Yo venía hoy a contar el mal cuerpo que tengo tras agarrarme un medio pedete considerable en el cierre de fiestas de San Sebastián de los Reyes. Pero he reaccionado a tiempo (igual que cuando he salido pitando al tigre tras el cafelito de máquina asesino) y me he acordado que, anoche, comentábamos mi santa y yo que le debíamos un blog a la de las salchipapas.
Las salchipapas son un regüeldo de patatas fritas grasientas y salchichas mini, revueltas en un cubo de papel tipo palomitas, y regado con abundante mayonesa y ketchup. Sirven para crear una capa de muerte y destrucción sobre los cubatas que te has tomado, si eres poco previsor, o de muerte y destrucción previa al bombardeo de los mismos cubatas sobre tu estómago, si planificas tu suicidio bien. Esto tampoco viene al caso pero todo es cultura general que os vendrá muy bien en vuestras salidas por las ferias y chiringuitos de la periferia hard.
A lo que íbamos. La jefa del kioskillo. El lento de su aprendiz le inquiere:
– ¿Tiro esto a la basura? – hasta aquí todo bien. Tensa calma mientras me tambaleo.
– Si, por favor.
¿Por favor?. ¿Desde cuando se piden las cosas ‘por favor’ en los chiringos de feria, barracas y tómbolas ambulantes?. Pasmados, le pagamos y nos devuelve las gracias. ‘Gracias a vosotros’. Eh, para para… ¡Qué educación!. Es una reina, es la princesa de la feria. No. Es una mujer que sabe que cuesta muy poco ser agradable. Hay una tangible diferencia entre que te den las órdenes en el trabajo un hombre y una mujer. Una mujer rara vez te despreciará, te tirará la tarea a la cara, o te la comentará sin mirarte a la cara, con ese desprecio de los imbéciles o esa incapacidad de los inadaptados.