“Nadie anuncia la creación de un movimiento que pretende alcanzar la perfección mediante el método de matanzas masivas; nadie dice que se trata de inhabilitar, aislar, y luego quemar o envenenar a esta u otra gente, parásitos, explotadores, rufianes, contaminados por su propia raza, religión o riqueza, y que hay que degollarlos junto a sus hijos recién nacidos, hasta el último: en el mundo entero, lleno de extravagancias que hoy llegan hasta la locura, no existe tal declaración.”
Stanislaw Lem. Provocación.
Nablús suena a niebla, sí, y a muerte. Por eso buscas la metáfora, intentas no asfixiarte junto a sus habitantes, y entonces hablas de payasos enfrentados a cocodrilos en un valle de lágrimas.
Lágrimas de payaso, lágrimas de cocodrilo, y aún más claro:
Los sueños de la razón engendraron a Nablús: la pintaría gris, haría sangrar el hormigón, retrataría las interminables colas, los empujones, y el rostro desencajado de los soldados, o la desesperación de los viejos, mujeres y niños, y los jóvenes que claman el SOS en el último charco.
Más claro, un disparo.
Es como en el Pasaje del terror de las ferias: 20 dólares para un taxi y tienes asegurado tu ticket al desencanto. Veremos si puedes salir de allí: la arbitrariedad del checkpoint de Hawara (Huwara) es tal que uno debe tener en cuenta que quizás no pueda regresar a casa.
Los taxis y coches palestinos tienen prohibido el acceso a la ciudad, encerrada como está en las tripas de un valle. Del checkpoint al centro distan varios kilómetros. Las montañas que la circundan están tomadas por puestos militares, y los altos edificios, dejados, hablan de la prosperidad perdida por el azote de Marte.
Recuerdo la primera vez que la visité hará dos años. He de confesar que es un lugar que fascina. Me atrapa porque más allá de allí no hay nada, los límites y las fronteras del hombre están anclados en esta tierra, y más allá sólo está lo inefable. Ésta es una de las fronteras de la humanidad, un paso más, y la senda es exclusiva para bestias.
Proveníamos entonces de Jenín, y los soldados no nos querían dejar pasar. «¿Hablas árabe?» «No» «¿Tienes algún amigo árabe?. No. «¿Qué quieres hacer en Nablús?» «Es un lugar bíblico», respondí. «No, es un lugar peligroso para ti», dijo él. Y no entendí si se refería a los palestinos a los propios israelíes. Pero adorando al profeta Ronaldinho, y reivindicando a Barcelona como centro del turismo mediterráneo, conseguimos entrar.
Añado aquí mis notas…
Nablus es un ciudad de 120.000 habitantes asediada por el ejército hebreo desde la segunda intifada (2000): fecha en la que sus habitantes denuncian que las cosas han ido a peor. Israel la considera como la principal «fábrica de hombres bombas» y ha declarado un estatus especial. Los habitantes de Nablús se encuentran encerrados. Hasta cuatro checkpoints controlan todas las carreteras. La rodean asentamientos judíos equipados con la última tecnología…
Podría hablar de sus zocos, y sus olores a especias, a gallinas, a carne colgada de un gancho, miríadas de gente por el laberinto comercial. Pero no voy a extenderme más. Sólo decir que un checkpoint se instaló en mi garganta. Sólo decir que todo el mundo contaba historias tristes, relatos de desesperación. Muertos, heridos, mutilados. Niños asesinados por jugar en el monte. Familias perdidas por una excavadora que sin avisar tumbó una casa.
Sólo decir que es fácil morir en una ciudad que parece haber perdido el horizonte por un muro de hormigón. Y preguntarse dónde está la comunidad internacional, los que acusan con el dedo y llama bárbaros a los oprimidos, los que quieren hacernos creer que luchan contra el terror usando el martillo de Thor.
Siguen mis notas…
Ello hace que se haya desarrollado un industria paralela de taxis. Centenares de taxis aguardan a uno y otro lado de los checkpoint. Son como estaciones improvisadas en los descampados circundantes al puesto militar. Mahmud (nombre inventado), por ejemplo, asegura que antes de la segunda intifada trabajaba como profesor de autoescuela, y que desde entonces, por el constante clima de guerra, con diarias incursiones militares, tuvo que abandonar su trabajo y dedicarse a ser taxista: la ciudad parece colapsada en sus servicios normales: escuelas, hospitales, la comisaría de policía ha sido arrasada, y el negocio del taxi ha florecido ante la incapacidad de los habitantes de moverse fuera de la ciudad en su propio coche. Mahmud reza para que la situación mejore algún día, aunque no tiene muchas esperanzas, mientras nos conduce de vuelta al checkpoint. Muchos de los habitantes de Nablús, especialmente los jóvenes, tienen prohibida la salida…
…y se ahogan, y en sus pesadillas sueñan con cinturones bomba. Un chorro de niebla surge de la sonrisa de un payaso. Un chorro de niebla que cubrirá la ciudad como si fuera una gran carpa de circo, el espectáculo está garantizado, porque los sueños no entienden de fusiles ni armas, los sueños hacen volar. ¿Cómo están ustedes…?
Javier Rada