Hay algunas entrevistas donde al finalizar, te marchas con la sensación de haber estado charlando con un buen amigo de toda la vida. Y éste es el caso. Quedamos a las doce de la mañana, estuvimos tomando un café y después paseando por un parque cercano. Cuando llegó el momento, comenzamos a charlar de la vida. De la que se queda, y de la que se fue repentinamente.
Mavi respondía una a una las preguntas de Izaskun mientras su marido y yo observábamos en silencio. “A Maria Victoria no le gustan las cámaras” – me cuenta, mientras escucha atentamente, desde el anonimato, a todas y cada una de las palabras de su mujer. «Nos ha cambiado la vida radicalmente”.
Comienzo a disparar. Mavi se escuda tras las gafas de sol. Es fuerte, y evita emocionarse. Una hora después, finalizada la grabación, le pido que se quite las gafas. Es entonces cuando Mavi se emociona. “Intento evitarlo, pero a veces no puedo”.
Hicimos unas fotografías más y nos marchamos. Y seguimos charlando, como cuando vas a dar un paseo por el parque con unos amigos. Después, cada uno a su casa. Dicen que los ojos son el alma de una persona. Y los de Mavi, y los de su marido, ayer, hablaban solos.