Archivo de diciembre, 2020

Esta Navidad, confía y haz lo que quieras

Oh, unas Navidades así… muchos nos quejamos. Sabemos bien que podría ser mucho peor. Podría ser terrible. Imagina una Navidad en guerra. En medio de una hambruna. O con desastres devastadores del cambio climático. Con todo, intento escribir sobre Navidad pero me cuesta lo indecible desligarla del virus.

Aquello a lo que prestamos nuestra atención crece. Aquello a lo que se la quitamos se transforma. Pero ¿qué hacemos? ¿Miramos hacia otro lado? ¿Negamos la realidad? No, no se trata de eso. Podemos no negar el covid-19 sin estar centrados en él. Sólo necesitamos un ingrediente para hacerlo: la confianza.

Hombre relajado al lado de árbol de Navidad

(Artem Kniaz, UNSPLASH)

La historia central de la Navidad es posible gracias a la confianza. María confió en las palabras del ángel animándola a acoger al hijo que llevaba en su vientre. El prometido de María, José, descubrió que ella estaba embarazada sin ser él el padre, sin embargo, también confió y decidió desposarla. Ambos confiaron en que la vida proveería, a pesar de contar con bien poco. A pesar de todos los rechazos, confiaron en encontrar un lugar donde su hijo pudiera nacer. Y así fue. (Mateo 1:18-25)

¿Te da miedo confiar? ¿Prefieres vivir en la desconfianza, pensando que te van a engañar? Desconfiar no solo es una actitud mental, también es una acción defensiva constante que te consume. Ahora por el covid, luego por la crisis, después por cualquier otro motivo.

La confianza a la que me refiero no está basada en la razón, ni en los datos. Tampoco se apoya en las previsiones de expertos, ni en lo efectivo de la vacuna. Se trata de confiar en la vida por su mismo palpitar dentro de nosotros. Se trata de confiar que el camino se irá mostrando al caminar. Aunque esta confianza no la puedas almacenar, sí puedes elegir practicarla en un instante siempre en renovación. Puedes elegir practicarla ahora.

5 antídotos para neutralizar las prisas navideñas y de cualquier tipo

En mi artículo anterior, exploraba dos de las prisas más comunes que nos dominan y sus efectos en nosotros. Hoy quiero darte cinco antídotos para neutralizarlas – para nada exhaustivos ;=) que te ayuden a llenar de paz verdadera estas fiestas navideñas.

Mujer bebiendo en taza navideña

(Drew Coffman, UNSPLASH)

1. LA MUERTE COMO AMIGA

Todas las prisas palidecen ante el hecho que estamos aquí de paso. Tus días y los de todos están contados, y darnos cuenta de ello nos lleva eléctricamente al momento presente. Es justamente lo contrario de lo que parecería: recordar la muerte te invita a vivir sin prisas, en cambio, como reza el proverbio marroquí “el que tiene prisa, ya está muerto”.

2. TIEMPO ABUNDANTE

El budismo zen nos invita a hacer las cosas dándonos abundante tiempo para hacerlas. A menudo esto se traduce en reducir tus planes. Por ejemplo, si querías hacer cinco cosas en una mañana, decide hacer solamente dos con calma y concentración.

 3. LAS PERSONAS PRIMERO

Muchas prisas derivan de centrarnos en conseguir cierto resultado: realizar tantas tareas, terminar tantos proyectos…El foco en el resultado, hace que el cómo lo conseguimos, pase a un segundo plano. Es el conocido “fin que justifica los medios”. Poner las personas por delante del resultado, significa que das prioridad a las interacciones. Es decir, el cómo te tratas a ti mismo y a los otros en el proceso. Digamos que vas a comprar regalos. En lugar de enfocarte en conseguirlos, pones el foco en cómo interaccionas con las personas de la tienda. O si estás atareado cocinando para las fiestas, dejas de hacer varios aperitivos para poder estar más relajado y participar mejor de la fiesta con tus seres amados.

4. LA VIDA ES JUEGO

Date cuenta de que la vida en todas sus facetas… ¡no es más que un gran juego! El juego es todo lo serio que nosotros queramos. Juega a la Navidad, juega a ser padre, a ser abuela, juega a ser profesional. No te tomes nada demasiado en serio. ¡Ojo! Esto no significa hacerlo mal o de forma superficial. Al no aferrarte a tus roles, ni actividades, es muy probable que seas más efectivo. Lo fundamental es que participarás de la bella concentración que tienen los niños cuando están jugando, y al igual que a ellos, se te irán las prisas.

5. ¡MÚSICA MAESTRO!

La música calma a las fieras… ¡y a las prisas! Esto es así por la forma en cómo la música impacta nuestro cerebro. Según estudios en la materia, la música puede transformar tu capacidad de percibir el paso del tiempo. Las prisas nacen de una percepción del tiempo escasa. Cambia la música de tu vida eligiendo un ritmo sereno, y te conectarás con la abundancia del momento presente. Sirven villancicos o tu música deseada, siempre que el efecto sea calmante. La música de Alexia Chelun es una de mis preferidas.

¡Ah!, y si en medio del fragor festivo te acechan de nuevo las prisas, no servirá de nada fustigarse por ello. Simplemente date cuenta y retoma tu intención de bajar el ritmo.

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Las prisas del hámster que llevas dentro

Voy todo el día corriendo. Cuando hago una cosa, ya estoy pensando en la próxima que tengo que hacer. Sin tregua. Es domingo y vamos de excursión en familia. Estoy todo el rato, “venga va, más aprisa, que no llegamos”, aunque en realidad vamos bien de tiempo y no existe motivo por el que correr. Me impaciento con las personas que tienen ritmos más lentos que yo, esto genera malos rollos y tensiones.

Las prisas son el elemento común de estas situaciones. Aunque cada persona es diferente, en mi práctica de coaching he observado que a la mayoría nos dominan dos tipos de prisas.

La primera es la prisa interna. Según la neurociencia se trata de una versión de la respuesta a una situación de peligro, en el que se activan las reacciones viscerales de lucha, huida o congelación. Cuando esto ocurre tu sistema nervioso se pone en alerta preparándose para huir, como si estuvieras ante la amenaza de un león. Sin embargo la mayoría de veces, o vivimos permanentemente activados o nos activamos ante un gatito callejero, derrochando energía cómo si nos sobrara.

La segunda es la prisa cultural. La del ser productivo mola y estar mega ocupado es sexy. Ésta te empuja a hacer más, más rápido. Esta prisa ve el presente como un problema, algo que tiene que ser resuelto para llegar a un futuro en el que todo estará bien y podremos descansar. Sin embargo, cuando este momento llega seguimos corriendo como un pobre hámster en la rueda.

Hámster

(Frenjamin Benklin, UNSPLASH)

“No hace falta que corráis que cuando os llegue la hora de morir, no podréis ir a ningún lado” dice mi maestra de yoga. La mera contemplación de nuestra muerte revienta la ilusión de que vamos a llegar a alguna parte. Cuando te permitas sentir esta verdad – y recordarla a menudo – podrás soltar las prisas, poner atención en el cómo vives y despertar al eterno aquí y ahora.

Así que…¡venga despierta que ya vamos tarde! 😉

Estas Navidades, no decidas tú por tus mayores

El miedo a contagiar a nuestros mayores estas Navidades está presente en muchos de nosotros. Las familias con niños o adolescentes estamos más expuestas al virus por la escuela, las extraescolares, el parque…

El riesgo de contagio es real. No sólo en Navidad, sino en cualquier momento. Todo tiene un riesgo. La soledad tiene un riesgo. Ponerse hasta arriba de comer tiene un riesgo. Amar a corazón abierto tiene un riesgo. Los entornos libres de riesgos son de otros planetas. Hasta los vampiros que son inmortales son vulnerables. Y al igual que ellos, es precisamente nuestra vulnerabilidad lo que nos humaniza.

Mano de niño

(Markus Spiske, UNSPLASH)

No te engañes. ¿A ti qué te mueve? ¿Detestas las Navidades y el Covid-19 es la excusa perfecta para saltártelas? ¿No te sientes capaz de cargar la culpa de ser fuente de contagio? ¿O eres tú el que no te quieres contagiar? Acepta tus motivos sin juzgarte. Examina tu miedo y sentimiento de culpa ante un posible contagio a tus seres queridos. Si puedes asumir estos sentimientos, sin negarlos, ni dejarte llevar por ellos, estarás preparado para la conversación sobre qué riesgos asumir con tu familia.

Cuando abras este melón, ten cuidado de no infantilizar a tus mayores. Es decir, decidir tú por ellos. La tentación es grande, porque claro, nosotros “sabemos” mejor que ellos lo que les conviene. Haz todo lo contrario y pregúntales qué Navidades quieren celebrar. Solo ellos pueden decidir si asumir el riesgo o no. ¡Y ojo! si eres una persona mayor, la decisión está en tus manos.

Decidas lo que decidas, recuerda que la vida no es un problema a resolver, y la Navidad tampoco.