Detrás de cada cuadro que observamos en un museo no sólo está la mano de quien lo hizo, sino el trazo invisible del restaurador. Un trabajo meticuloso, silencioso y que requiere de una paciencia sublime. En el recorrido por dar visibilidad a mujeres, tuve la oportunidad de entrar en las tripas de una de las áreas de restauración más importantes del mundo: la del Museo del Prado y descubrir que, hoy, es una profesión de mujeres.
En un museo de más de dos cientos años de historia, ellas se encargan de que las pinturas, esculturas y dibujos que observamos no pierdan ni la luz ni la personalidad con los años. Son las guardianas del arte, que trabajan durante meses para dejar lista una obra para volver a ser admirada.
En el mismo claustro del Museo del Prado me reúno con cuatro mujeres que desarrollan su profesión con vocación admirable y humildad en sus palabras sabias. Escucharlas es llegar a poner otra mirada sobre cualquier obra artística; es llenar de vida aquello que es invisible a los ojos pero transmite cada trazo, cada color, cada composición.
En el Afterwork Mujeres Restauradoras nos quitamos los complejos y decidimos aprender sobre cómo mirar un cuadro, cuánto lleva el cuidado del mismo y todo el trabajo artístico, manual y científico; todo el trabajo en equipo que se desarrolla alrededor de la restauración de una obra.
Os presento a mis cuatro invitadas:
Sonia Tortajada, restauradora de escultura:
“El restaurador no debe de dejar su huella”
Mayte Jover, documentación técnica y laboratorio:
“La restauración es una trabajo de equipo”
Inmaculada Echeverría, Gabinete de Documentación:
“El gabinete de documentación técnica que se fundó oficialmente en 1981 lo inauguró una mujer, Carmen Garrido”
María Álvarez Garcillán, restauradora de pintura:
«Creemos que es una cosa muy femenina, cuando hasta los años 70 solo había hombres en la restauración»
Con ellas os aseguro que desearéis volver al Prado y, con la intimidad requerida, buscar vuestro cuadro preferido y observarlo como nunca antes habíais hecho.