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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Regreso al pasado (im)perfecto

1.

Hurgando entre perdidas reliquias y diplomas y demás materiales que Luis padre siempre acostumbró a guardar, fomentar en sus hijos y preguntar de cuando en cuando con un «¿sigues teniendo aquellos diplomas del maratón?«, ví aquella camiseta absolutamente imprescindible que tiñeron de rojo otras coetáneas asesinas en una lavadora. Tenía el tacto aún algodonoso, conservaba una impresión perfecta de esa carrera del distrito de Barajas, de las fiestas de la Virgen de Loreto, dos puntadas semioxidadas de otra lavadora con el imperdible puesto, y te retrotraía a los épicos tiempos de las Fulcrum o de las Synchron, de un dorsal de cocacola de papel duro y de naranjas cortadas en cuadrados que había que disfrutar en diciembre. Hacer tiempo, comer aquellos cuartos de naranja Chiquita, esperar que terminaran Luis padre y Goyo y tirar entre bromas al R-5 burdeos que un día estrellaría mi hermana contra una rotonda. Rescaté la camiseta y los recuerdos. Al levantarme del cajoncillo, del fondo del pasado, una rodilla me recordó que cumplir treinta y ocho significa cosas.

2.

El esquinazo de la calle de San Pedro con Atocha es anónimo, ahora menos que antes. Dos tiendas de guitarras, un gimnasio y cientos de nuevos portales han iluminado una zona de Letras y de nouvelle condescendance. El otro jueves bajábamos por ella hacia el Caixa Forum y ví aquello de Bodega Trigo. «Hostia«, pensé en voz alta y casi sin aire, y comenté a mi compañía que así se llamaba y ahí estaba la bodega de un colega de pasillo en la UAM. ¿Seguiría el negocio en el entorno familiar?, ¿lo habrá comprado un matrimonio chino y reflotado en este bálsamo cool de los nuevos pijos artísticos?. Dieciséis minutos más tarde estaba al teléfono:
– ¡Trigo, me han pasado tu móvil, soy Luis, de la facultad!
– ¿Luis el ultra o el matemático?

¡El matemático!; trece años (ciento cincuenta y séis meses) de golpe en un agujero negro temporal, un viaje con la adrenalina suelta y sin bridas en el que me reconocían como el elemento freak que habían expulsado de la facultad de Ciencias Exactas. Mientras charlaba con un Trigo que por fin se había dado a formar una familia, desfilaron delante de mí las tardes en los bancos de la facultad de Filosofía y Letras; la generación perdida, Luis el ultra, Dani Simpson, Dani Spok, Juanma, Vicente, Mario, Javi perilla, Javi banquetas, Susana, Silvia, Trigo, y Luis el matemático.

Escoge la que creas verdadera o la que más te guste. Una de las dos no aportaría más que romanticismo irreal, una vena que ya he desterrado tras muchos años. La otra es cierta y me ha hecho estremecer hace pocos días. El pasado está ahí para ser descubrierto; te presto el mío.

1 comentario

  1. Dice ser Carlos

    Estamos de revival, ¿eh?. Mayores nos hacemos leches… Y yo más aún…

    28 agosto 2008 | 19:33

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