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Juan Marsé, él solo, redime a Cataluña

El 18 de julio (¡menuda fecha!) se cumplirá un año de la muerte del escritor catalán más universal desde los años sesenta del siglo pasado. La vida y la obra de Juan Marsé basta para redimir a toda Cataluña de los desastres morales y políticos del nacionalismo supremacista. Y me quedo corto. Lo supe cuando leí algunas de sus obras (desde «Últimas tardes con Teresa» hasta «Esa puta tan distinguida»).

Un vuelo de Madrid a Santa Fe, N.M., bien aprovechado, da para mucho.

Lo he confirmado al leer de un tirón, en vuelo transatlántico, «Notas para unas memorias que nunca escribiré», su diario intimo publicado por Lumen hace tres meses. Desde que descubrí, en los años sesenta, al Pijoaparte, «el charnego irreductible», siempre quise saber más de Juan Marsé. Sobre todo, después de haber sido yo mismo un charnego feliz en Barcelona. Con su obra póstuma lo he conseguido. ¡Qué personaje! Aquí tienes a un hombre, Diógenes, No busques más.

Contraportada de su último libro.

Hace 11 años, estaba a punto de entrar en un parking subterráneo cuando Marsé comenzó su discurso como Premio Cervantes. Quedé tan enganchado a su prosa que, para no perder la conexión con Radio 5, me quedé todo el rato aparcado en la calle en doble fila. Su discurso bien valía una multa de tráfico. Ese mismo sentimiento he tenido ahora al leer estas notas que Ignacio Echevarría define como «el más íntegro y despiadado autorretrato del  escritor».  Marsé no se muerde la lengua y aquí mezcla joyas literarias, hasta filosóficas, con barbaridades e insultos a diestra y siniestra. Se muestra desnudo, crítico y fiero, sobre todo con él. «Un día prácticamente sin lectura. ¿Seré imbécil!». «¡Qué agudo a veces, qué intenso el sentimiento de haber malgastado mi vida».

Dos páginas de su agenda íntima.

Apenas deja algunos títeres con cabeza, pero sus críticas tienen sentido. También resuma ternura, «en la antesala del olvido», cuando recuerda a su amigo Jaime Gil de Biedma o juega con su nieto Guille o huele el limonero de Calafell bajo «el sol de la infancia» machadiano: «La infancia -escribe- es el campo nutricional de los escritores de ficción que más aprecio».

Nació un 8 de enero, como yo, pero en los años 30, y, también como yo, creció marcado por la postguerra de los vencidos. «Por la mañana, cuando me afeito, veo asomar en el espejo el frío y el hambre del niño que fui en la postguerra». Su cumpleaños quedó marcado por la muerte, ese mismo día, de su amigo Gil de Biedma: «El día 8, mi cumpleaños, hará quince años de la muerte de Jaime. Nunca pensé sobrevivir quince años a Jaime. Mi terco cumpleaños y su muerte unidos extrañamente».

Portada de su último libro.

Es despiadado con el ex presidente Aznar , con las «plumas más babosas del país», con el periodismo basura y con el nacionalismo en todas las direcciones. «Me he cagado en todos ellos y me seguiré cagando en público y en privado» (2017). «Sigue apestando la mierda del PP con Aznar despidiéndose de lo que él cree un legado político imperecedero». «Armas de destrucción masiva,I, y el rostro de Urdaci, el lacayo de Aznar. ¿Qué vergonzosa entrevista hoy en TVE» (19 de enero de 2004). «Aznar («marrullero y mediocre, siniestro, sin escrúpulos, de talante realmente miserable») vivirá su descrédito hasta el fin de sus días». «Ese ‘eje del mal’ del que tanto habla Bush se le ha metido a Aznar en el culo y se ve que le da gusto».

Sus notas de abuelo de Guille no tienen desperdicio: «Debería enfadarme conmigo mismo por esa indolencia, por dejar que mi nieto me ocupe tantas horas. Pero me gusta estar con él, me divierte y me descansa. Sé que debería trabajar más, pero en fin bueno, y además qué importa, que el arte es largo y la vida es corta…» » Lo malo del día: no ha venido Guille. A ver mañana».

¡Cómo le comprendo! Por cierto, ¿que hago yo regodeándome aquí con su ultimo libro cuando descubro que se ha despertado mi nieta? Siguiendo lo que aprendí es las notas del maestro, cierro el portátil ahora mismo y vuelvo a jugar con Ana Isabel, de 9 meses. Por la pandemia, la conocí (vacunado) hace seis días en su casa de Santa Fe, N.M. Su sonrisa alegra mi vida, por corta o larga que sea. Adiós.

El lunes pasado pude dar el primer abrazo a mi nieta Ana Isabel. Ya me reconoce.