Isabel Pantoja no tiene tiempo que perder, ella misma lo contaba a la revista ¡Hola! hace unos días: «hay que reirse porque la tristeza viene sola y para tres días que vamos a vivir no merece la pena«. Dispuesta a reirse mucho y con su mente ya en el primer concierto de su gira ‘hasta que se apague el sol’, el próximo día once, la cantante se ha mudado a la capital. Ha dicho adiós a esa finca oscura y siniestra, para algunos, dónde vivió recluida sus peores momentos para convertirse en nueva vecina de la madrileña calle Menéndez Pelayo.
Se ha instalado con su madre y su hermano y manager Agustín, en una casa de tres habitaciones, de 116 metros cuadrados, sin terraza, ni grandes lujos que le paga su compañía Universal Music. Supongo que tras su paso por la cárcel se ha acostumbrado ya a los espacios más pequeños. Lo que le espera es ahora una vida de barrio y mucho trabajo. Algunos oriundos de la zona, ya la han visto comprar en la frutería y dar paseos con doña Ana. Como en toda mudanza tendrá que adaptarse y al principió no podrá evitar cotilleos de vecinos y una nube de fotógrafos y prensa a las puertas de su nuevo domicilio interesados en saber si ya ha hecho su primer y célebre ‘pollo a la pantoja’. Me cuentan que lo mejor de la casa es la cocina, amplia y espaciosa, para que la cantante de rienda suelta a sus recetas mientras canturrea coplas y espera a que algún comprador desembolse los siete millones de euros que pide por Cantora.
Las deudas con Hacienda no perdonan y ella tiene que seguir haciendo frente también a la multa impuesta por la Audiencia Provincial. Pero como ella dice, siempre le quedará su ‘arte’ para salir adelante: «Han sido años difíciles y dolorosos de los que estoy tratando de salir psíquicamente a través de mis canciones«. Veremos en unos días cómo la recibe el público en su regreso a los escenarios.
**Fotos: Gtres