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Los datos de todos

En España el dominio público es un concepto jurídico importante; tanto, que tiene un artículo de la Constitución (el 132) dedicado en su totalidad. Asimismo, el Código Civil detalla en su artículo 339 algunos ejemplos de bienes adscritos al dominio público: los que son de uso público (caminos, canales, ríos, torrentes, puertos y puentes construidos por el Estado, riberas, playas, radas, etc.), y los que pertenecen al Estado y se utilizan para el servicio público (murallas, fortalezas y obras de defensa, y las minas antes de su concesión). La base teórica incluye el uso común, que se define como la utilización que cualquiera puede llevar a cabo sin pedir permiso, de modo anónimo y sin necesidad de cualificación. Como usar una carretera, o una playa; son los bienes que pueden ser utilizados por todos de modo indiscriminado y según precise cada uno para cubrir una necesidad sentida por los miembros de la comunidad.

En el siglo XXI, a las carreteras, riberas y playas se ha unido todo un nuevo universo de bienes susceptibles de cumplir con estas condiciones y de ser considerados, por tanto, del dominio público: los datos. Los datos que el Estado genera en el cumplimiento de sus tareas, e incluso los datos que determinados organismos estatales están diseñados para crear, recopilar y analizar. Es obligación moral de un estado ilustrado liberar esos datos y ponerlos a disposición de los ciudadanos, sus legítimos propietarios; es deber de una política con vistas al futuro el ampliar el dominio público al mundo de la información. Porque los datos deben ser de todos, mientras no se demuestre lo contrario: es lo justo, es lo moral. Y hoy en día, es posible. ¿Por qué, entonces, no se hace?

Transparencia del estado

En una democracia el estado es de los ciudadanos, y no a la inversa. De lo cual se deduce que la información del estado debe ser de todos, puesto que ha sido recopilada de los ciudadanos y pagada por los ciudadanos mediante sus impuestos. Toda la información debe ser libre y abierta, puesto que no pertenece al estado, sino a los ciudadanos. Esto implica que en ausencia de muy buenas y justificables razones, cada dato, cada número, cada mapa, cada ley y cada instancia tendría que estar de modo natural accesible a quien quiera verla. Contra la natural tendencia del político y el burócrata a ocultar y censurar, el estado democrático debe ser un panopticón: totalmente transparente, de modo que los ciudadanos puedan saber qué hacen sus representantes y empleados. Por eso en otros países existen leyes que garantizan el acceso público a la información estatal. Por eso en España debería haber una ley así, que exija que los datos generados por la administración sean públicos y del dominio público.

Y eso incluye por necesidad el que esa información esté en formatos abiertos que no puedan ser monopolizados por una empresa o limitados por una decisión comercial. La comunicación con el estado no puede privilegiar a una empresa sobre las demás; no puede pagar tributo obligatorio. Los datos del estado deben ser públicos y abiertos, en formatos públicos y abiertos, para que todos podamos acceder a ellos; para que puedan surgir mil nuevas formas de relación entre los ciudadanos y el estado. El futuro lo exige así. La libertad lo exige así. ¿Qué harán nuestros partidos, tan combativos en otras áreas?