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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Próxima parada de los grandes maratones mundiales: Berlín

Dicen los que han ido que es una de las mejores exposiciones de la mezcla entre deporte y una fiesta para la ciudad. Berlín será la siguiente del gran show de las maratones denominadas como ‘majors‘. Las más grandes. El domingo 29 de Septiembre. Pelotones interminables de corredores. Hileras de público en los cuarenta y dos kilómetros del recorrido. Fest.

¿Berlín? ¿Pero las grandes y famosas no eran Nueva York y Boston y…?

Veamos algunas de las razones por las que quizá Berlín sea la prueba más amable. Quizá la mejor.

Un millón de espectadores. O quizá millón y medio. ¿Quién tiene la herramienta para contar tantos alemanes? Vale. Los propios alemanes. Si sus cifras son esas, no somos nadie para no creerlas.

Berlín fue el escenario en el que aquel fondista genial y sonriente saltó al reinado planetario. Haile Gebreselassie había estado dominando durante los últimos noventa. Campeón del Mundo de atletismo en diversas distancias y uno de los generadores de vídeos emocionantes en cualquier repaso de youtube, en 2005 surgía de una operación de Aquiles para correr en la mejor marca mundial del año en Amsterdam. Sería en Berlín donde Gebreselassie colocó el récord del mundo (que quitó a su archirival en pista y cross Paul Tergat) y donde lo dejó a las puertas de lo imposible. El misil con el nombre de Patrick Makau tomó en cierto modo ese cetro mundial y se propuso desmochar los topes humanos. Dónde si no. En Berlín. Dos horas y tres minutos fueron suficientes para recorrer la ciudad del Spree. Nuevo reto increíble del hombre corredor.

Y es que Berlín es una ciudad llana. Con avenidas rectas y un frescor eterno. Se corre aunque no se quiera. Los purasangre del atletismo se colocan a velocidades inmensas, sin freno. El último tiempo ‘lento’ de un vencedor, digamos 2h09, se pierde en los tiempos de Abel Antón. Todo lo demás han sido velocidades de más de 20 kilómetros por hora en hombres. Los esfuerzos de los organizadores y la evidente disparidad en mujeres hacen que el ránking femenino sea menos lustroso. Además la densidad de corredoras a altísimo nivel no es tan escalofriante como en categoría masculina.

Está cerca de media Europa. Es fácil desplazarse hasta allí. Es fácil y atractivo desplazarse al centro motor de la GrossDeutschland de la que tanta tinta se vierte. Seamos fans de la música electrónica, del arte, de los bonos financieros o de la maquinaria, Berlín llama como vórtice. Hasta se ha situado en el ránking de las ciudades más visitadas.

En cualquier caso, Berlín es también una cita a la que se agolpan los solicitantes de un dorsal. La masa puja por encontrar plaza entre los cuarenta mil dorsales. Y no es sólo correr sino que el fin de semana ha puesto la ciudad entera a los pies de la fiesta deportiva. Patinadores en línea y carreras infantiles durante todo el sábado, el maratón el domingo. Esto es así y conduce a que millones encuentren otra excusa para enorgullecerse de la ciudad. No es un hecho aislado, lo sabemos. Fiestas tecno, días del orgullo gay, trasladarse a Tiergarten a hacer un picnic, Berlín mueve el culo. Así de sencillo.

Los domingos berlineses son como son. La ciudad habitualmente ya tiene plan. Los desayunos interminables, los Sonntag Frühstück, se trasladan a la orilla de esa fiesta en la que no queda sitio para ver pasar a los corredores en la puerta de Brandemburgo o el Ku-damm.

Con envidia nos tocará de nuevo leer sobre las listas de participantes. Escucharemos en primavera cómo amigos afortunados han programado sus vacaciones corredoras en Septiembre.

Van a participar de eso que los alemanes hacen con tanta eficacia: desplazar miles de personas. Si bien, en este caso los retornan ordenadamente a la zona de meta, tras haber recorrido unos cuantos kilometros. Cuarenta y dos.

El maratón de Boston de 2014 será algo grande

El próximo día 9 se abren las inscripciones para poder participar en el maratón de Boston. Lo anunciaba el Boston Globe esta mediodía.

 

El baile de cifras promete ser espectacular. Para empezar, la inscripción online (exclusivamente, salvo corredores élite que son contratados) pondrá a disposición de la comunidad de corredores del mundo un total de 36,000 dorsales. Nueve mil más para poder acoger a los damnificados por la edición de 2013.

¿Es la mayor manifestación maratoniana de la primavera? Por descontado, y no solo en Estados Unidos. Más todavía cuando el terror atacaba la línea de meta de Boston hace un año. No es el summum en participación de los héroes de la primavera runner. Londres aportará unos miles más, sin duda. Además viviendo una explosión global después de los Juegos de 2012. París congregará otros cuarenta mil unos días antes y los paseará por el Bois de Boulogne, Roland Garros y el Arco del Triunfo.

Pero Boston es Boston. Este año, aún más. 

Treinta y seis mil lugares reservados son, en términos relativos, la crema de la crema del planeta maratoniano. El particular método de aceptación de la carrera que encogía el estómago de medio mundo el pasado mes de Abril reserva bloques de inscripción por edad. ¿Qué significa esto?

Existe una tabla de edad y unos tiempos mínimos de calificación. Así, un corredor de 30 a 35 años deberá acreditar 3h10 en algún maratón previo. Una corredora de 50 a 55 años deberá demostrar 4h00. La tabla completa está disponible en la web de la BAA. O sea, los más rápidos de cada una de esas edades del hombre tienen la oportunidad de exprimirse un poco más en el clásico recorrido, que está vigente desde 1898.

Con este sistema se ha pretendido contener la avalancha que supone ser el maratón más solicitado de los clásicos. Su edición número 117 ha sobrevivido -probablemente- gracias a un control estricto de los participantes. Y se optó por el corte en mejores marcas personales. ¿Un método justo y equitativo?

No se sabrá nunca. Muchos pedirán tener una oportunidad de disfrutar de la carrera del unicornio (el anagrama de la Boston Athletic Association). Más aún tras la edición de 2013, que convierte a la de este próximo Abril en una carrera altamente simbólica. No sabremos si la prueba habría sobrevivido al éxito con otro método, como el de la venta a los operadores exteriores de todo el mundo que usa su prima lejana, el maratón de Nueva York.

Nos imaginamos que el añadido de los atentados de 2013 ha hecho temer por un serio bloqueo de los sistemas de aceptación y reserva. Por todo ello, se ha dado una (¿injusta?) vuelta de tuerca a la calificación; supongamos que hay 4.000 dorsales para un grupo de edad. Es de prever que este año no serán 8.000 sino 15.000 los aspirantes. Pues tendrán preferencia los que acrediten no menos de 20 minutos de rebaja sobre esa marca.

Una decisión que traerá cola, os lo garantizo.

Un día de los patriotas diferente

Este próximo año la prueba irá al Lunes festivo estadounidense, Patriot’s Day, que se celebra el 21 de Abril. Una festividad muy marcada para todos los ciudadanos de Massachussets. En Abril pasado, una discutible relajación de la seguridad en esta fecha tan señalada trajo consigo una concatenación de fatalidades.

El ataque de unos demenciados con aspiraciones terroristas produjo muerte, terror y la solidaridad del mundo del deporte. La organización es sensible a las condiciones especiales de esta nueva primavera, por lo que anuncian un incremento de la seguridad y de todos los medios posibles.

Como colofón no hay mejores palabras posibles que las que extraemos de la web oficial. Todo el mundo estará mirando a Boston y la prueba no puede hacer sino responder como mejor sabe a esta demanda.

Adjuntamos las palabras del Director Ejecutivo de la prueba, Tom Grilk. [www.baa.org]

“The B.A.A. is aware of the significantly increased interest in registering for the 2014 Boston Marathon,”  “The rolling admission schedule will provide runners with the fastest qualifying times in their age and gender group the ability to have their entry accepted in an orderly and systematic manner. We understand many marathoners and qualifiers want to run Boston in 2014, and we appreciate the support and patience that the running community has demonstrated because of the bombings that occurred this past Spring.”

 

Llega el Maratón Ciudad de México 2013

Agosto, hemisferio norte y maratón son tres conceptos que habitualmente se comportan como el aceite y el agua. Para loshispanoparlantes significa que en algún sitio hay truco. O está situado muy al norte del hemisferio norte, o Agosto ya no es lo que era en la época de nuestros abuelos.

El Maratón Ciudad de México apuesta tradicionalmente por romper esta ecuación. Inscritos para la edición de 2013 están aproximadamente veinte mil participantes. Se convierte en el reto deportivo del Distrito Federal.

Casi 10.000 followers en twitter y amigos en facebook, y un sólido legado que hacen que se cierre el cupo más de un mes antes. Lo nuevo y lo tradicional se mezclan en el evento que se disputará el próximo domingo 25 por las calles de México DF. Una ciudad con una altitud exagerada (2.200m) y peligrosa para la disputa a tope de los esfuerzos prolongados. La famosa y discutida atmósfera de una vieja llanura inundada que se sitúa en una elevada meseta.

Estar situada a altitud y sus 19 grados norte le acercan más a variables razonables. Los maratonianos no tendrán que lidiar con treinta ni cuarenta grados. Esto no es California ni Sonora. Habitualmente se disputa este festival del corredor con suaves parámetros porque, ya dijo alguien, «bastante tenemos con correr cuarenta y dos kilómetros como para sumarle más drama».

La prueba cuenta con lo nuevo y deseable que los eventos del siglo XXI acometen. La retransmisión en streaming se podrá hacer en la página de la carrera: http://maratoncdmx.com

Ah, qué diferente habría sido todo si en aquellos 80 hubiéramos podido ver todo así. Se podría haber retransmitido la victoria de Casimiro Reyes de 1983. Sus 2h29 quedaban algo eclipsadas por los 2h20 escasos que Mamo Wolde había logrado en el sesenta y ocho mítico, pero fue el arranque del gran evento atletico que hoy engloba una manifestación global, con las distancias de 21 y 42km tomando la ciudad.

 

 

Y es que el libro de oro de la prueba reune a nombres míticos del fondo mexicano como Dionicio Cerón, vencedor en las peligrosas arenas de Londres, Fukuoka, Rotterdam. La demostración de superioridad de los corredores africanos (lo que algunos bautizan como ‘invasión’) ha sido patente en las últimas ediciones con triunfos de Nkaya o Amare Shewarge. Nada nuevo bajo el sol.

La edición de este año cuenta con cambios.

Cambios obligados por la situación de la sociedad. En 2013 el Gobierno Federal tendrá que modificar parte de la zona del maratón por un plante de miles de manifestantes. Esta edición contaba con el propósito de repetir el recorrido de los Juegos de 1968. Desde el Zócalo capitalino en el cruce de las calles 20 de Noviembre y 5 de Mayo y terminar en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria México’68. No ha podido ser.

De todos modos la gran ciudad parece suficiente para acoger a diversas manifestaciones, reivindicativas unas y deportivas otras. Esto afortunadamente no es 1968 ni se respira -uno ha leído- el mismo panorama de odio sobre las ideas políticas.

Eso quiere uno creer.

Campeonatos del Mundo de Atletismo (II): España, historia de nuestra participación

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Los Campeonatos del Mundo de Atletismo no son equitativos. Son crueles.

En los Juegos Olímpicos, la fiesta del deporte reserva un hueco a los países con representación en los comités olímpicos continentales. Por ello tenemos todos los Juegos esas imágenes en las que un velocista palestino o un nadador africano muestran la gran diferencia entre los mejores del planeta y los esforzados semiprofesionales.

En Moscú se verán pocos ejemplos así. En las series clasificatorias habrá todavía sitio para el romanticismo pero se verán hasta cinco atletas por país. Las condiciones permiten que los líderes del año en la Diamond League y los campeones de cada área acudan adicionalmente. El todopoderoso órgano (que hace lo que quiere con su evento, para eso es quien lo monta) de la Federación Internacional de Atletismo ha pensado en acumular lo mejor de lo mejor.

Y los espectadores españoles se llevan las manos a la cabeza.

-Pero ¿no somos capaces de ganar ni una medalla?
-En esa carrera ¿no hay más que (por ejemplo) negros? ¿Y los españoles dónde están?

La cultura deportiva está basada en la asunción del deporte como una realidad económica y social. Pero, cuando no hay cultura, esa realidad queda machacada por los medios de comunicación de los -pongamos- países-fútbol. Si no hay españoles ganando, no hay deporte. Si hay victorias, hay medios de comunicación. Portadas y minutos de noticieros. El waterpolo femenino, la Fórmula 1, el baloncesto femenino o el hockey sobre hierba. Ejemplos de deportes que no existieron durante décadas.

El Campeonato del Mundo no es el mejor escenario para que demostremos ser la crema de la crema. No se trata de invertir 300 millones de euros en la mejor cuadrilla posible de futbolistas. El atletismo trata de talento individual, al que se le inyecta apoyo, tecnología y dosis enormes de entrenamiento.

O sea, que no vamos a ganar mucho. Habrá que participar por estar entre los mejores del planeta, en el deporte más extendido entre la raza humana.

¿Ha sido siempre así de imposible? ¿Qué han logrado los atletas españoles en la corta historia de los Mundiales?

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Los hispanos que acudieron a la primera cita, en Helsinki.83, estaban inmersos en el desarrollo de la propia generación (la gran quinta del 57) y un semillero global gigantesco. El mundo estaba dominado por europeos que corrían y norteamericanos que volaban. Colomán Trabado no pudo superar su semifinal de 800m bregando contra el campeón mundial Willi Wülbeck (otro alemán) o el brasileño Guimaraes, de una generación donde no paraban de salir galgos de la verde-amarelha. Antonio Corgos superaba los ocho metros para ser séptimo en una final donde volaban bajo Mike Conley o Carl Lewis.

Abascal y González, que apuntaban alto en la crema del mediofondo europeo, tuvieron que manejarse entre los intocables Ovett, Aouita, Scott o Steve Cram. Aún así Abascal pudo ser un amargo 5º puesto en la final mientras que González, que había vencido en la versión de bolsillo de los Europeos de pista cubierta, quedó fuera de la misma. En 5.000 y 10.000 había, sencillamente, demasiada diferencia entre los puestos de podio y el nivel de Jordi García y el Taca, Antonio Prieto. Esto no era el cross sino que había un hueco imposible con los Eamon Cloghlan, Alberto Cova y compañía (la compañía, de nuevo, alemanes del Este como Schildauer o Kunze). Pilar Fernández quedaba lejos en las series de 3.000 y Mariajo Martínez en las de 110 metros vallas.

El maratón español enviaba al toledano Ricardo Ortega y a Juan Carlos Traspaderne. Los tiempos del récord nacional se movían en 2h11 (marca que mejoró el Traspa en Helsinki) y De Castella era un tiburón que ya corría en 2h08. La historia se repetía cada vez que afrontábamos la realidad mundial. Sólo una excepción. José Marín se hacía con la plata en 50km marcha tras el gigantesco marchador Ronald Weigel, responsable de los éxitos propios y posteriores con el equipo australiano.

Youtube: 1500m Roma 1987.

En los Campeonatos del Mundo celebrados en Roma en 1987 se pudo contrastar la voracidad de González, sacándose la espina con una medalla de plata en 1.500, y la polivalencia de Marín con un bronce en la siempre discutida prueba corta de la marcha.

Roma’87 fue una barra libre donde se batieron récords de los campeonatos, continentales y del mundo. Ben Johnson se salió de la pista y de la barra. Los jueces introdujeron un último salto de longitud cuarenta centímetros más largo de lo que había saltado en realidad el local Evangelisti. Las alemanas del este corrieron hasta quemar la goma del estadio. Todo era excesivo, muy romano, casi neorrealista.

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Contra tipos que saltaban casi 2m40 como Sjoeberg, Avdeenko o Igor Paklin, poco podía hacer Arturo Ortiz (2.27 en calificación). Un descomunal Jose Alonso Valero fue finalista en 400 metros vallas frente a nombres legendarios como Edwin Moses y Danny Harris o Harald Schmid. Merche Calleja y Maria Luisa Irízar hicieron un silencioso pero espectacular top20 en un maratón femenino donde imperó Rosa Mota. Abel Antón iría sembrando para recoger en el futuro sobre distancias superiores. Y una joven Mayte Zúñiga se exponía a esos procesos de aprendizaje que significan mandar a los leones a atletas con ajustadas mínimas B.

Para el atletismo español las cosas tenían que empezar a cambiar ya. En 1991 la IAAF mandó a los Mundiales a Tokio. Barcelona acogería los Juegos el año siguiente en medio de una expectación inusitada.

La cosecha en el más difícil de los escenarios atléticos fue la de una medalla de bronce de la nacionalizada Sandra Myers y unas sobresalientes actuaciones que quedaron en puertas. Fermín Cacho y Valentí Massana prologarían el libro de los éxitos en Barcelona un año después. Tomás de Teresa fué octavo contra, atención estadísticos y aficionados al atletismo, Barboza, Konchellah, Ereng, Mark Everett, Johnny Gray y demás sputniks. Y Antonio Peñalver fue octavo en el decatlón, dejando asombrado al país que leía algo más que los titulares.

Para evaluar el nivel de Tokio es necesario recordar que Sergei Bubka saltó casi seis metros en pértiga. Mike Powell batió con 8.95m de una tacada a Carl Lewis y el viejo récord de Bob Beamon. Dan O’Brien se acercó a los míticos nueve mil puntos de decatlón o que Alina Ivanova batió el récord de los campeonatos con 42 minutos en diez kilómetros …¡marcha!.

¿Medallas?

Hablar de medallas quedaba tan lejano como acercarnos a la tecnología que aquellos días desarrollaban en el MIT o siquiera saber qué demonios era aquello de Windows.

A pesar de ello, una oleada de energía recorrió los programas de ayuda al deporte español en la década de los noventa. Todo subía como la espuma y la cosecha de éxitos de Barcelona’92 debía recolocar nuestros atletas en la siguiente cita. Dos campeonatos olímpicos, una plata y un bronce, además de dos finalistas más, eran un buen paso adelante.

Esperaba Stuttgart. Solo dos años después de Tokio.

La Federación Internacional de Atletismo no podía dejar que el show se enfriase. El periodo de espera se reducía a dos años. Nuestros corredores, saltadores y lanzadores tenían que aprovechar aquella resaca olímpica del Amigos Para Siempre.

¿Por quién doblan las campanas?: Estadio Vallehermoso (1957-2013)

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El Cementerio de San Martín había sido diseñado por Wenceslao Gaviña en 1849 como necrópolis del norte para los madrileños que dejaban de serlo: diñándola. Poseía sus decimonónicos nichos y patios dedicados a los cuatro santos que le pasaron por la cabeza del arquitecto o que le sugirieron desde las feligresías cercanas: Santo Domingo, San Ildefonso, Nuestra Señora de la Paz y Santísimo Cristo. De la beatitud del camposanto y su conveniencia por estar bien situado en el ensanche norte del siglo XIX, pasó a ser protagonista de otra historia más sobre los cambios de uso de la ciudad. De la gran urbe, que absorbe y deglute todo cuanto la rodea.

No se sabría durante décadas hasta qué punto esta afirmación puede ser tan demoledora, tan cierta. El dinero de la ciudad, que todo lo come. En el cambio al siglo XX se colaron por las rendijas de las tapias niños llenos de piojos y abrieron paredes, jugando. Los más rápidos entraron y salieron limpiando, derruyendo, hasta el punto que pronto pasó, de ser camposanto, a meramente campo. Los propietarios llegaron a usarlo como huerta, un terreno lleno de minerales y de leyendas. Los niños seguían entrando quizá a mirar si las leyendas existían o si podian llevarse alguna hortaliza. Llenos de jirones y hambre y piojos, una constante de la periferia de ese Madrid de Baroja.

El estado de abandono paulatino del cementerio de San Martín hizo que en Agosto de 1933 el Ayuntamiento adquiriese los terrenos. Madrid creció por la Ciudad Universitaria por el sur a pesar de su posterior bombardeo en la miserable guerra civil. Una fachada más moderna, polideportiva, con el estadio Metropolitano, lugar de las hazañas del Atlético de Madrid se constituía en aquella ladera luego machacada por los obuses. Desde los años veinte la Colonia del Metropolitano, la división inmobiliaria del Metro de Madrid, tenía por aquellas lomas unos espacios de amplitud y modernidad. Una época deportiva absolutamente ajena a lo que se avecinaría medio siglo después.

Pero ¿quién podía saber nada sobre el futuro salvo los locos y los inventores y los dueños de aquellos terrenos?

En 1957 el Ayuntamiento cedería los terrenos durante 50 años para la construcción de un estadio para la celebración de los II Juegos Iberoamericanos, en 1962. Nacía así el Estadio Vallehermoso. Nuestros atletas punteros eran primeros espadas tales como el manchego Antonio Amorós, que dominaba el fondo y el cross desde hacía un par de años, o el príncipe del 800 y de 1.500: Tomás Barris. Poco más que señalar. Se celebraban en aquel, nuestro estadio, reuniones atléticas de las que hoy tenemos recortes digitalizados y unas fotos donde los clavos acribillan una pista de ceniza, el Mondo de los pobres.

En mitad de aquella ausencia de riqueza de 1957, la casualidad y la primera explosión demográfica del país del dictador de voz aflautada hicieron que ese mismo año naciese una generación de bebés. Serían posteriormente conocidos por protagonizar las gestas más fantásticas del primer atletismo español contemporáneo. Los del 57 (Abascal, González, Moracho, Alonso Valero, Corgos) harían subir en los ránkings el nombre de España. Entonces parecía necesario.

Ellos, los del cincuentaysiete, también tienen ahora la horrenda tarea de presenciar la muerte de esa pista color rosáceo. Recién retirados, con la década de los noventa produciendo otros protagonistas, el estadio Vallehermoso dejaba de ser el lugar central del atletismo de Madrid. El meeting de Madrid empieza un periplo por las pistas de Alcobendas, Alcorcón, hasta la primera de las instalaciones que se construyó con aspiración internacional: el hoy circunspecto estadio de la Peineta. Entre tanto, el viejo graderío y aquella pista languidecen. Unas pocas competiciones son testigo callado de sus ya tres décadas de servicio.

¿Languidece también la ciudad? El estadio apenas es marco de celebración de algunos meetings de Madrid. Se reabre con pompa y circunstancia y rutilantes estrellas como la pertiguista Isinbayeva. Pero las gradas no hierven como antes.

Las campanas están doblando por la instalación.

Y es que la fecha de la concesión municipal para el estadio caduca en 2007.

El sentimiento más generalizado es que no habrá más atletas pisando la calle seis de la pista, aquella que quedaba pegada al pasillo de asfalto, al muro de la grada; aquella calle seis donde se almacenaban de dos en dos las vallas de las siguientes carreras. No habrá más camisetas de algodón ni zapatillas de clavos con una X en el lateral.

El tiempo había expirado de manera oculta, a ritmo de penoso goteo. Sin saberlo, mientras padres e hijos y entrenadores acudíamos en las matinales de Sábado durante toda la década de los ochenta, aquellas goteras que caían sobre la fachada de Juan Vigón eran un reloj de arena que nos avisaba sobre el futuro del estadio. Pero el silencio grita demasiado bajo. No se le suele oír. Fueron corriendo las semanas, los meses.

Desde fuera solo nos acordábamos del Vallehermoso, del objeto, de nuestros recuerdos. Se desconocía cómo iba la gestión real del atletismo. Aquella instalación se descomponía a trozos. Era necesario disimular con pintura al temple los mordiscos en el cemento de la valla que rodeaba la calle ocho, aquella cerca de obra sobre la que se colocaba la publicidad en las grandes ocasiones.

Al mismo tiempo la prensa nos contagiaba del optimismo: se suponía que era lógico pagar millones de pesetas de 1987 para que viniese Edwin Moses o Said Aouita. Si el meeting de Zurich daba beneficios, había que imitar su modelo. Ahora pensemos en la mitad del caché equivalente de Usain Bolt para correr en Zurich en 2012 y en la situación de la economía real de España en los ochenta.

Desapareció en un incendio el Palacio de los Deportes pero antes habían desaparecido los huecos para poder competir en la pista cubierta. No sin una profunda carga humorística, en los últimos años 80 el estadio Vallerhemoso acogía las competiciones de ‘pista cubierta’ en calendario de invierno. No había módulos cubiertos, INEF se quedaba para los atletas de élite. La promoción del atletismo entre todos aquellos chavales quedaba encargada a un sólido equipo de voluntariosos jueces federativos. En la distancia pienso en aquellos míticos 300 metros vallas y los días de triple salto en que los adolescentes éramos todo quejas. Teníamos la edad de la queja eterna, y no se nos ocurría otra forma que expresarla ante aquellos voluntarios del deporte educativo. Merecíamos una paliza.

Los momentos de gloria.

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Todavía habría tiempo de recordar aquellas tardes de verano de atletismo de alto nivel. Durante los años buenos, de 1984 a 1988, nadie borra de su memoria a los emperadores de uniforme amarillo que tenían la potestad de anunciar a golpe de bombo (y ginebra) quién asomaría o quién cavaría su tumba, los comienzos y finales de las estrellas del firmamento atlético. Edwin Moses era batido por Danny Harris en las vallas bajas más espectaculares del planeta, Paul Ereng era batido en un 1.000 fantástico por Pancorbo y, este, a su vez, por el campeón mundial somalí Abdi Bile. El cubano Javier Sotomayor se batía a sí mismo y a sus alturas imposibles.

Madrid contrataba para competir frente a los ojos de aquellos padres con patillas anchas y los niños peinados a raya a Patrick Sjoeberg, Said Aouita, Carl Lewis o Calvin Smith. Lees bien, maldita sea. ¡Los mismísimos Carl Lewis y Calvin Smith, volando raso sobre aquella goma roja. Un tartan semipulido que, en la calle uno, en secciones parcheadas de la recha, se  transparentaba mostrando un gris oscuro profundo. Era el comienzo del declive. Se asomaba el color del cemento sobre el que se había construido todo aquello, los cimientos de la necrópolis de San Martín.

Por todo ese elenco deportivo las gradas estaban a reventar. Madrid respondía como si de verdad aquello fueran los Juegos Olímpicos.  ¿Era realmente el atletismo que podíamos permitirnos? Unos Juegos en un estadio casi de bolsillo, con publicidad de marcas tan ochenteras como podían ser Ducados o Larios. Pero que suministraban a ciegas el dinero que hiciera falta. En una economía con índices de precio al consumo por encima del 8% e inflación apenas controlada por debajo del 9%, un meeting de atletismo como el de Sevilla contaba en 1987 con 45 millones para lo que fuera necesario (270.000 euros que, corregidos a nivel por el IPC acumulado, se multiplicarían hasta casi un millón de euros).

¿Recalificación o descalificación?

De forma súbita se llegó al final de la burbuja sobre la que se asentaba el crecimiento de la ciudad española. La liquidación presupuestaria y la necesidad de fondos de los sectores de la gestión de la ciudad. El cambio a las políticas neoliberales llamaban hacia la sostenibilidad de los equipamientos deportivos. En síntesis, sobraban instalaciones donde se sacaban exiguos beneficios. Por otro lado, Madrid necesita sobreponerse a los malos tiempos que se avecinan tras una década de crecimiento inmobiliario desmedido.

Alguien tiene la brillante idea de imitar el modelo barcelonés. ¿Y por qué no optar a ese generador de contratos de obra que son los Juegos? En 2012, 2016 o 2020. Nadie pone sobre la mesa los ejemplos presupuestarios de Atenas 04 o de la barbaridad de dinero perdido en Montreal 76. Juegos, más Juegos. Los que sea necesario traer. La casta de nuevos ricos en el poder piensa que ahora Madrid ya no fuma Ducados sino que es la más noble de las pasarelas. Y presume de estadio olímpico, igual que Sevilla. Y Valencia presupuesta treinta y nueve millones de euros para su Gran Premio de F1 en 2012.

Se mira hacia otro lado cuando se denuncia que seguimos en el país del envoltorio.

Y se materializa la consecuencia más lógica para un vetusto estadio que alberga un deporte en constante justificación. Vallehermoso debe caer. El terreno en que se sitúa es demasiado atractivo. De este modo, el poder del dinero hace que el estadio sea descalificado. No será recalificado. Eso habría sido una salida técnica, habitual, política. El viejo graderío y las seis calles caían descalificados. Era como aquellas temidas voces de los jueces que se ponían en la ‘curva del doscientos’.

Ojalá levantara la cabeza mi amigo el fallecido Luis Miguel Cruz, con el que fuí sistemáticamente último y penúltimo en los 2000m marcha en categoría alevín y con quien crecí para conformar el cuarteto B (o C) de aquel mítico club de atletismo de Alcobendas. Un aviso en voz alta significaba la descalificación de un equipo relevos; nos habíamos salido de la zona de entrega. Teníamos trece años.

– «Venga, va, que son unos críos» -solía quejarse algún entrenador o algún padre que vivía el atletismo bajo la lluvia o el viento.
– «Tienen que aprender» -respondía el juez de la Federación de Atletismo de Madrid.

Naturalmente terminábamos aprendiendo. Con el tiempo supimos todos qué significaba el dinero. Luis Miguel, el hijo de Miguel el zapatero, Jose Ayuso Yuyu, Miguel Fierro, Jose Correlotodo, que se atrevía de infantil y de cadete con los del sesenta y nueve. Niños que ya no haríamos aquello de jugar nunca más en la dura alfombra roja del tartan. No nos abriríamos más la cabeza cayendo contra el armazón de hierro que cubría la colchoneta de salto de altura.

En 2007 ya no éramos críos. Podíamos esperar cualquier barbaridad de los regidores del deporte de la Comunidad de Madrid, orientada hacia el negocio, y por ello no podemos sentirnos defraudados. El estadio emblema del atletismo en Madrid sufrió un cierre cuasi definitivo hace ya año y medio, para ser acomodado a unas nuevas instalaciones municipales.

¿Instalaciones Municipales?

Madrid, sumidero político al que tiramos a diario todas nuestras energías y, cada cuatro años, nuestros votos, debía pensar que estábamos sobrados. Es como se comporta Madrid: generosa, sobrada, la Corte donde no falta de nada desde los Habsburgo. Los gestores madrileños debieron pensar que andábamos holgados de equipamiento deportivo para atletismo. Al fin y al cabo lo del correr se puede hacer en la Casa de Campo. Sus políticos pensaron que los ciudadanos deportistas de Madrid necesitaban un sitio donde purificar las caras de mala hostia diaria, donde convertir en vapor nuestras frustraciones por cuadrar los presupuestos para comprarnos el Qashqai.

En resumen, nos dijeron «Lanzaos en plancha a una nueva dimensión social». Y nos colocaron el proyecto de un spa.

A escasos metros del nuevo campo de golf. A Madrid no la conocía ni la madre que la había parido.

Los tecnicismos contaron que «se había recurrido a la concesión privada para reconstruir parcialmente el polideportivo de Vallehermoso. El concurso municipal incluye un pabellón y una piscina cubierta además de varias salas polivalentes».

De emblema del correr, donde vimos a Harris, Moses, González, Lewis, Trabado o Bile, donde nos juntábamos criaturas a competir en reuniones de la FAM, se pasaría a puchero para desintoxicarnos. De la educación del esfuerzo y del deporte, a la desintoxicación urbanita.

Es una perfecta metáfora de la catarsis de los tiempos modernos.

¿Que no, chaval? 

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Fotos: UrbanCidades, JSChamberi.org, RFEA.

 

¿Estamos convirtiendo el hobby del correr en un reto?

Ayer comentábais sobre si era o no era el Maratón Alpino Madrileño el más duro o no. Salía a debate la necesidad de que fuera necesario que estemos llegando a este extremo.

¿Es correr algo más que un hobby en el que nos sentimos bien? ¿Hacia dónde está divergiendo la mera pasión por hacer ejercicio?

Significarse como «el maratón más duro» está compartiendo líneas con calificativos como «brutal», «el más populoso». Es frecunte leer expresiones de asombro porque vamos a encarar, o alguien ha terminado con éxito «el ultra trail más fantástico» o «la experiencia más exultante de la vida de un runner».

Me pregunto si todo esto no se está yendo de las manos. No solamente en el mundo de correr; tomad la bicicleta, el viajar o conocer los vinos de nuestra tierra. Tenemos que hacer un viaje aún más fabuloso, donde nadie haya ido. Necesitamos dominar los taninos de la una mencía o la merlot. Hay que correr una vez en la vida la Quebrantahuesos.

¿Nos gusta correr o nos gusta afrontar retos?

Más. ¿Nos gusta afrontarlos o nos tiramos de cabeza a ellos como una necesidad vital?

En su muy discutido libro sobre dónde está el límite, un defensor de la consecución de retos como Josef Ajram dice:

Decidí convertirme en ultrafondista y participar en las pruebas más duras del mundo para tratar de averiguar dónde estaba el límite del cuerpo humano –dónde estaba mi límite–

Blogs, artículos, tweets donde continuamente se relatan las travesías, heroicidades o miles de metros de desnivel acumulado.

Y, enfrente, como situados en una mesa de negociación de las que aparecen en televisión, está toda una legión de seguidores, corredores con cien aproximaciones diferentes al correr. Tanto en ruta como en campo. Muchos leen y miran con cara de espanto. Pero ¿esto no iba meramente de correr? ¿En qué estáis pensando? Son preguntas que hacéis a diario los que no corréis, los que leéis este blog.

Pero en la misma mesa-auditorio hay un contingente cada vez más grande. Que adora la gesta y planea la suya propia. Que colecciona retos. Quizá sea un modo de crecimiento personal, me dice mi propia conciencia buena (el angelito de mi hombro derecho). Quizá que hemos perdido la perspectiva como hombres con todo conseguido y, a la vez, con nada, dice el demonio del otro hombro. Tenemos todo lo que el estado del bienestar nos ofrece. Pero hay una insatisfacción. Nos inscribimos en superpruebas. Concursamos en televisión para conseguir ese sueño. Queremos ser los que mejor caten el vino, los que más matices distingan en un aceite virgen extra. Y que nos lo certifiquen.

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La psicología ha definido dos tipos de motivación: la intrínseca, cuando afrontamos un reto por el mero placer, sin una recompensa externa, y la extrínseca. La búsqueda de un reto para conseguir algo determinado, un cambio en el status, el reconocimiento. El deporte amateur se expande después delos años 70 y 80. Parece que hay ‘booms’, picos, que se revoluciona, cuando se han sobrepasado las grandes crisis sociales y económicas. ¿En qué parte situarías tú el participar en carreras a pie?

¿Se trata de una manera entretenida de pasar el tiempo libre? ¿Se trata de una manera que tienes de cruzar tu crisis de los cuarenta? ¿Hace falta que alguien o algo te esté esperando en meta, cuando luego lo cuentas en foros, #RSS o paseas con tu camiseta de ‘finisher’?

Un amigo con miles de kilómetros a su espalda decía amargamente en su muro:

cada vez me atrae menos competir en carreras y si buscarme mis historias por mi cuenta, sin tanta tontería (…) No somos heroes, somo simplemente afortunados por poder hacer lo que nos gusta. Correr 100, 200, o 1000 km, no te hace ser mejor que nadie, ni más valiente, ni más duro como persona. Es otra cosa.

Desde una perspectiva un tanto titánica, el rey de reyes, Kilian Jornet, escribía hace unos meses que «No hay nada más maravilloso que darse cuenta que no somos nadie, que somos insignificantes«.

¿Tomas partido en este debate?

¿Eres de los de los retos o de los del disfrute? ¿Eres de los que contestan «las dos cosas»?

Se disputa en Madrid el «Maratón más duro del mundo»

Diecisiete ediciones consecutivas para probar el eslogan de la prueba. Posiblemente sea «el maratón más duro del mundo«. Los 42km y 195m de la distancia olímpica se multiplican arriba y abajo. El asfalto sobre el que se escriben las gestas épicas se cambia por sendas, riachuelos, roca y más roca. El resultado es casi 45 kilómetros con un acumulado de 5.300 metros de desnivel.

Todo esto configura la XVII edición del Maratón Alpino Madrileño que se disputó ayer. Con salida en la localidad madrileña de Cercedilla, desde sus escasos mil metros de altitud se ascendio varias veces hasta los dos mil y se descendió por nombres que están más asociados al alpinismo (Peñalara, Bola delMundo) o al ciclismo (puerto de Cotos, puerto de Navacerrada). Lo que habitualmente son tiempos de dos horas y cuarto en un vencedor en ruta, este año las cifras volvían a merodear el doble. El salmantino Alfredo Gil se imponía con 4h:01:18, con un márgen de quince y veinte minutos a Cristofer Clemente, y Federico Galera, respectivamente.

En dos horas se había agotado el medio millar de inscripciones disponibles en internet. El éxito de una prueba trail tan técnica y dura al lado de una megalópolis de seis millones de habitantes han convertido un dorsal del alpino en caviar.

Este verano había condicionantes extra, después de que las cumbres del recién estrenado Parque del Guadarrama permanecieran cubiertas de nieve hasta la semana de la carrera. Por esa llamada del peligro o por el furor de correr por sendas y pedregales, las cumbres atrajeron a los fieles del circuito de las carreras de montaña.

Desde Cercedilla se asciende al Puerto de Navacerrada por la vía más recta: el camino del Calvario. Coronado este santuario del esquí madrileño, todo recto hacia la cumbre de la Bola del Mundo, por encima de los 2.200 metros. Línea recta por las cumbres hasta Cotos, desde donde se encara la cima de Peñalara, el pico más alto de la zona (sobre los 2.400m).

En este punto la líder de la prueba femenina era la alemana  Lea Baeuscher, del equipo Salomon. Tras el descenso del vértice del Guadarrama se encara la tremenda ascensión a las Cabezas de Hierro por una pendiente de roca que merma las fuerzas y convierte los reflejos de las rodillas en mantequilla. Desfortunadamente Baeuscher sufrió un accidente en la bajada de Valdemartín y tuvo que ser evacuada, dejando la victoria para el duelo entre la madrileña Sonia Elgueta, que también sufrió problemas estomacales por la ingesta de un gel que no le sentó bien, y Sofía García Bardoll, tercera hasta entonces.

Al descender de las cumbres la carrera se juega en un serpenteante sendero que deshace el camino hasta Cercedilla. Son ocho kilómetros donde los músculos gritan y el equilibrio se gestiona con muchísimo entrenamiento en descensos. En chicas Sofía distanció en apenas dos minutos a Begoña Sánchez, ambas en la frontera de las 5h30 de esfuerzo. Tercera sería la canaria Raquel González.

El Maratón Alpino Madrileño es uno de los únicos maratones en el ránking de la Federación Internacional (ISF).

Paralelamente, se celebraron una carrera mini para los más jóvenes, y un cross de iniciación, el durísimo del Cross Alpino del Telégrafo, una carrera más corta que se empezó a organizar para dar oportunidad a los que se querían iniciarse en las carreras de montaña. Con 17 Km y 1.400 metros de desnivel acumulado, contó con las victorias del segoviano Óscar Baeza y Ana Paz Bermúdez.

Consultorio para el corredor: envíanos tus dudas

Vayamos con lo práctico. Día de dudas para novatos, experimentados o mentes inquietas.

¿Patinas con la alimentación en las largas distancias? ¿Dudas sobre cómo está afectando correr a tu sueño? ¿Zapatillas «que sí pero que no»? ¿Es bonito el maratón de París? ¿Quién dices que fue Peter Snell?…

Durante veinticuatro horas, intentaremos darte pistas sobre todas las preguntas que te asalten. Entrenamiento, sensaciones, material o pistas para tomarse unas vacaciones y encontrar «esa carrera».

Envíanos tu duda.

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Kilian Jornet y Emelie Forsberg se llevan la victoria en Zegama

Considerada una de las tres o cuatro mejores carreras de montaña del mundo, por elenco, animación y nivel de exigencia, la localidad vasca de Zegama acoge el Maratón Zegama-Aizkorri. A disputar sobre las vertientes de la sierra del Aizkorri en un circuito de 42km y 5400 metros de desnivel acumulado.

Y uno de los pocos idonos deportivos, lugares donde surgen fotografías que dan la vuelta al mundo como las de Jordi Saragossa.


Foto: Jordi Saragossa.


Foto: Jordi Saragossa.

Y uno de los paisajes deportivos más personales de Europa y donde más apasionadamente se viven las montañas. La prueba deportiva se ha convertido en una especie de Campeonato de Europa de carreras de montaña con apenas una decena de años de celebración. Con la particularidad que, en el viejo continente habitan actualmente los mejores trailrunners del planeta. Es comparable a una especie de Ryder Cup pero que asciende sin tanto lujo a crestas calizas, baja por praderas y sendas entre hayas. Actualmente el dominio europeo es abrumador y hoy no ha sido excepción. El catalán Kilian Jornet, considerado el mejor corredor de montaña del mundo, se ha impuesto por sexta vez en la prueba. La sueca Emelie Forsberg, reciente vencedora de la Transvulcania, se ha impuesto con holgura entre las mujeres, estrenando su palmarés y completando una ‘primavera española’ de ensueño.

Esta vez no ha existido rastro de los norteamericanos. Ni Sage Canaday ni Tim Olson, top 5 en la reciente Transvulcania, o competidores equivalentes. Del evento guipuzcoano de este año se caían otros miembros del equipo Salomon como el francés Michael Lanne, cuarto en 2012, o el británico Tom Owens, tercero. Quedaba por ver cómo recuperarían Jornet y Hernando de los más de setenta kilómetros de una semana atrás sobre las rocas volcánicas canarias. El resultado ha sido 3h40 en meta para el catalán y apenas unos segundos para Hernando. Uno de los tiempos más rápidos jamás conseguidos sobre el paraíso verde.

 

El italiano Marco de Gasperi, uno de los más radicales escaladores del mundo trail, borró todo rastro de duda sobre su forma física y tomó la salida, en contra de lo que él mismo anunciaba. Tomó rápidamente una ventaja en el ascenso a Aratz sobre Luis Alberto Hernando, Kilian Jornet y los sorprendentes Pivk (ITA) y el cordobés Zaid Ait, el chico que cruzó de Tánger a España bajo las ruedas de un camión. Pero en los descensos del macizo del Aizkorri se gana tanto o más que ascendiendo. Jornet recuperaría dos minutos a De Gasperi que abandonaría.

 

Forsberg recuperaría el tiempo que la norteamericana Stevie Kremer en cabeza de la carrera femenina. Kortazar, en cambio, no tenía su mejor día y se retiró pasado el descenso de Sancti-Spíritu.

Subiendo y bajando sin final.

Oihana Kortazar y Nuria Picas, las dos puntales de la representación local, estaban un escalón por debajo y tendrían que conformarse con regular ante las duras subidas al Aizkorri y el Andraitz. Picas lograría remotar hasta el segundo puesto del podio gracias a un descenso brutal. La superioridad de la sueca de los salomones era patente ya después de coronar Aizkorri, donde cientos de senderistas han ascendido a primera hora y componen una de las estampas deportivas más conocidas y fotografiadas del mundo.

De casi tres mil solicitudes de inscripción, la asignación y sorteo de dorsales establecen una línea de salida con únicamente cuatrocientos cincuenta afortunados. Unos exigentes tiempos de control no han impedido que este domingo de Mayo quedaran por el camino apenas trece retirados. El cierre de control se sitúa en ocho horas pero por delante las velocidades son de vértigo, ascendiendo casi a gatas y volando por las crestas.

La soleada climatología del domingo no impidió que algunas de las más técnicas zonas fueran determinantes. El barro y la roca caliza humedecida marcaron los nombres más fuertes y, de nuevo, los descensos radicales dieron las diferencias. Hernando no pudo sostener el ritmo de Jornet y llegaría a la meta zegamarra con apenas doce segundos de desventaja. El corredor burgalés de Adidas fue segundo por cuatro minutos en 2012 y este año, después de ser plata en la Transvulcania, ha demostrado que está en la élite para quedarse.

¿Quieres echar un vistazo?

El fotógrafo deportivo Jordi Saragossa tiene un album impresionante en su facebook.

Resultados completos.
Web de la prueba.

¿Cómo se originó el ‘boom’ del correr?

Era una mañana de Septiembre estadounidense de 1972 cuando las cadenas de todo el mundo conectaban la señal internacional de los juegos Olímpicos de Munich. Un estudiante de la universidad de Florida llamado Frank Shorter, veinticuatro años de edad, había ganado la carrera más mítica de los juegos. El maratón, los laureles heredados del mito de Filípides desde que se redescubriera en 1896, se habían puesto en juego en un tranquilo esquinazo del sur de Alemania. Unas vueltas a la ciudad y el parque olímpico que rodeaba las instalaciones de los juegos, entre árboles y praderas surgidas del «soziale Marktwirtschaft«, el desarrollo económico con un toque humano. Un parque en el que se había pintado la personalísima línea discontinua de todos los maratones, que dibujaba por todo Munich la silueta de Waldi, la mascota de los Juegos.

En los márgenes y aceras de Munich, espectadores de mediodía, con pantalones de campana y gafas con montura de metal, cuadrangular, amables gentes de un estado social. Frank Shorter iba despertando los noticiarios de todo su país, seis horas por delante de la hora de la costa Este estadounidense de una tarde templada de la Alemania Federal. Se había distanciado de sus inmediatos perseguidores, un grupo con nombres de relieve como el efectivo fondista belga Karel Lismont o el australiano Derek Clayton, el primer hombre que bajó de 2h10 minutos (en Fukuoka, 1967).

Estados Unidos buscaba los interruptores de las cafeteras y las tostadoras. ¡Cristo! Este Domingo comienza bien. Muchos ajenos al deporte se engancharían a la ABC y verían que se hablaba de tipos con resistencia infinita. De Mamo Wolde, un africano que había vencido en las dos pruebas de larga distancia de los Juegos de México 1968, donde el aire es quebradizo y los alveolos pulmonares de los humanos ardían como teas.

Maldita sea, pensarían, estos alemanes siempre en la televisión.

Munich había enseñado al mundo una carrera con doble y triple fila de espectadores que también acudían a la ceremonia de clausura de los juegos. El maratón siempre ha supuesto la última prueba del calendario de los mismos.

Diablos, un chico de Florida. ¡Eh, despertad! Tenemos un chaval que ha vuelto a patear el culo de alguien en Alemania.

La ciudad preciosista de la feria de la cerveza y de las chaquetillas bávaras era un túnel a través del que Shorter discurría con una zancada suave. La zancada de un atleta que entrenaba veinte millas diarias con un brazo izquierdo siempre algo pegado al cuerpo. El ritmo de aquel muchacho de la FU era impresionante y se convertiría en una de las victorias más trascendentales del deporte en el mundo.

Derrotados, desconocidos tipos en camiseta de tirante y estética seventies. El público americano no tenía la menor idea de que estaba imponiéndose a monstruos como Ron Hill, otro mito del maratón mundial, otro tipo que había roto la barrera de las 2h10, velocidades inhumanas que se conseguían con tendones de acero, montados sobre plataformas duras que hoy nos destrozarían los pies y las rodillas. La tecnología del calzado deportivo al que estaban acostumbrados los cracks de los años 70 eran poco más que las zapatillas de loneta. Pero todo el mundo estaba entusiasmado.

Los televisores de muchas casas empezaron a prender la señal. Uno tras otro, asomando a una especie de desayuno global, de matinal sacada del tiempo. De nuevo Alemania en la televisión. Los bosques y las avenidas coronadas por monumentos de carácter neoclásico de nuevo en las pantallas. Y es que todo era relativamente reciente. Apenas veintisiete años antes se celebraba en el cercano Nüremberg el cierre teatral de la Segunda Guerra Mundial y del régimen nazi. Los padres y los abuelos sentían que aquellas imágenes les enganchaban. Probablemente atraídos por el absurdo encanto de un ser humano en pleno y natural movimiento. Corriendo a todo trapo.

Reconozcamos que la mayoría de los americanos no tenía idea de qué era el maratón. Sabían algo de una distancia estúpida, veintiséis millas y cuarto, de que en Boston se celebraba una desde 1896. Pero pocos se veían empujados a correr por sí mismos. Pero la victoria de Shorter encendió la mecha del llamado «running boom«.

Después de aquello, millones de norteamericanos empezaron a trotar y correr por parques, calles, campos de golf, por todo el país. Jane Fonda corría. El presidente Carter corría. En 1977 Jim Fixx escribía «The Complete of Running» y se convertía en un best-seller inmediato.

La victoria de Shorter supuso algo más que la gloria olímpica. En los años del amateurismo aniquilado, todo un movimiento mercantil surgió del sudor del chico de Florida. El país cuyas referencias deportivas eran Muhammad Ali, Jack Niklaus o los primeros Lakers, de repente encontraba algo en lo que se podía actuar: calzarse unas zapatillas era, de repente, sencillo.

El resto es historia.