Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Entradas etiquetadas como ‘chaigneau’

El barranco de Tenoya

Mientras Sebastien Chaigneau chocaba las manos de los asistentes en la Plaza de la Música en un día de primavera de hace un año, el tiempo se estiraba hacia detrás y se convertía en meses de lenta agonía para alcanzar la cuesta asesina de Lomo del Bi­cho, o en años a quienes se vieron atrapa­dos en el barranco de Tenoya.

Hace ahora un año que participé en la TransGrancanaria, prueba que The North Face respalda en la isla afortunada. Afortunada por tener barrancos inmensos por los que la vista se pierde. El tiempo se ancla y los organizadores de pruebas trail adoran meternos por allí.

Este fin de semana hace un año en que me metí por el barranco de Tenoya. Aquellos barrancos son enormes como teatros, como el de los Vi­centes, por cuyas plateas y palcos bajaban hileras de luces frontales blancas. Otros verticales y oscuros como la cara alta de los Ayagaures. Otros planos y obscenos como hornos de cerámica, como el de Te­noya ¿Quién hizo que todas las piedras del mundo tuvieran que caer a mis pies?

¿Tie­ne final esta trituradora? ¿No se os habrá ocurrido que el próximo avituallamien­to…? Sí. Ahí arriba estaba.

Seb repite, Nerea se estrena.

Ayer Seb Chaigneau vencía por segunda vez en un recorrido superior a las catorce horas de carrera. El sonriente amigo de las rocas se alzó con la victoria de la prueba reina, la Ultra Trail de 119 kilómetros, que partió en la medianoche del viernes desde el municipio de Agaete para terminar en la plaza de la Música de Las Palmas de Gran Canaria. Oier Ibarbia o Yeray Durán o Nerea Martínez, que vencía en categoría femenina después de recorrer con su coleta las cumbres heladas del Guadarrama, o los demás vencedores de las diferentes distancias o los vigésimos o quienes cerraron las pruebas por atrás eran gotas de savia que circula por el campo y sus sendas, sus capilares. Una fi­losofía mitad poética y mitad criminal, que se disfraza de romanticismo para des­menuzar y minar tu resistencia.

En las clasificacio­nes veréis nombres. De hecho puedes hincharte con el seguimiento y la información total, como si revivieses todo, en el siguiente enlace, el twitter de la prueba).

Subir y bajar, nun­ca encontrar una ruta fácil ni lógica. ¿Vencedores al cansancio? Quizá la Transgrancanaria sea eso, un gi­gantesco homenaje al cansancio. The Nor­th Face sería algo así como el mecenas de esa escultura del runner agotado y herido. Ni a los organizadores de esta excelente prueba ni a sus mecenas les podemos cul­par porque acudimos como las mariposas a la luz. Volamos alegres en cuanto se abren las inscripciones. Nos desplazamos por centenares buscando la parte de gloria que gentilmente nos cederán.

Tenoya.

Y el final es un barranco. Los kilómetros del barranco de Tenoya es una expresión que eriza el vello de los tipos más duros. Los corremontes como los llama mi amigo Sergio. Imagina que, cuando oteas el final de una jornada criminal, la conclusión de una mudanza, por ejemplo, te dicen que olvidaste bajar el viejo frigorífico. Cuando llevas toda la noche y parte del día al sol, te prometen el descanso al otro lado de veinte minutos pisando cantos rodados de un cauce. Héroes de la antigüedad canaria, recogedme y lanzadme a una pira funeraria, pensaba. Doblabas una parte de la barranca, y te encontrabas con su hermano gemelo, con la extensión de un río seco, una hoz que te conduce a otro centenar de pasos sobre superficies que escuecen y laceran la planta de tus pies.

Porque vas sobre esos resistentes compañeros que te sostienen como épico animal y les vuelves a exigir un extra más. Adelantas a otro compañero de ruta y te compadeces. Él estará más minutos que tú ahí metido. Tenoya elimina los competidores y los hermana ante el tribunal que dirige Fernando Díaz. Una Inquisición sonriente a la que se acude voluntariamente, año tras año.

Este año más de 2.000 participantes tomaron las diferentes salidas desde diversos puntos de la isla. Pero absolutamente todos tenían que terminar entrando en la ciudad de Las Palmas por el mismo desfiladero. El año pasado era el sol implacable, el del famoso clima incomparable de las Canarias. Este, la noche había traído viento y agua, más calor al mediodía.

Y los cantos rodados sonreían mientras los pisabas de lado, mal, dejando las uñas adheridas al interior de la zapatilla. Cuanto más odio impregnabas en la pisada, más reían esos redondeados testigos de tu sufrimiento.

Hasta que ves un puente, derribado y reconstruido a lo largo de la historia. Y ves cómo la gente gira hacia la derecha y sales de todo ello. No te importa que venga una cuesta demencial. No te importa caminarla. Ni que todavía vengan unos siete u ocho kilómetros por Ladera Alta o Los Giles, de barranca y cerros hasta otear la playa de las Canteras.

Has salido del barranco y podrás hacer chistes con ello y tener pesadillas. Contarás a otros que han pasado por ahí y ambos os remitiréis al recuerdo a medio plazo de vuestro cerebro.

Volveréis. Volveremos, posiblemente.

No. Siempre volvemos.

 

———–

Fotos: TransGrancanaria Facebook / LaProvincia.es