Salió de casa temprano. Llevaba prisa. Y la ley de Murphy hizo de las suyas camino del trabajo…
En el eterno atasco, intentaba recordar dónde estaba aquel buzón de correos, en una ciudad donde cada vez es más difícil mirar hacia delante…
El día invitaba a tomar el sol. Quien fuese guiri, pensaba mientras sus pasos le llevaban directo al curro…
Ocho horitas, sólo ocho… diez horitas, sólo diez… doce horitas, sólo doce…
Su semblante cambió de repente. La mirada, perdida. Y una ligera sonrisa que denotaba un cambio de humor repentino. ¡Qué cerca están las vacaciones de verano!
Cambió su rostro, perdió su sonrisa… y siguió trabajando…