Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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La seguridad bien entendida…

Comienza por asegurar la seguridad del propio empleo. Este axioma tan sencillo explica porqué las medidas de seguridad de nuestros políticos y fuerzas policiales siempre crecen y jamás menguan. También nos permite entender algunas de las mayores meteduras de pata en el campo de las seguridad pública. Por último, la seguridad del cargo, sillón o empleo explica asimismo por qué hay que ser estrictamente apolítico al investigar grandes atentados, si uno quiere saber lo que ocurrió. El fenómeno en sí es simple: Bruce Schneier, especialista en seguridad informática, lo llama ‘seguridad de cúbrete-el-culo‘: como los responsables de la seguridad temen lo que pueda pasarle a sus empleos y pensiones en caso de fallar en su cometido, tienden a sobrerreaccionar y a sobreproteger. Si no hacen nada, las consecuencias pueden ser terribles, en especial para ellos aunque no haya catástrofe. Así que se toman medidas exageradas y drásticas aunque la amenaza parezca remota. O hasta ridícula.

De esta forma en Boston se cierra toda la ciudad al confundir unas pintadas electrónicas con bombas, o se vuela un contador de tráfico, no vaya a ser; porque es preferible ser el hazmerreir (se distribuyen adhesivos ‘No es una Bomba‘) que ser el tipo que negó tratamiento de emergencia a una alerta dudosa. Así es como hemos acabado todos llevando al avión la colonia en envases de 100 CC dentro de bolsas transparentes, aunque el supuesto complot para volar aviones con explosivo líquido sea más que dudoso. Los responsables han decidido que mejor cien veces amarillos que una rojos. Porque nadie les pondrá de patitas en la calle por tomar medidas de seguridad pasadas de rosca. Pero un ataque en su turno sí que puede costarles el empleo, o el cargo. Y así llegamos a tener una seguridad hipertrofiada que no tiene en cuenta el riesgo para el público, sino para el responsable. Una seguridad cara, molesta y apenas útil, pero bien entendida.

Mientras perdemos el tiempo en estas alertas de fantasía no nos preparamos adecuadamente para las amenazas reales. Pero no es esa la peor consecuencia de esta cultura de la propia salvación. Lo peor es que en un entorno de contaminada exigencia de responsabilidades la investigación de los grandes atentados se hace imposible. Por ejemplo saber qué ocurrió exactamente antes, durante y después del 11M es prácticamente imposible cuando cada policía, guardia civil y agente del CNI implicado teme por lo que le pueda ocurrir a su carrera profesional si cuenta lo que sabe. Incluso aunque no haya hecho nada mal, y sabemos que se han cometido errores, el instinto de supervivencia les llevará lógicamente a preservar su puesto antes que a colaborar de lleno en la investigación. La tragedia es que sin saber lo que ha pasado de verdad no podremos trabajar para impedir que se repita. Pero el ruido político hace imposible a estas alturas que la verdad llegue jamás a aflorar porque el riesgo para carreras y galones es excesivo. Molestias y dispendios tendremos, seguridad real no. por culpa del ruido de algunos, y del miedo a perder el trabajo de otros, todos perdemos.