Como cuenta hoy Angel Calleja en 20Minutos, las últimas reformas en materia ambiental, aprobadas en diciembre, permitirán ocupar terrenos en montes públicos, vías pecuarias y espacios protegidos en la Comunidad de Madrid. Es una posibilidad cierta: cuanto territorio, atractivo por sus valores paisajísticos, sea susceptible por la maquinaria de la industria de la construcción y de la promoción de suelo, a por él irán. Los famosos planes de ordenación a los que algunos remitíais. No era sobre la caza sobre lo que cargué las tintas el otro día. Lo entenderéis ahora.
La reforma fue aprobada por la autonomía madrileña. Del mismo modo lo aprobarán diversas instancias autonómicas, tenedlo por cierto. Madrid es un laboratorio reglamentario. A aquellos que brillantemente comentaban por la red «el señor spanjaard no sabe que las competencias en montes son de ámbito autonómico» les pregunto si tan memo me veían. También es un mensaje a los que aprovechaban para mostrar al planeta lo asquerosamente exclusiva que es cierta política en Madrid. En vuestras comunidades autónomas respectivas se siguen los mismos dictados. Con distintos collares.
¿Ya estamos? ¡También entiendes de leyes!
Hay un fenómeno que he sorteado durante años: el experto en derecho de cualquier cosa. Sí. Ante un argumento visceral está la respuesta «esto tendrá que atenerse a nuestro ordenamiento jurídico». Antes que juntaletras fui investigador de derechos comparados, legislación urbanística y regulación del comercio minorista. Pollos.
Soy consciente que correr por el monte no es algo en peligro por una Ley de Montes, una ley estatal de mínimos. ¿Sois conscientes vosotros, expertos, que las negociaciones -viscerales y evisceradas- de los clanes políticos y locales son más poderosas que la redacción final del texto?
Casi quinientos retweets y tres mil quinientos ‘me gusta’ generó el anzuelo de la caza. Noventa y dos comentarios. Sobre la caza, los más y más extremos. No es la caza, estúpido. Es el guiso de la caza. Cuando hablamos de zapatillas para maratón las visitas se desploman, y luego me piden que me ciña a un blog del correr.
El correr por el monte probablemente esté tan en peligro como si no hubieran metido a los cazadores por medio. Gente que, en fin, se entretiene pegando tiros. Siempre que lo hagan en sus cotos, por mí, bien.
El trail running, entrenar por la montaña, el campo, en general, como bien público, no está en peligro por la no regulación de ZEPAS, de emisión de licencias ambientales para pruebas de montaña o que discurran por terrenos en delicadísimo equilibrio. Está el peligro latente de que, dentro de cincuenta años, no exista territorio siquiera en delicado equilibrio.
Alarmismo. Sí. La sociedad decimonónica que nos toca vivir reacciona a golpe de alarmismo. Sin él no se habrían parado las parcelaciones periféricas que sobrevivían entre 1960 y 1975 en situación alegal. Aún así, el trágala salvó la mitad. Sin el alarmismo habría decenas de estaciones de esquí en serrezuelas y montañas ibéricas, y los remontes de la ladera de Cotos no serían una especie de aviso contra nuestro futuro. O tendríamos el doble o triple de campos de golf por pinares como Navas del Marqués o en la ladera mediterránea. La de la desertización más rápida de la Europa continental.
Seiscientos corredores que pisotean durante unos minutos un sendero en un parque natural, incluso en un parque natural protegido, emiten cero coma cinco ruidos, dejan uno o dos residuos que la organización o quizá otro corredor recoja, dejan libre durante meses ese sendero para que se regenere. Pasan, pasamos, y se van.
Seiscientos parlamentarios de los partidos que nos gobiernan en el plano estatal y en el autonómico son capaces de dejarte sin parques protegidos. Sus intereses les delatan. El peaje que te hagan pagar, el informe ambiental que emitas para poder celebrar tu carrera en términos «eco», será el precio que pagues para que luego calles. Mientras tú cumplas, ellos desarrollarán sus intereses.
En A o en B. Pero los desarrollarán. Y su huella es indeleble.