Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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Por la ecuanimidad

Los aspirantes a candidatos republicanos a la Casa Blanca tienen razón; para asegurar la igualdad intelectual de oportunidades, hay que enseñar religión en las escuelas, claro que sí. Hay que darle el mismo tiempo a la explicación sobre la creación del Universo y los seres vivos de un libro mal traducido y procedente de las tradiciones de un pueblo agrícola y ganadero que vivió hace varios milenios sin siquiera desarrollar una astronomía decente como sus vecinos que a la sistemática recopilación de conocimiento reproducible, perpetuamente puesto a prueba y reconfirmado, independiente de cualquier afiliación religiosa o política y siempre puesto a punto que es la ciencia. Al fin y al cabo la ecuanimidad exige que habiendo dos bandos ambos tengan la oportunidad de defender su punto de vista, y las mismas capacidades sobre la educación de los jóvenes. Así que bienvenida sea a nuestras aulas escolares y departamentos universitarios la Teoría del Diseño Inteligente (sintetizada en la frase ‘magic man done it!‘ – el hombre mágico lo hizo), en igualdad de tiempos y condiciones, y acabemos de una vez con esta estéril controversia.

Eso sí, en aras de la ecuanimidad habrá que ofrecer a la Teoría de la Evolución igualdad de tiempos en los púlpitos, catedrales, mezquitas y sinagogas. La solución es simple: científicos evolucionistas explicando en las iglesias y predicadores del diseño inteligente enseñando en las aulas. Y así todos contentos.

‘Levante las mano si no cree en la evolución’; tomado de Evolving Thoughts.

¿Por qué no? Si ambos relatos son iguales, si no hay diferencias entre la ciencia y el Génesis, si las abrumadoras evidencias de la biología (fósiles, similaridades bioquímicas y genéticas, desarrollo) pesan lo mismo que los mitos de la edad del Bronce codificados de modo comprensible, e incluso poético, para una tribu de pastores y campesinos, entonces hay que ofrecer igualdad de oportunidades. Ambas explicaciones tendrán que tener el mismo peso en la sociedad y el sistema educativo. ¿Qué importa si los Tiranosaurios jamás comieron cocos, y nunca hayan aparecido dinosaurios mezclados con humanos? ¿Qué importa que lejos de ser descendientes del mono, seamos verdaderos simios, casi idénticos genéticamente a los chimpancés? ¿Qué importa que el análisis de ADN permita establecer relaciones de descendencia entre los seres vivos? ¿Qué importa que la desintegración radiactiva nos indique que el universo tiene 16.000 millones de años, y la Tierra sobre 4.500? ¿Qué importa que el llamado Diseño Inteligente no aporte ni una sola prueba tangible de sus ideas, tan sólo dudas sobre las ideas ajenas? ¿Qué mas da que se trate de una clara instromisión de la religión en la política, camino peligroso donde los haya? Los datos deben estar equivocados; o quizá han sido puestos ahí para poner a prueba nuestra fe.

La Biblia dice textualmente que el cosmos y todo lo que contiene se construyó en 6 días; y la literalidad del texto del Génesis no puede ponerse en duda porque es vital para la fe, pese a los milenios de malas copias y las sucesivas traducciones a idiomas diversos e incompatibles. La explicación creacionista (más o menos disimulada) ha de ser por tanto tan válida como la científica. Y ambas deben ser explicadas de modo conjunto e inseparable, en el nombre de la ecuanimidad, en todos los ámbitos donde se expliquen. Creación en las aulas, evolución en los púlpitos, y todos contentos. ¿O no?