Archivo de enero, 2020

Soledad versus compartir


La soledad ya está considerada como la mayor epidemia de nuestro siglo. Una corriente transgeneracional que nos provoca los mayores sufrimientos a pequeños, adultos y ancianos. Al mismo tiempo engrosa la lista de tabúes sociales; aquellas palabras o conceptos de los que huimos socialmente, renegamos de confesar que nos sentimos solos y lo dejamos para nuestras confesiones íntimas.

En España hay 4,7 millones de hogares unipersonales y la cifra incrementa cada año exponencialmente el sentimiento de soledad: una de las principales causas de exclusión social.

Sin embargo, mientras que este bicho de la soledad nos carcome a todos en nuestra más estricta intimidad, públicamente seguimos con el soniquete de que «en soledad se aprende más» o «que es mejor estar solo que mal acompañado».

En mi último Yo Pienso reflexiono sobre el mal empoderamiento que se le ha hecho a la soledad como adalid del aprendizaje y el autoconocimiento. Y abogo por el COMPARTIR como la base mucho más sana, enriquecedora y divertida, no sólo del aprendizaje, sino también como política de vida. «No sabes estar solo» y mi reflexión ante eso es: ¿Acaso es divertido estar solo? Porque debajo de esa frase recriminatoria a impulsar nuestra independencia, nos aleja del potenciador más importante para nuestra felicidad: el poder de RELACIONARNOS. Está demostrado que es tu red social quien, en momentos de debilidad o difíciles, te sostiene; te mantiene a flote ¿Por qué no comenzar a dejar la soledad como algo metafísico y darle más valor al COMPARTIR?

Comparo la relación de la soledad y el compartir con la que la crítica de cine hace al género del drama y la comedia. El drama se lleva todos los premios, siendo considerado ‘más cine’, mientras que la comedia se lleva el aplauso del público como mejor premio.

Lo mismo ocurre que con la soledad, por eso invito a que sea compartida. A perder el miedo a hablar de ella. A comunicarnos y sobre todo a no juzgarnos por el desear compañía.

El compartir hay que publicitarlo igual que la soledad, así quizá dejemos realmente al libre albedrío la posibilidad de elegir en qué estado deseamos estar por encima del juicio colectivo.

Estar rodeada de gente y ser dependiente de tus amigos no te hace menos o peor persona. Te hace potenciar tu sociabilidad, el poder de relacionarte. Ser inclusivo y no exclusivo.

Yo me apunto al compartir. ¿Y tú?

El trazo invisible: mujeres restauradoras

Detrás de cada cuadro que observamos en un museo no sólo está la mano de quien lo hizo, sino el trazo invisible del restaurador. Un trabajo meticuloso, silencioso y que requiere de una paciencia sublime. En el recorrido por dar visibilidad a mujeres, tuve la oportunidad de entrar en las tripas de una de las áreas de restauración más importantes del mundo: la del Museo del Prado y descubrir que, hoy, es una profesión de mujeres.

En un museo de más de dos cientos años de historia, ellas se encargan de que las pinturas, esculturas y dibujos que observamos no pierdan ni la luz ni la personalidad con los años. Son las guardianas del arte, que trabajan durante meses para dejar lista una obra para volver a ser admirada.


En el mismo claustro del Museo del Prado me reúno con cuatro mujeres que desarrollan su profesión con vocación admirable y humildad en sus palabras sabias. Escucharlas es llegar a poner otra mirada sobre cualquier obra artística; es llenar de vida aquello que es invisible a los ojos pero transmite cada trazo, cada color, cada composición.

En el Afterwork Mujeres Restauradoras nos quitamos los complejos y decidimos aprender sobre cómo mirar un cuadro, cuánto lleva el cuidado del mismo y todo el trabajo artístico, manual y científico; todo el trabajo en equipo que se desarrolla alrededor de la restauración de una obra.

Os presento a mis cuatro invitadas:


Sonia Tortajada, restauradora de escultura:

“El restaurador no debe de dejar su huella”

Mayte Jover, documentación técnica y laboratorio:

“La restauración es una trabajo de equipo”

Inmaculada Echeverría, Gabinete de Documentación:

“El gabinete de documentación técnica que se fundó oficialmente en 1981 lo inauguró una mujer, Carmen Garrido”

María Álvarez Garcillán, restauradora de pintura:

«Creemos que es una cosa muy femenina, cuando hasta los años 70 solo había hombres en la restauración»

Con ellas os aseguro que desearéis volver al Prado y, con la intimidad requerida, buscar vuestro cuadro preferido y observarlo como nunca antes habíais hecho.