La turbulenta, intensa y (reconozcámoslo) considerablemente estúpida historia de la astronauta enamorada parece haber sorprendido e incluso inquietado a muchos. ¿Sorprende descubrir que los astronautas son seres humanos? En su categoría de tales, los viajeros allende la atmósfera comparten con el resto de los mortales la capacidad de cometer locuras y de destrozarse la vida cometiendo increíbles tonterías. Bien pensado lo que de verdad sorprendería es que una situación así no tuviese precedentes. ¿O es que los anteriores astronautas jamás han estado perdida, loca, desesperadamente enamorados? ¿O es que han sido demasiado cobardes para actuar?

La capitán de la marina Lisa Nowak, piloto de pruebas, astronauta con vuelos en la lanzadera, madre de tres hijos, ha tirado su carrera y reputación por la borda, y lo ha hecho por amor. Cabe destacar que no se llega a ser capitán de la armada estadounidense sin tener un ánimo templado, ni a piloto de pruebas siendo tonto, o incapaz, o irresponsable. Y desde luego no se consigue un puesto entre los trabajadores del espacio sin miles de horas de vuelo como piloto al mando, un estado físico sobresaliente y amplios conocimientos de ingeniería, además de la capacidad de tomar decisiones drásticas (y correctas) en situaciones de extrema tensión. Quizá no llegan a los extremos de estabilidad emocional que es fama se exigen a los comandantes de submarinos nucleares, pero los astronautas son gente seleccionada y entrenada para manejar la angustia y el miedo de un modo casi inhumano. Y tras esta incidente lo van a estar aún más. Lisa Nowak, capitán, piloto, astronauta, es sin embargo lo bastante humana como para conservar la capacidad de perder la cabeza por amor. ¿Queremos acaso robots como nuestros representantes ahí fuera? La capitán Nowak ha cometido un error inconcebible, que pagará; pero dada la ausencia de daños graves en su víctima, ¿no es casi un historia digna del ficticio San Valentín? ¿Quién no ha hecho nunca idioteces por amor, para poder tirar la primera piedra?