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La guerra en el cerebro

La esencia de la guerra no es matar gente: es matar gente hasta que la gente hace lo que uno quiere que hagan, imponer la voluntad propia al enemigo. Pero ¿qué le ocurre a la guerra cuando es posible imponer la voluntad sin matar a nadie? Hackear el cerebro del enemigo es el epítome de la guerra, un sueño imperialista desatado. Imagínese poder controlar al enemigo a distancia sin dañarlo, e imagine semejante poder en manos… de alguien a quien detesta. Ésta es la inquietante posibilidad que abre el nuevo armamento que está desplegando el ejército estadounidense: el Active Denial System (ADS).

ADS es un arma no letal: un estrecho rayo de microondas provoca un intenso calor en una capa microscópica superficial de la piel, engañando al sistema nervioso, que cree estar en llamas: el efecto, según quienes lo han experimentado, es imposible de resistir. La gente se aparta, grita y huye sin control tras apenas segundos de exposición. Para colmo, al ser un arma de energía, tiene las ventajas de las pistolas láser de la ciencia ficción: instantaneidad y acción en línea recta. Sin embargo 10.000 irradiados dan fe de que el haz es inofensivo; en realidad se trata de un engaño al cerebro, un hacking del sistema nervioso periférico que permite deshacer muchedumbres con un simple barrido de antena. De momento el control de manifestaciones sin causar bajas es su misión.

Pero nada impide desplegar un sistema de este tipo en otras plataformas [pdf] o con otras intenciones. Pueden usarse montajes fijos para proteger edificios, que en la práctica quedarían vedados a cualquier aproximación, o para controlar prisioneros; como en las peores fantasías futuristas atravesar la línea roja sería castigado con un dolor insoportable. O podrían utilizarse desde aviones o helicópteros, quizá en un barrido de poblaciones enteras infligiendo dolor a cualquier persona expuesta sin provocar daños materiales. Las posibilidades de provocar dolor a distancia a voluntad son infinitas; y el dolor es un mecanismo básico de autoprotección que el cerebro no nos permite ignorar.

Tortura al por mayor y sin daño físico: el sueño de cualquier gobernante psicópata. ¿Cuánto tiempo tardará este tipo de arma en caer en las manos equivocadas? ¿O en ser usado contra la población civil por un gobierno tiránico? Por otro lado, sistemas de este tipo pueden evitar muchas muertes en situaciones comprometidas donde antes se hubiesen utilizado letales balas o granadas. La guerra nunca es moralmente nítida, ni siquiera cuando las armas no matan.

Imagen tomada de Globalsecurity.