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El primer abrazo de mi nieta de 9 meses

A muchos os parecerá poca cosa, una nimiedad, un abuso de autobombo en un blog público de 20 minutos. Para mí, en cambio, después del largo confinamiento, de 23 horas de viaje y de un montón de documentos sanitarios y legales, el primer abrazo de mi nieta de 9 meses ha marcado un hito en mi jubilación. Disculpadme si me paso siete pueblos. Ha sido emocionante. Y me gustaría compartirlo con todos los abuelos del mundo.

Primer abrazo de mi nieta Ana Isabel al llegar a su casa en Santa Fe, NM.

No ha sido fácil. Pero ha valido la pena. Mi nieta Ana Isabel Martínez Gabriel nació en Santa Fe, el 3 de septiembre de 2020, en plena pandemia. Todas las fronteras del mundo estaban cerradas por temor a la segunda ola de contagios del Covid y aún no había vacunas disponibles. Afortunadamente, en enero, justo después de Filomena, superé la neumonía bilateral producida por el coronavirus sin necesidad de ingresar en la UCI. La doctora me mandó a casa, con medicación de Urbason, Eparina, etc., porque tenía bastante oxigeno en las arterias. Cuando le dije que jugaba al tenis 3 ó 4 veces por semana añadió al informe del Covid positivo la palabra «deportista». Imaginaos: ¡La primera vez en mi vida que alguien me llama deportista!.

En mayo recibí mi segunda dosis de Pfizer y entonces me preparé para viajar a EE.UU. y conocer, por fin, a mi nieta. Documentos de vacunación completa, de haber pasado el Covid hacía más de 90 días, el PCR negativo dentro de las últimas 72 horas, mi libro de familia y el pasaporte de mi esposa yanqui notarizados y con la Estampilla de La Haya, el visado ESTA vigente y, lo más importante, la foto de mi nieta en la pantalla de mi móvil.

Ana Isabel en mi móvil

Facturé mi maleta con la escultura que tallé en palo rojo para mi nieta. En un ataque de inmodestia, la acompañé de fotos mías realizando la talla. Quería poder demostrar a la policía de frontera de EE.UU. que yo era el abuelo autor de la talla para su nieta y que no la había robado de ningún museo. Con los de Aduanas, en cuestiones de arte, nunca se sabe.

Abuelo en plena faena en tallasmadera.com

Enseñar la foto de mi nieta al policía de frontera fue mano de santo. Más que los documentos. Se derritió y me dejó pasar con todo mi equipaje.

A mi nieta le encantó mi escultura (un padre con su hija en brazos) de inspiración africana o picassiana.

Y sus padres, David y Chaz, tan contentos.

Mi hijo David con su esposa, su hija y mi obra de fin de curso.

Aproveché el viaje para llevar a David su regalo de Papá Noel: uno de los tres ejemplares que encuaderné de mis memorias (sin recortar) para mis tres hijos, dedicado también a su hija Ana Isabel.

Dedicatoria de «Y seguimos vivos. Recuerdos de un periodista que sobrevivió a la Dictadura».