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Un paseíto por Budapest

Leía el otro día con asombro que con motivo de la final de la Europa League, numerosos aficionados del Atlético de Madrid terminaron visitando, sin querer, la capital húngara, tras confundirla con la rumana.

No conozco Bucarest, pero Budapest me pareció una ciudad fantástica, con mucho por descubrir. Así que voy a recordar un poquito alguna de las cosas que más me gustaron de esta ciudad doble unida (o separada) por el segundo río más largo de Europa, el Danubio.

Arquitectónicamente, me pareció una ciudad preciosa. Los edificios, sobrios y elegantes, dejan claro que la ciudad tuvo una época de gran esplendor. Salvando distancias, me recordó en cierta manera a Viena. Además, es una ciudad verde. Plagada de jardines y parques donde oxigenarse del habitual murmullo urbano.

Sin duda, uno de los puntos que recuerdo con más cariño es el Bastión de Pescadores, un magnífico mirador que se encuentra en lo alto de las colinas de Buda y que ofrece unas vistas espectaculares de Pest, a la otra orilla del río. Seguramente sea la panorámica más conocida de la ciudad, pero eso no impide que sea de visita obligada.
Otra de las cosas que me sorprendió mucho de Pest es la ciudad subterránea. Como suena. Existe la posibilidad de recorrer parte de la ciudad bajo tierra, por algunos de sus numerosos túneles. Una de esas cosas diferentes que se quedan siempre almacenadas en la retina.

No me olvido de la gastronomía local. Y de sus productos típicos. Una de las cosas que más me gusta hacer cuando visito una ciudad nueva (especialmente de un país en el que nunca he puesto un pie) es acercarme al mercado. A ver lo que compra su gente. A ver lo que come. Es una de esas experiencias de introspección que recomiendo a todo viajero. Recuerdo, especialmente, la paprika. Por todos los lados. Y un paté delicioso.

Qué decir de los balnearios. He de reconocer que es algo asombroso. En una época en la que el turismo de salud y bienestar ha crecido como la espuma y con los spa brotando como community managers en linkedin (ojo, chiste malo y gremial), descubrir los balnearios de Budapest es una sensación alucinante. Porque hay lugares, como Szechenyi, que no te dejarán indiferente. Un recinto gigante, con gran parte de su superficie al aire libre, en el que pasar un día completo disfrutando de las aguas termales de la ciudad.

Y para el final me dejo dos de los recuerdos más imborrables que me llevé de mi visita.

El primero, relacionado con el sorprendente ambiente que se respira en la ciudad: llena de marcha y gente joven por la calle. Los bares de ruinas. Un concepto alucinante de uso de edificios prácticamente abandonados y que son aderezados para convertirse en los bares de copas más trendy del momento. Sitios increíbles como el Szimpla en el que no sabes dónde estás pero no dejas de disfrutar un solo segundo.

El segundo, un museo al aire libre que me dejó fascinado ya desde su nombre: Memento Park. Está alejado de la ciudad, pero me pareció algo tremendo.

En fin, que si no conoces Budapest, es una ciudad que, sin falta, merece ser visitada. Y si la conoces, como yo, conviene recordarla para renovar las ganas de visitarla de nuevo cuanto antes.