi cartera tres veces. La primera, en la capucha de la chaqueta de mi hija después de sacarla del bolso. La segunda, un día por la calle siento que alguien urga en mi mochila y me grita con malas pulgas“¡eh que andas con la mochila abierta,… te van a robar!”. «Vale, vale gracias» le digo y me la devuelve. El tercer día, fue saliendo del súper a última hora cuando se cayó al suelo y no me di cuenta.
Tuve la suerte que una cajera la encontró y pude recuperarla. Después de esto, pude haberme olvidado del tema y ya. Sin embargo, hubiese sido engañarme a mi misma. Para mi horror, esa misma mañana tras examinar un extracto de cuenta descubrí varios cargos de conceptos raros de los que no tenía constancia…Aunque esta es otra historia, apuntaba en la misma dirección. Mi relación con la materialidad necesitaba ser examinada sino quería «invitar» cosas peores…
Este post es una continuación de mi post anterior Por qué tienes que soltar la esperanza. La vida nos muestra constantemente las dimensiones de las que rehuimos responsabilidad. Nos lo muestra con todo tipo de cosas que “nos pasan”, mientras miramos a lado y lado como diciendo, ¿de dónde se viene ésto?
¿Pero qué significa tomar responsabilidad radical? Pues dejar de mirar al otro lado. No esconder la cabeza bajo el ala. Tomar el toro por los cuernos. Más en concreto:
Tomar responsabilidad radical no significa que te vayas a librar del problema. Lo que sí se va a transformar es tu relación con él. Y esto es mucho. Lo es todo. Porque en lugar de ver a tu problema como algo ajeno y externo a ti, pasarás a entenderlo como algo en lo que tu participas íntimamente. Con este tectónico cambio se abrirán ante ti insospechadas posibilidades de evolución.
Muchas personas vienen a mi práctica de coaching con la creencia que la vida les ha tratado mal. Ignacio carpintero, a sus sesenta y pocos, mira su vida atrás con resentimiento y pena. Él que se sabe buena persona, cansado de trabajar demasiado y vivir en una casa vacía, se pregunta perplejo ¿Por qué la vida me ha tratado así? Mila siente otra versión de lo mismo. A sus cuarenta y muchos siente que la vida es injusta. Ella no se merecía todo lo que le ocurrió. Ni sus fracasos amorosos, sus jefes incompetentes, ni tan siquiera el divorcio de sus padres. Ignacio y Mila viven inconscientemente en el resentimiento y la amargura lo que no hace más que empeorar las cosas.
Si resuenas con Ignacio y Mila tal vez al igual que ellos, junto a reprocharle a la vida las cartas que te dio, coexista la esperanza boba de que alguien venga a salvarte. Tal vez un nuevo trabajo, tu coach o una nueva pareja. En este sentido, la esperanza mal orientada refuerza la falsa creencia – de que la vida no es justa-, apuntando a algo externo para la resolución de todos tus males.
Sin embargo, tras examinar las vidas de muchas personas – y por supuesto la mía – la conclusión es la misma: una parte de la responsabilidad de lo que ocurrió, por terrible que fuera, estaba en nuestras manos. Un 100% de las veces. Bien no se quiso ver aquello que era evidente en el primer momento. Bien no se habló, cuando se tenía que hacerlo. Bien se descuidó una relación. Bien no se escuchó al cuerpo cuando daba las primeras señales. Y un sinfín actos como estos.
El concepto de karma encapsula la ley de la causa y efecto. Es decir que cualquier acción que realices tiene sus efectos. Estos pueden tardar a llegar – incluso pueden saltarse generaciones – pero siempre llegan. Por otro lado está la suerte, buena o mala. Circunstancias ajenas a tí que contribuyen en un sentido u otro a lo que nos pasa. Mientras que la suerte no se puede controlar, sí que puedes responsabilizarte de tus acciones. De hecho es lo único que está en tus manos. Tomar conciencia de las mismas y darte cuenta de cómo tus circunstancias presentes, son un resultado más o menos directo de tus acciones anteriores.
Si no ves el vínculo entre tu situación actual y tus acciones pasadas, esfuérzate un poco y terminarás por verlo. Y si no lo logras, da igual. Toma la premisa de que lo que ocurre en cualquier momento es correcto. En cierto modo te lo mereces. Hacerlo es la vacuna perfecta contra el victimismo, el pelotas fuera y el resentimiento de serie. Sobretodo te inocula sobre la dañina esperanza naif de que la salvación vendrá de afuera. Es, definitivamente, el primer paso para tomar responsabilidad radical sobre tu vida, y transformarla. Más en mi próximo post.
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Hoy he perdido mis documentos. No sé si los extravié o me los levantaron. En cualquier caso el resultado es el mismo. Sin DNI, carnet de conducir, tarjeta de crédito,… me siento como desnuda,…o más bien desvalida. También inquieta. Pediré copias y ya, me digo. Sin embargo, mi interior se estremece por esta pérdida. Vamos Magda, no hay para tanto me digo. Esto no es nada, comparado con lo que vas a perder en la vida. Esto no es nada comparado con que vas a perder la vida.
Solo se puede perder aquello que poseemos. Y si lo vamos a perder de todas formas, significa que en realidad nunca lo poseímos. Fue una mera ilusión. Y sin embargo, allí está el apego. Esa maldita contracción a aferrarnos a personas, a cosas, a lugares. El apego con su cuerpo contraído, culo apretado e insensato miedo.
Déjame atravesar el viento sin documentos cantaba Andrés Calamaro. ¿Cómo sería atravesar la vida sin documentos? Con la mano abierta y confiada, en un gesto en el que dar y recibir se besan. Porque todo lo que no se da se pierde1 pero todo lo que no se recibe también. Cuando no queremos perder nada, estamos ciegos a aquello que la vida constantemente nos regala.
En post-meditación, sé un niño de ilusión reza el aforismo budista que me visita hoy. Es decir, si las cosas van bien, no te alegres demasiado, si las cosas van mal no te hundas demasiado. Ser un niño de ilusión significa dejar que el placer y el sufrimiento se encuentren como pasajeros en la estación de tren. Tú les observas sin dejar que ni el uno ni el otro te arrastren por el barranco del drama o del éxtasis. Porque atención: ambos son una ilusión.
Mientras termino de escribir estas líneas, me llaman del súper: han encontrado la cartera. Se me cayó al suelo durante la compra de anoche. Aunque suspiro aliviada y lo agradezco de corazón, no doy brincos de alegría.
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(1) Rabindranath Tagore
Mi suegra Mercedes tenía una capacidad de estar con sus nietos maravillosa. Les tomaba en serio, les escuchaba y les daba el espacio que necesitaban. Sin prisas, exigencias, ni contrapartidas. Verla interactuar con ellos me fascinaba, literalmente podía ver las alas de sus niños crecer durante el tiempo que pasaba con ellos. Durante la desgarradora enfermedad que terminó con su vida, me dijo con pena, no voy a poder cuidar de tu niña. Le dije que no se preocupara, y también que intentaría hacerlo tan bien como ella me había enseñado, uno de los muchos legados que me brindaba haberla conocido.
Este post continúa la exploración del proceso de perder a una persona cercana, en concreto del post anterior ¿Cómo reconstruirte después de la pérdida de alguien cercano?
Hace poco visité el Museo de la Miniatura de Andorra lleno de maravillas sorprendentes. Una de mis favoritas es una cabeza de alfiler tamaño normal con una pirámide, una palmera y tres camellos en su interior, desafiando sin palabras el proverbio bíblico. También cuenta con exquisitas colecciones de matriuskas rusas. Por alguna razón, de pequeña tuve en mis manos varias de esas enigmáticas muñecas. Al jugar con ellas me gustaba imaginar que yo era la pequeña de las matriuskas pues mi madre me había llevado en su vientre, y mi abuela a ella,…Sin embargo, observando de nuevo las colecciones con sus intrincados diseños, me di cuenta de que había otra forma de comprender el significado que albergaban: considerar que cada uno nosotros es una matriuska grande, con todos los ancestros dentro nuestro, hasta… el comienzo de la vida.
Desde esta perspectiva, cada vida como expresión única del universo, es sagrada. Al apagarse, esa vida deja un legado, que como libro abierto quiere ser leído y honrado.
Si ahondas en esta exploración, encontrarás belleza, dolorosos errores, aprendizajes, mensajes que van siendo revelados. Una buena amiga que perdió a su madre hace tan solo unos días, al preguntarle por ella, me relató entre sollozos: “me dio tanto…me dio todo su amor”. En ese momento íntimo y devastador, sus palabras hicieron mella en mi. Así de grande había sido esa mujer. Tanto, que sin haberla conocido, su historia y su vida me invitaban a “dar todo mi amor” .
Por esta razón, una vez encuentres cierta paz frente a tu pérdida, te invito a recibir el legado que la persona difunta dejó. ¿Qué puedes aprender de ella? ¿De qué fue testimonio su vida? ¿Qué vas a encarnar tú de ella? ¿Qué harás diferente?
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