Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros

Debe ser duro defender las posiciones del búnker candadista con aliados como Chari Ferrer de tu lado. Un teórico (¿teórica?) que piensa que Telefónica, con ingresos en 2005 de 38.000 millones de euros y beneficios de 4.500 millones, dedica su tiempo a perseguir a los autores, aliada con Vodafone, Hewlett Packard, Canon, Sony, Hewlett Packard, Fujifilm, Panasonic, Xerox, Samsung, Tele 5, Antena 3, Grundig, Hitachi, Pioneer, Philips, Sanyo, Sharp, Apple y Thompson, entre otros. No es paranoia; es que nos persiguen.

Encontramos gente así en muchos órdenes de la vida: gente que cuando sus argumentos quedan cortos opta por la teoría de la conspiración. Están tan seguros de sí mismos que no pueden concebir que sus opiniones e intereses puedan no ser los únicos existentes; parecen incapaces de asimilar que su manera de hacer las cosas puede tener alternativas. Cuando alguien les presenta una opción diferente tienden a bloquearse y atacar, acusando al contrario de conspirar, de odiar, de rechazar, de trabajar para intereses oscuros. Revela mucho sobre la visión del mundo de esas personas.

Al menos una cosa nos ha dejado clara Chari: el supuesto rechazo por blanda de la Reforma de la Ley de Propiedad Intelectual no era más que un truco, una pamema, una finta. Los más ardorosos partidarios de la extensión sin fin del candado y los impuestos privados aplauden la medida que acaba su trámite en el Parlamento. Lo cual demuestra que la reforma está mal hecha, que es parcial, sesgada y peligrosa, y que sólo favorece a los más radicales defensores de la propiedad privada de las ideas y la cultura. ¿Qué importa que los más recientes estudios demuestren lo importante que es para el país avanzar en la sociedad de la información? Hay partidarios capaces de defender a los autores a su manera y caiga quien caiga, aunque los perjudicados seamos la sociedad entera. Como autor, les temo más que al supuesto ‘enemigo’.

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