Los mayores triunfos de la Humanidad acaban por no ser más que polvo, con la inestimable ayuda de los más pequeños terráqueos. Y de poca protección sirven cuatro kilómetros de agua, las ingentes presiones que allí se soportan, la permanente oscuridad, la ausencia de oxígeno… incluso a la tumba del Titanic llegan bacterias, que están devorando su cadáver mucho más rápido de lo imaginado. Quienes han tenido la suerte de ver varias veces el casco del magnífico trasatlántico afirman que el deterioro se acelera.
El acero del Titanic no se está oxidando, protegido de ese riesgo por la profundidad. Pero las bacterias anaerobias son diferentes; capaces de devorar el manganeso, el sulfuro y el hierro que componen el acero de Titanic. Ese acero que resultó quebradizo en aguas frías, contribuyendo a sellar el destino de la orgullosa nave. Colonias de bacterias forman ‘oxículos’ (‘rusticles’), áreas de deterioro en forma de pequeñas estalactitas en el corazón del metal que lo deforman y debilitan. El cadáver del leviatán no durará mucho más, devorado, como lo seremos todos, por los seres más diminutos y sin embargo poderosos de la Tierra. Es el destino de los viejos marinos el fundirse con el mar; bueno es que sea tambien el destino de los viejos buques.
Que bonito te ha quedado, Pepe.Saludos
19 octubre 2005 | 10:04
Por suerte, toda la mierda que vertemos al mar también se convierte en polvo. Amén
19 octubre 2005 | 13:16
Harta, no todo se convierte en polvo. El mercurio y otros minerales pesados, por ejemplo, entran en la cadena alimenticia sin degradarse y suelen acabar de vuelta envenando humanos…
19 octubre 2005 | 14:14