Los abuelos nos suelen dejar huella. En el caso de Ricky Rubio, su iaia Anna es clave en su carrera deportiva. Incluso podríamos decir, en broma claro, que la joven estrella del baloncesto es más un producto del patio de su abuela que del propio Joventut de Badalona.

Sus pasos en el basket arrancaron con partidos interminables con su hermano Marc, dos años mayor, en el patio de Anna. Viéndolo en el programa Entre linies de TV3 me recordó los que jugaba con mi hermano en casa de la abuela Martina.

Paredes encaladas y una vieja canasta

Paredes encaladas, plantas por todas partes, escasos 10 metros cuadrados para darle a la pelota y una vieja canasta colgada en un muro para encestar puntos mágicos. Me imagino los gritos de la abuela cada vez que Ricky y Marc rompían alguna flor. «He aprendido muchísimo de aquellos uno contra uno en casa de la iaia Anna», confiesa Ricky. «Siempre recibía. Marc me daba o… por todas partes». La abuela, con una gran sonrisa y mucho cariño, asiste: «Siempre lloraba. Recibía unas palizas…».

Una vela siempre

Anna es un gran referente para Ricky Rubio. Es una luz que le guía siempre. Sigue encendiendo una vela cada que vez que su nieto juega un partido. «No sé si no viene al pabellón por miedo a que se le queme la casa o para no insultar a los árbitros», según aseguró Ricky en una entrevista a EFE la semana pasada.