Fotografía: foto del griego "phos" (luz) y grafía del griego "graphis" y "graphos" (escribir). Escribir con la luz.

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Una de cal y otra de arena

Ayer hablábamos de las alfombras rojas, y hoy lo hacemos de las alfombras negras: los sucesos. Fotografiar la desgracia ajena no es plato de buen gusto, si no más bien una necesidad que reclama la audiencia (y el medio). La importancia que tiene en los sucesos la imagen es vital, ya que es el sujeto de la información, la parte más objetiva de una historia. Casi siempre es el testimonio directo de la sin razón, y también del infortunio. Hablamos de la muerte en primera persona.

La información, sea del tipo que sea, acaba siendo un ceremonial de acontecimientos que siempre se repiten. En particular, en la información de sucesos, la prensa nunca es bien recibida (comprensible, por otra parte).

Hay que llegar como sea al lugar de los hechos, cuanto antes, y evitar el cordón policial. Hecho esto, aquellos “afortunados” que pasan la primera criba, han de fotografiar al fallecido y su entorno. Después, llega la espera al juez de guardia, que a veces aparece en minutos, y otras veces tarda algunas horas…

En ese transcurso de tiempo, es probable que aparezcan familiares y amigos de la víctima. Llegará más tarde el furgón de la funeraria, que se dispondrá a levantar el cuerpo y trasladarlo al Anatómico Forense. En función de la hora, acabará aquí o no la información gráfica. Si ha pasado el mediodía, habrá que ir al Anatómico al día siguiente, ya que éste cierra a las dos y media. Si no es así, habrá que ir hasta allí para intentar localizar a familiares y amigos de la víctima, hasta ahora anónima, para ponerle nombre al día siguiente en los periódicos. En el peor de los casos, habría que intentarlo en el Tanatorio…

Creedme que no resulta nada fácil, ni amable, preguntar a nadie cómo era el fallecido, qué aficiones tenía, si tenía hijos… La cámara acaba siendo un escudo que separa la información de las emociones.

Llegamos a la puerta del Anatómico forense, donde sus onces escalones separan la vida de la muerte, y donde en su interior, se retan cara a cara. ¿Qué hacemos en esos momentos? Esperar. A veces minutos, y a veces horas. Cámara en mano, los medios allí presentes, nos miramos. Y rompiendo el silencio presente, siempre, o casi siempre, alguien dice en voz baja: “qué putada”.

P.D. Tirando de archivo, y de estadísticas, este año visitaré el Anatómico Forense unas veinte veces. De momento, este año ya estuve allí el pasado 12 de enero.