Fotografía: foto del griego "phos" (luz) y grafía del griego "graphis" y "graphos" (escribir). Escribir con la luz.

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Prohibido fumar, escupir, comer y beber

Entramos al puerto sin mar, al matadero sin sangre y al árbol frutal asfaltado. Nos encontramos en el mayor mercado de abastecimiento de Madrid, Mercamadrid.

Nos recibe un cartel que dice que se prohíbe fumar, escupir, beber y comer. Los que allí dentro “habitan”, tampoco tienen mucho tiempo como para perderlo en estas cosas. El tiempo apremia, y el género aún más.

Son las cinco de la madrugada de un día cualquiera. Entramos en el segundo mayor mercado del mundo de pescado, después de Japón. Se compra y se vende a un ritmo frenético. Pasadas un par de horas, todo está vendido.

Prisas para comprar cuanto antes, prisas para poder elegir el género, y prisas para salir con el camión cargado al puesto antes que el atasco interrumpa el inicio de la jornada laboral. El sonido de los “traspalets”, móviles y walkies impiden escuchar nada más, dentro de la inmensa nave industrial.

Por un momento se olvida el madrugón, y el frío. Después quedará montar la tienda, abrir al público, y vender el producto. Y mañana, vuelta a empezar.

Del pescado a la fruta. Seis naves industriales, y una mezcla étnica acorde a los tiempos que corren. Frutas y verduras para todos los gustos, colores y sabores.

Una marea de chinos aparece bajo las órdenes del capataz, también chino. Bananas y plátanos de todas partes… otro puesto, especializado en productos latinos: mangos, caricas, maracuyás y lúcumas.

El interior de las naves desprenden cierto calor, y la temperatura comienza a ser “soportable”. Las cámaras de maduración se abren y los productos seleccionados son elegidos con prontitud. Los futuros atascos son los mismos, y las prisas ídem.

Llegamos a la carne. Se carga, se corta, se envasa y se carga de nuevo. Estamos en la nave de polivalencia, donde cualquiera puede acercarse a hacer la compra a unos precios más económicos. Es la república independiente de la carne: yo me lo ahorro, yo me lo llevo, yo me lo guiso, y yo me lo como…

Son las siete y media de la mañana. El devenir de personas, camiones y productos no cesa.

Vocación y pasión por el trabajo. Amanece en la gran ciudad. A algunos les quedan hasta trescientos kilómetros hasta llegar a su tienda, con lo mejor que han encontrado en el gran mercado de abastos de Madrid.