Fotografía: foto del griego "phos" (luz) y grafía del griego "graphis" y "graphos" (escribir). Escribir con la luz.

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En busca de un minipiso

El objetivo era encontrar una de los 123.056 infraviviendas que existen en Madrid. Aparentemente sencillo, Mario y yo recorreríamos las calles más céntricas de la capital portal a portal… lo que parecía fácil, acabó siendo prácticamente una misión imposible.

El estudio indicaba la cifra, pero no el portal ni el número de piso. Dos días abriendo y cerrando puertas, llamando a telefonillos y buscando a la desesperada un testimonio de alguien que viviese en esas condiciones.

El modelo a busca en el reportaje era el siguiente: pisos de menos de 28 metros cuadrados, mal iluminados y con una escasa o nula ventilación. Mario yo nos disponíamos a llamar a una de las puertas de uno de los imponentes edificios situados tras la Gran Vía madrileña. Llegaba nuestra primera sorpresa.

Tras la puerta del bajo derecha, se escondían cinco micropisos, de no más de 9 metros cuadrados. El techo, que daba al pasillo, se aprovechaba y reducía para alojar las camas. Llamamos a las puertas, y no abre nadie. Al hacernos pasar por posibles alquilados, algún vecino reconoce lo que se esconde tras esas puertas. El precio, 420 euros mensuales.

Seguimos la ruta. Tras abrir y cerrar puertas y entrar y salir por pequeños patios, sorprendemos a Juan. Lleva unos días en Madrid y reconoce las estrecheces, pero no lo cambiaría, pues vive en pleno centro de la ciudad. No se deja fotografiar. Hay que seguir buscando.

De pisos a hostales, nuestra búsqueda continúa sin encontrar a nadie que nos cuente cómo vive en estas condiciones. Tirando de memoria, llegamos a uno de los bloques donde hace años realizamos un reportaje de minipisos. El portero, amablemente, nos muestra uno de los pisos que están por alquilar. Por el camino, seguimos matando cucarachas.

Nuestra búsqueda no da resultados tras seis horas pateando el centro. Retomamos el reportaje dos días después, y cambiamos de zona. Lavapiés nos recibe con los brazos abiertos un jueves de Corpus Christi.

Volvemos a llamar a los telefonillos. Tras uno de loss portales, un pequeño patio que guarda las vergüenzas de vecinos, alquilados y realquilados. El olor a podrido llega a provocar arcadas. Sartenes y jamones colgados de las rejas, y olores y ruidos escatológicos entre las baldosas de los baños. Salimos del primer bloque de viviendas.

La desesperación continúa. Han pasado ya cuatro horas desde nuestra llegada y no conseguimos nada. Los vecinos de la zona nos orientan, pero como debería de ser, cada uno conoce su casa, pero no la del vecino. Una señora nos indica con cierta seguridad: “intentarlo en el 72”.

Nos disponemos de nuevo a llamar al telefonillo, cuando en ese momento abre la puerta del portal Gema. Le contamos lo que buscamos, el perfil de vecino que necesitamos, la necesidad de tomar unas fotografías… y Gema casi rompe a llorar.

Gema acababa de abandonar una de las infraviviendas que buscábamos. Ha denunciado a los propietarios por los dos meses de infierno vividos.

Nos muestra fotografías de las picaduras de chinches, al tiempo que nos enseña por dónde salían las cucarachas que le impedían dormir todas las noches. 400 euros por no más de 15 metros cuadrados.

Gema deja que le tome fotografías. Una fotografía que nos ha llevado dos días de búsqueda, y más de diez horas llamando puerta a puerta. De nuevo, la suerte, ha sido determinante en esta historia.