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China contra los satélites

La noticia de que China ha adquirido la capacidad de derribar satélites en órbita baja era mala. Pero los detalles que están saliendo a la luz son peores aún. La destrucción del obsoleto satélite meteorológico FY-1C lo ha llevado a cabo China mediante un interceptor directo, un cohete que se ha dirigido al blanco desde la superficie terrestre. Esto tiene varias preocupantes implicaciones, pero sobre todo dos: es un método bastante imparable, ya que no hay tiempo material para contramedidas. E implica que la tecnología china es muy superior a lo estimado, ya que encontrar un blanco en órbita a esas distancias y velocidades es realmente complicado. Hasta tal punto que los sistemas antisatélite que desarrollaron durante la Guerra Fría soviéticos y estadounidenses evitaron este procedimiento en favor de otros (satélites asesinos e interceptores lanzados desde el aire, respectivamente) más sencillos. Esa sorprendente precisión puede aplicarse también a otros campos, como la puntería de misiles balísticos o antiaéreos, con lo que los militares estadounidenses deberán reevaluar las capacidades de China. La prueba pondrá muy nervioso al Pentágono por bastante tiempo, y marca una nueva etapa en la presencia internacional de China. Hay un chico nuevo en el barrio. Habrá tensión.

La guerra en las galaxias

Los satélites, de reconocimiento, localización o comunicaciones, son vitales para el esfuerzo bélico presente y futuro de la única superpotencia actual: los EE UU. Esta dependencia puede ser considerada como un talón de aquiles, una debilidad de la maquinaria bélica estadounidense. Un antiguo y difunto rival, la URSS, explotó esta debilidad desplegando en tiempos una serie de armas antisatélite (que también tuvo EE UU, incluso nucleares). Una superpotencia emergente, China, parece estar en ello. Según las informaciones que circulan en los estamentos defensivos de Washington, China habría probado con éxito un sistema antisatélite, haciendo estallar uno de sus viejos satélites meteorológicos en órbita baja (tal vez el FY1 de la imagen).

Aparte de generar una enorme cantidad de basura espacial, el ensayo va a provocar sin duda estremecimientos en el Pentágono, preocupado desde hace años por las emergentes capacidades militares chinas. En efecto, China está aprovechando la bonanza económica de que disfruta para rearmarse con vigor, lo que tiene más que nerviosos a los habitantes de Taiwan y a los militares estadounidenses, que garantizan en última instancia su defensa. Si se unen armas antisatélite a los nuevos sistemas navales (de desembarco y de altura), los misiles y la mejora cualitativa de su fuerza aérea, China podría convertirse con el tiempo en un rival: algo que la actual doctrina de los EE UU impone taxativamente evitar.

Claro que por otra parte ambas economías están muy entrelazadas. EE UU y China han sido ya enemigos (en Corea), y el ‘Peligro Amarillo’ es un clásico del nacionalismo estadounidense más patriotero . Por último, el Pentágono juega con la amenaza militar china desde el colapso de la Unión Soviética. O sea, que quizá no sea para tanto. Pero un sistema antisatélite pondría muy nerviosos a los EE UU. Y con razón. Podemos ver el inminente inicio de una verdadera guerra espacial. Y eso no es una buena cosa.

Corregido, eliminando dudas tras la publicación de la noticia en Aviation Week & Space Technology, el 18/1/2007.