Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

On/Off: hay otro mundo

Viernes. Maleta con traje de gala y ropa informal. Hace horas que no pienso ya en qué entrenaré. He dejado a un lado el dietario donde inscribo peso y salidas y me encamino al hotel. Charleta informal y cañita de celebración. Saludar a desconocidos, a quienes no me une nada, probablemente ni aficiones ni gustos musicales ni, bueno, sí. Una cerveza fría con limón y unas aceitunas. «Este es Sergio, este Paco Gómez, de Bilbao, este…». «La ascensión al K2 nos permitió…» – Juanjo San Sebastián está desgranando su vida frente a un audotorio fiel pero extraño. El deportista de la sala está ahora mismo pensando en la cenita. Tres cubiertos. Pastel de cabracho, pimiento relleno de bacalao, vino blanco serio, dos arreones. Ventreca en cebolla, otro meneo. Cambiamos a un tinto aireado mientras llega más conversación y más solomillo. Actuación mientras la empresa celebra sus cosas, y yo, que hace 12 horas que dejé el mundo del corredor, me abalanzo sobre mi acompañante. «Qué quieres que te pida… ¿yo?, yo un par de gintonics».

04.45. Apuramos la segunda copa. Llevamos ya tela bailando, que si Radio Futura, que si Dinamita pa los pollos. Media docena de compañeros desconocidos, luz, oscuridad, ambiente de copas total. ¿Me acuerdo de algo más que de la movida?. No. Bueno, si, habrá que retirarse ya a dormir. Son las cinco de la madrugada, Madrid casi entreabre los ojos para dejar entrar un par de rayos de sol de Mayo. Yo los entrecierro. ¿Retirada del corredor deportista y responsable?. Mejor dicho cargar pilas, dormir 3 horas para apalancarnos un desayuno reparador y salir de nuevo. Visita a la ciudad imperial de Toledo y más sarao.

Cojo el tono lavando la ginebra de anoche con un blanco de sauvignon en una terraza en el Cigarral del Bosque. Cinco estrellas y cinco vistas diferentes de la vega del Tajo. Buffet libre para pensar en … qué vega. Tentaciones de pensar una ruta corriendo por … anda a la mierda. Pasta alle sarde, pastel de pescado y unos meneos más a un vino privado. La modorra va a ser impresionante cuando me termine de hacer efecto el quemado de esta crema catalana a la que, yo diría, le han puesto algo. En fin, nos abandonaremos un rato más. Brindis de cierre, champagne frío como un beso en el cuello recién salido de la ducha. ¿Correr?. Sí, para morir.

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