Patrimonio es una palabra tan usada para dividir en vez de para unir que, ha generado en algunos rechazo en vez de orgullo. Nuestro patrimonio es la herencia del país en el que vivimos y no podemos vivir de espaldas a él, igual que no podemos vivir de espaldas a la herencia de nuestro núcleo más cercano: nuestra familia.
España es un país que, por su antigüedad y diversidad de pueblos – invasores- y reinos que la historia unió, tiene una riqueza mal aprovechada y, demasiadas veces entendida como fuente de división. Es por todo esto y por una complejidad difícil de resumir en pocas líneas por las que rechazamos formar parte y aprender de nuestro patrimonio.
Más allá de los cuarenta y siete lugares en nuestro país declarados por la UNECO como Patrimonio de la Humanidad : Catedral de Burgos, la Alhambra, Generalife y Albaicín de Granada, la mezquita de Córdoba, la sagrada Familia ( Barcelona), las murallas de Ávila… existen centenares de museos que albergan nuestros tesoros patrimoniales.
Con la crisis de la Covid-19, los cientos de museos españoles se deben reinventar para sobrevivir en medio del cambio. Es necesario idear nuevos modelos para seguir conservando los tesoros de nuestra historia y trabajar para que sigan protegiéndose como se debe.
Sin embargo, hay museos menores, menos considerados por la ciudadanía que han vivido en una permanente sequía antes de la pandemia y, llevan años luchando para ser reconocidos y protegidos por todos.
Hablar de patrimonio y de lo nuestro con tres mujeres que gestionan es una auténtica revelación a cómo la mayoría vivimos de espaldas a aquello que nos ha hecho lo que somos. Son Elena Hernando, Directora General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid; Alicia Vallina, Jefa de Estudios e Investigación en la subdirección de Publicaciones y Patrimonio Cultural del Ministerio de Defensa; y Margarita Moreno Conde, conservadora del Departamento de Antigüedades Clásicas del Museo Arqueológico nacional.
Con ellas aprender lo desaprendido es todo un viaje a que surjan de nuevo ganas de visitar aquello que ahora no nos es permitido; pero que hace unos meses, no lo deseábamos hacer por voluntad propia.