¿Drogas, vicios raros, afán de crear pánico? Aless Gibaja y la cena más chunga en ‘Ven a Cenar conmigo. Gourmet Edition’

EsTo no es psicodelia, es psicopatía (FOTO: TELECINCO)

Dicen que Stephen King es el maestro del terror. Pues Stephen King es la Madre Teresa de Calcuta leyendo un cuento de TEO va a misa a unos niños al lado de Aless Gibaja y su capacidad para crear iconos del pánico, figuras del espanto, seres pavorosos y fobias tochas aroun de güorl.

La cena del muchacho en Ven a Cenar Conmigo. Cágate la pata abajo del canguelo edition fue como un capítulo de Historias de la cripta, pero a lo peor, porque en lugar de haber un zombi carismático había un unicornio que trabaja a media jornada en el infierno.

Mirad, así se veía en la antigüedad a los unicornios:

Joder con la mascota.

Pues ese jodido engendro (el animal, que la señora también tiene lo suyo) es un puñetero bellezón al lado del unicornio que había en la cena de Gibaja, que se cruza por la noche en un callejón con Annabelle y la muñeca se mete en una iglesia con tal de no acercarse.

En fin, vamos con la cena…

Aless Gibaja (que os juro que me cae bien), aseguró que tiene 32 años y es «súper optimista», eso es lo que pone en su currículum. Y ya. El Linkedin de Gibaja no tiene la pestaña de «ver perfil completo». Sólo tiene resumen.

«Un unicornio es mi seña de identidad«, aseguró. Es como la familia Pujol con el fraude fiscal. Cada uno se pone la seña de identidad que le da la gana.

«Me gusta ayudar a la gente, lo que pasa es que no soy perfecto«, hizo ver, porque a él le afecta la nobrillonita. Le pones cerca algo sin lentejuelas y pierde sus poderes. Cuando se portaba mal de niño le castigaban poniéndole un jersey gris.

«Tengo mi propio vocabulario», dijo. Su vocabulario «propio» es suyo y de todo el mundo anglosajón, porque lo único que hace es decir palabras sueltas en inglés. En un inglés que, sobre todo reproducido por Raquel Mosquera, suena a tener la garganta llena de gargajos.

Shakespeare oye a Mosquera hablar en inglés y escribe Romeo y Julieta en Tailandés sólo por no llevarse disgustos.

«Fui creciendo de unas redes sociales a otras, luego ya te llaman los medios, programas, concursos…», contó como carrera profesional el muchacho.

– Hoy, en Bricomanía, vamos a aprender a trasplantar un Alessgibajum Brillantinum. Cogemos Tuenti, ponemos el Gibajum y le damos muchos likes y en unos días, lo tenemos ya creciendo en Instagram. Y ya está, familia.

«Hay que tener súper cuidado porque con una cuenta de 500.00o seguidores si haces algo malo… arrivederchi«, nos advirtió el influencer. Tener muchos followers es más peligroso que tirarte a la madre de un jefe de la mafia encima de la mesa durante una reunión de capos.

«Me encantan las aventuras, soy súper valiente, no tengo miedo, yo lo hago y luego ya veo las súperconsecuencias«, confesó Aless, que el día que el Titanic chocó contra el iceberg lo último que se oyó por radio fue a Aless Gibaja decir «¿Que no aguanta contra el hielo? Sujétame el cubata».

Y vamos a lo espeluznante: Aless Gibaja tiene un unicornio viviendo con él. Un unicornio es básicamente un compañero de piso al que debe rebajar el alquiler a cambio de ponerse una máscara y vestirse a la moda LSD caducado con complementos de MDMA mal formulado.

No seré yo quien juzgue una parafilia. ¿Que te quieres masturbar viendo fotos de ornitorrincos? Palante.

Y comenzó el cocinado.

Como entrante preparó un Deli chic, («dili chis», lo leyó Mosquera), que pretendía ser una ensalada de salmón con aguacate, cebollino y soja. «Una ensalada tartense», explicó el propio Gibaja.

Empezó cortando salmón crudo en un plato, no una tabla de cortar y esas pijotadas, no, en un plato hondo de porcelana, con unos cuchillos del tamaño de katanas. Eso era como la ruleta rusa de las falanges. Yo llego a ser él y al acabar me cuento los dedos.

Soy una taza,
Una tetera,
Una cuchara,
Un cucharón
Un plato hondo,
Un plato llano,
Un cuchillito
Una hemorragia
Un estertor

Así aprendió Aless Gibaja los nombres de los utensilios de cocina.

Quiso cortar cebollino, que había comprado en maceta. «Viene con tierra y todo… uy, hay una araña«, dijo sorprendiéndose porque una planta en una maceta viniera con tierra y no con yogur griego.

A la araña la mandó por el sumidero del fregadero, mientras cercenaba de cuajo la planta. «Pobre arañita, es que se ha escondido ella, yo la quería poner en la terraza». Sí, encima la culpa es de la araña.

– Uy una planta de cebollino, seguro que aquí no me pasa nada, por fin un lugar tranquilo donde poner mi tela…

Wincy, Wincy Araña
subió al cebollino
Vino Gibaja y se la llevó

«Nunca hay que juzgar algo por la apariencia, a lo mejor por dentro es espectacular«, nos aleccionó el muchacho después de pelar un aguacate. Ya sabéis: si queréis conocer a una persona sólo tenéis que desollarla y abrirla en canal a ver qué tiene dentro.

«Yo voy a ser justa y voy a decir lo que me gusta y no me gusta«, avanzó Laura Matamoros. Los profesores de Física explican el concepto de «vacío» con lo que le gusta a Laura Matamoros. Nada. Esta mujer es tan cruel puntuando que si tuviera que ponerse nota a sí misma se haría llorar.

Total, que el Deli Chic era salmón encima de medio kilo de aguacate apuñalado.

Como plato principal, Aless Gibaja hizo una Explosión around the world, que por el nombre era un kilo de amonal escondido en una lechuga de forma que ibas a pinchar y acababas decorando las paredes.

Ah, no, era un solomillo de pollo empanado (frito con mucho aceite) con quicos y acompañado de un corazón de kétchup. Lo que Explosión around the world eran tus arterias después de comerte eso.

Picó los quicos dándole a la licuadora unas hostias y una velocidad como para hacer desaparecer un cadáver. Ahí echas a Terminator y te lo pica.

Se puso a empanar el pollo en los quicos sin pasarlos por huevo, ni harina, ni leche ni putas mierdas. Y cuando los echó en la sartén empezó eso a saltar que era más seguro desembarcar en Normandía con una camiseta blanca con una diana pintada que estar en esa cocina.

De la sartén los puso directamente en un plato. Los solomillos habían chupado más aceite que el motor de un camión viejo. Y para decorar les hizo un corazón con ketchup. Un corazón con malformaciones incompatibles con la vida. Ese plato lo ve un cardiólogo e intenta operarlo. Sin éxito.

El postre, Cero dramas, siempre smile, era una mousse de chocolate con nata montada. Pero era una mousse como Mila Ximénez montada en un gato es Emilia Clarke en Juego de Tronos.

Empezó echando mantequilla en un cazo. Y como la mantequilla no se despegaba de la cuchara se puso a golpear la cuchara contra el cazo que no sabías si iba a cocinar o estaba haciendo una protesta por los derechos civiles.

«Vamos a montar la nata«, dijo, mientras meneaba nata con una puta espumadera en un bol a la velocidad con la que un viejo con la cadera rota mueve un hula hoop. Luego probó con una batidora.

«Lo he conseguido«, dijo, pero esa nata estaba menos montada que las gallinas de las muchachas esas que separaron a los gallos. Esa nata no estaba montada, estaba torturada.

Mezcló la nata con el chocolate muy caliente y lo poco montada que estaba se vino abajo. Tú pones a un troll con colon irritable a cagar en un vaso y es más elegante que Gibaja emplatando su postre.

– ¡Gibaja, 20 postres más!

– ¡Marchando!

Poo GIF

Cuando acabó de cocinar eso parecía un súper homenajito a la súper intoxicacioncita alimentaria. Había más comida en las superficies de esa cocina que en un banco de alimentos.

La primera en llegar fue Laura Matamoros y le abrió la puerta el unicornio-esclavo. Gibaja obligó al animal a hacer twerking. Ley contra el maltrato animal ya.

Para el cóctel había hecho hummus «con garbancito y aceite». Ni pasta de sésamo, ni pimentón, ni zumo de limón, ni ajo, ni comino, ni nada. O sea, que no hizo hummus, hizo garbanzos espachurrados.

– Hola, soy Aless Gibaja e inventé el arroz con cosas y lo llamé Paella, porque me limpio el orto con las recetas. Simone Ortega era una totalitaria. ¡Free recetas!

A Laura Matamoros no le gustó. Vaya por Dios. «El sabor es muy extraño», dijo ella poniendo caras de estar comiéndose zurraspas de canguro. «Le aprecio mogollón, me río mucho con él, pero…», para Laura Matamoros siempre hay un pero.

– Sí, me ha traído diez millones de euros Chris Hemsworth sin camiseta, pero…

«Cuando frotas el cuerno de un unicornio te concede deseos«, dijo Raquel Mosquera y se puso a frotarle el cuerno al unicornio, que claro, como era de verdad le iba a conceder deseos por los cojones.

El caso es que le tocó el cuerno al unicornio que cuando acabó de frotárselo el animal tenía dos cuernos. Y al segundo sólo le podías pedir como deseo que te avisara cuando él ya.

«Me arrepentí de darle seis puntos a Francisco«, dijo Matamoros, que parece que en lugar de dar puntos está donando riñones y no tiene muchos que dar.

«Hay estrategias porque el día de tu cena dicen que está rico pero luego pullita a un lado, pullita al otro» y eso lo dijo Laura Matamoros. Que no lanza pullas, lanza rocas con una catapulta.

Cuando llegó Francisco ya no había cóctel. Haber espabilado.

La mesa de Gibaja era muy práctica, porque era de cristal y no le puso mantel, así que si querías hacer el jueguecito de sobar con los pies los genitales de otro, le podías calzar una patada en toda la acelga sin fallar ni un milímetro.

Mientras esperaban el primero encontraron oh, casualidad, un álbum de fotos con dibujos y una foto de la comunión de Gibaja, en la que parecía que estaba haciendo un casting para interpretar a Damien en La profecía.

Llegó el entrante. «Es un plato hawaiano«, les explicó. Y la morcilla de Burgos es de Oklahoma, no te jode. Gibaja ya no puede viajar a Hawai, le han declarado persona non grata.

¿A que no sabéis a quién no le gustó? A Laura Matamoros. «Me sabe demasiado salado, no me ha gustado nada, le falta potencia«, dijo. Pero luego añadió que «estaba demasiado fuerte«.

– No me gusta porque está dulce y le falta azúcar.

Laura Matamoros, crítica gastronómica. A esta mujer la contrata la Guía Michelin y en lugar de estrellas concede agujeros negros.

«Mezclar el aguacate y el salmón creo que es una cosa que se le ocurre a muy poca gente, es un genio para mí», dijo Mosquera, como si le hubieran hecho la cena los hermanos Roca con Jordi Cruz y Ferrán Adrià de pinches.

«Aguacate y salmón»: 5.060.000 resultados en Google. Pionero. Es un pionero.

«Me encanta el salmón y aguacate y el tomate…», valoró Francisco, que estaba empeñado en que el plato tenía tomate. Pero no, no tenía. Francisco sufre el síndrome del tomate fantasma.

«¿Cuál es tu profesión?», le preguntó Francisco a Gibaja. «No sé responderte, porque no me dedico a nada«, dijo Gibaja, que el día que se jubile de pensión va a cobrar confeti.

«Escribí un libro, con frases y pegatinas», explicó. ¡Eso es un libro, joder, y no la mierda del Quijote, que no tiene ni dibujos! Uuuuuuuh, hola, soy Dan Brown y me escribo libros de 600 páginas porque soy gilipollas y no se poner súper consejitos y pegatinas.

Total, que se liaron a hablar hasta que hubieron digerido el primer plato. Cuando la hambruna apareció y la desnutrición comenzaba a matar células musculares de los comensales, Gibaja se fue a por el segundo.

Y llegó el segundo. Eso lo hace un niño en MasterChef Junior y Samanta Vallejo-Nájera le pega con una zapatilla.

Y sorpresa: le había hecho una ensalada de canónigos con fresa, piña y salsa de oliva a Rosa López. El único plato bueno.

«Yo hubiese preferido eso antes que lo que me han puesto», dijo Laura, que envidiaría un cólico nefrítico si lo tuviera Rosa.

Rosa vino a decir que la ensalada de Francisco era una mierda pinchada en un palo en comparación de la suya, que sólo tenía lechuga mustia y un tomate. Güen Francisco crais…

El caso es que Mosquera encontró un trozo de plástico en el rebozado del pollo. Eso es rebozar con cosas originales. Están los microplásticos y luego los plásticos de la comida de Aless Gibaja, que te sirven como lona para el coche de un jubilado.

«Me he comido dos porque tenía hambre, pero tiene mucho aceite«, valoró Laura los filetes rebozados. «Es que es frito», le respondió Gibaja. Para Aless la técnica de la fritura consiste en que el alimento muera ahogado en el aceite y que una vez fuera de éste lleve más óleo que un petrolero.

Historieta: «Cuando yo tenía 16 años nos encantaba Victoria Beckham y cuando se mudaron de España pensamos que seguro que tiraban un montón de cosas». «Así que cogimos su cubo de la basura y lo echamos en mi maletero y empezaron a caer trozos de fruta, papeles, comida…».

Joder, qué raro, basura en un cubo de basura.

«Encontramos gafas, pantalones…«, se justificó. Eso, gafas y pantalones llenos de mierda pútrida. Genial. Síndrome de Diógenes ajeno. Toda una virtud.

«Hay que estar tarado para irse a casa de los Beckham para coger la basura«, valoró Matamoros, que para tener basura sólo tiene que abrir la boca y dar una opinión.

Llegó el postre.

A Laura Matamoros no le gusta el chocolate.

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«Es chocolate 70% de cacao«, les dijo Gibaja pero justo antes aseguraba que era 80%. El cacao de Gibaja va perdiendo cacao según pasa el tiempo. Es como las vitaminas del zumo, que se escapan.

«Me encantaría poder opinar bien sobre ésto, pero no puedo«, añadió Laura. No puede porque no puede, o sea, que físicamente es incapaz de dar una opinión positiva.

– Laura, sube al Everest en bragas y a la pata coja.

– Hecho.

– Opina de forma positiva sobre ese osito panda bebé.

– No puedo.

Y así.

El postre no gustó a casi ninguno (a Rosa sí), porque eso era una masa pegajosa que podías usar para cazar rinocerontes. Lo esparces en el suelo y se quedan pegados.

«Aún hace sol, vamos a la piscina, ¿no? Vamos Francisco que te dejo un traje de baño mío«, dijo Aless Gibaja. Pero Francisco antes se pone ácido en el pene que un bañador de Gibaja.

Pero no fueron a la piscina, se fueron a una habitación que estaba decorada como una pesadilla. Ahí metes al payaso de IT y lo pasa mal. Y mientras ellos charlaban el unicornio estaba en el suelo, tomado un biberón con una peluca azul. Joder. Yo sueño con eso y me voy a urgencias.

En serio que antes paso una noche en un caserón embrujado con quince descuartizadores, ocho zombis, Drácula y Belén Esteban que con esa gente.

Para el fin de fiesta se pusieron cosas por encima, tipo boas de plumas, pelucas, abanicos… el bazar chino del barrio de Gibaja se ha hecho de oro.

Valoraciones:

Francisco le dio un 6. Mosquera le dio otro 6. Ambos más por el empeño que por el desempeño. Rosa dijo que había sido la mejor noche, así que le dio un 10. ¡TOMA YA! Me alegro sólo por que se jorobe Matamoros.

Porque claro, Laura dijo que la comida había sido «pésima» y le puso un 4. «Ojo, que es de las cenas que más puntos he dado», añadió. Va a tener Gibaja que poner un busto con la efigie de Laura en su salón para agradecérselo, no te jode.

Así que hay un triple empate a 26 puntos Mosquera, Francisco y Gibaja.

Y la semana que viene… la cena de Laura Matamoros. Qué ganas le tienen sus compañeros y le tenemos todos.

4 comentarios

  1. Dice ser XAER

    Creo que algun responsable de programacion tiene que empezar a plantearse optar por calidad o seguir dando relevancia ha esta panda de impresentables, que son mas baratos contratar, seguro…pero por dios, ya no se puede con la verguenza ajena…y es mucha.

    04 septiembre 2019 | 09:24

  2. Dice ser ufff

    Algún día madurarás y entenderás que hacer uso excesivo de la exageración y mal gusto no es humor, es chabacano. Pereza infinita leerte y gracia 0. Aunque claro para el coeficiente medio de la gente que ve estos programas igual está bien. Patético.

    04 septiembre 2019 | 10:25

  3. Dice ser jojojo

    Os vais a quedar tarados viendo esta basura…

    04 septiembre 2019 | 11:40

  4. Dice ser Pelosdeloka

    Esta mujer es IN-SO-POR-TA-BLE.Nunca me gustó,sobre todo en GH diciendo aquello del arroz.A ver su cena que tal va,porque mucho hablar y criticar al projimo….Pesadisima UFFFF

    04 septiembre 2019 | 12:57

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