Este fin de semana he leído con tristeza sobre el grave estado de salud de la que para mí es una de las mejores artistas que ha dado este país.

Carmen Sevilla se está apagando y esto me da una pena terrible. Crecí con ella. La veía en el Telecupón. Me gustaba, me recordaba a lo que podría haber sido mi abuela de haberla tenido conmigo: divertida, alegre, alocada y sin un ápice de vergüenza. Uno de mis sueños de toda la vida fue toparme con ella en un sarao, en una gala de televisión o por la calle. ¡Qué pena!

Desde que hace 9 años fuese diagnosticada de alzheimer, la actriz y cantante se encuentra alejada de la vida social. Vive ingresada en una prestigiosa residencia para ancianos en Aravaca y desde hace un tiempo no reconoce a nadie de sus familiares que van a visitarle.

Su representante, Luis Méndez, dijo recientemente en una entrevista a El Español que Carmen se encontraba sedada. «Ha sufrido un gran deterioro, tanto físico como mental. Ya no puede comer sola. Está todo el tiempo sedada y con una sonda gástrica”.

En la residencia ya solo sus más allegados la visitan, no se da cuenta de quién está con ella, y salvo su hijo Augusto y pocos más, no son muchos los que se acercan a la residencia o bien por pena de verla así, o porque la familia así lo prefiere.

El fatal desenlace cada día está más cerca y es que a sus 88 años, Carmen Sevilla, Carmen de España, no es eterna pese a que su arte siempre estará presente entre nosotros y será recordado generación tras generación.