No hay mal que por bien no venga

Es lo que tiene el capitalismo; hasta lo que son catástrofes para algunos resultan ser filones para otros. Y si no que se lo digan a Halliburton… Pero al caso: algunos emprendedores canadienses están frotándose las manos ante el notable descenso de la capa de hielo ártica de este verano: se piensan hacer de oro. Si la tendencia al calentamiento se confirma, y el deshielo se hace permanente, aparecerán por arte de magia nuevas rutas marítimas entre Europa y Asia hoy imposibles por el hielo. Y claro, como jamás hubo barcos, por aquellos lares no hay puertos. Por lo que los (pocos) que hay pueden convertirse en máquinas de imprimir billetes. Por no citar los depósitos de petróleo y minerales súbitamente accesibles, que excitan la codicia no ya de los particulares, sino de las megaempresas. Y es que el veneno de uno es la vitamina de otros, siempre. Lo malo es que las nuevas riquezas excitan viejas reclamaciones… y en fronteras gélidas hay varias pendientes. Rusia ha reclamado una buena porción del Océano Ártico, bajo el que ha aparecido petróleo; EEUU, Canadá, Dinamarca y Noruega refuerzan sus tradicionales áreas de influencia, China manda rompehielos y una empresa finlandesa está vendiendo como churros su petrolero rompehielos de doble cara (con una popa diseñada para romper grandes bloques). Esperemos que la cosa no pase a mayores…

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