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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Maratones como churros

Mientras subíamos hacia los 1780m de la Fuenfría bajo el influjo de la luz de la luna, comentábamos Edu, Juan y yo la existencia de los tipos que corren maratones a diario, o que ataviesan el mundo a golpe de talón-puntera, los Serge Girard, Riki Abad o el que andaba por Madrid el domingo pasado, con su proyecto de 365 maratones. Ahí están, viviendo aquella mítica barrera como un oficio más. Lo mismo que los sherpas que acarrean por dinero las ansias de aventura de los europeos (y asiáticos, por lo visto) y que, para más inri, son presionados para meterse en embolados en los que se meten las expediciones comerciales.

En cualquiera de los casos se ha descubierto una nueva frontera. Se ha derribado una barrera. No es raro ver como deportistas de todo tipo recorren esos 42km y lo asumen como algo normal. El desafío es contenerse, es saber comprender que la dificultad no es la distancia a recorrer sino contar con más tiempo. ¿Distancia? ¡Velocidad!

El Domingo pasado 8000 corredores completaban en Madrid los míticos (ya no tanto) 42km195m y a lo largo de las jornadas siguientes unos cuantos recuperábamos para asimilar esa paliza porque … es una etapa más en la preparación de las piernas y el metabolismo para 80, 100 o 110km. O nos han sometido a una abducción química unos extraterrestres, o estamos mal de la cabeza o … espera; o los maratones son una larga pero ya no extenuante cifra. Ayer sábado subíamos a la montaña, mejor dicho, a los bosques, apenas 6 días después de correr y caminar 42km, para completar de noche otros casi 44km con interesantes desniveles. Hoy las piernas se quejan pero el resto del cuerpo funciona como un reloj. Si hubieramos registrado el pulso total de la salida de anteanoche, las cifras máximas probablemente no se habrían disparado más que en un entrenamiento rápido.

¿Algún aprendizaje concluyente? Sostengo que estamos preparados para hacer grandes distancias, no para hacerlas deprisa.

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