Archivo de septiembre, 2019

Rosa López y su concepto muy amplio de cómo debe ser un pene en ‘Ven a cenar conmigo’

Laura está hasta asustada… (FOTO: TELECINCO)

Llegó la final de Ven a cenar conmigo: gourmet edition con la cena ofrecida por Laura Matamoros. Y me habría encantado dedicarle el titular del post de su cena, pero fue muy sosa. Si hay gente que es la alegría de la huerta, Laura Matamoros fue el motivo por el que los tomates se dejan caer de la mata para dejarse pochar en el suelo.

Y aunque sea un spoiler (OJO: SPOILER) lo diré ya: Laura Matamoros ganó de mala manera. Primero, porque hundió las notas de sus compañeros, segundo, porque éstos no fueron crueles como ella y le dieron notas justas y por último porque en la cena de Laura todo era crudo y encima lo hizo la Thermomix. Si eso es cocinar, que baje Arzak y lo vea.

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¿Y quién fue la prota de la cena? Pues Rosa López, que es una mujer valiente, natural y abierta. Cuando alguien es buena gente y además no se reprime en lo que dice es la cosa más divertida del mundo. Bueno, quitando el vídeo del niño que se cae en Google Maps. Pobre.

Si mi vida dependiera de no reírme mientras veo este vídeo podría darme por jodido. Muerto, pero qué risas.

En fin, vamos con Laura Matalegrías.

La muchacha nos explicó que ella es influencer. Cada vez que alguien dice que es influencer Dios mata a un gatito.

«La vida del influencer es 24 horas a tope, sin parar«, aseguró Laura. Yo no sé cómo los influencers no han salido ya a la calle para pedir la jornada laboral de 8 horas, 22 días de vacaciones y la jubilación a los 50 años.

– Paquito, si no quieres estudiar te vas a ir a la mina con tu padre.

– ¡No quiero!

– Pues te haces influencer.

– Dame el pico que me pongo a sacar carbón como un poseso, mamá.

«Hacerte una foto lleva su tiempo, son muchas horas de dedicación«, observó Laura, que pone el temporizador de la cámara del móvil para que haga las fotos al año siguiente. Se tardó menos en proyectar y construir el Canal de Panamá que un selfie de Laura Matamoros.

Y todo «para que la gente que te siga esté contenta«, aseguró. ¿Pero esta chica sube fotos o cigarritos de la risa? Ella tiene cuenta de Tripigram.

«Si te soy sincera no sé posar», nos confesó. Guau. Sorpresa. Pero eh, posar no es importante para una influencer que vive de hacerse fotos.

– Hola, vengo por el puesto de físico no-clear.

– Se dice «nuclear».

– No, digo que no lo tengo claro, no clear, que ni puta idea.

– Contratado. Ponga contenta a la gente.

«Soy comentarista en la tele y para eso tengo que estudiarme todo lo que pasa«, dijo pesarosa Laura, que ha perdido visión de todo lo que estudia. Laura Matamoros se pone el 24 Horas de GH y coge apuntes y se hace esquemas. Tiene la pantalla de la tele amarilla fosforita de pasarle el subrayador. De verdad, cómo me tocan los cojones los que estudian Historia, Derecho o Medicina. Vagos de los cojones sin cuajo para estudiarse «todo lo que pasa».

«Yo me considero una persona humilde, sencilla dentro de lo que cabe… con un buen corazón«, afirmó Laura, pasando por encima de la contradicción como una apisonadora atropellando a un conejo.

– Soy una persona humilde mucho mejor que todos los demás humanos, que son la mierda con patatas a mi lado y si os mato es para que dejéis de sufrir esa existencia mediocre envidiándome, huelepedos, que sois unos huelepedos.

Lo he dicho muchas veces y lo repito: LOS MONTADORES DE ESTE PROGRAMA SON UNOS PUÑETEROS GENIOS. Casi me hago pis encima con la escena del boxeo.

«Debería ganar porque le voy a poner mucha atención y me considero una persona inteligente«, aventuró Laura. Lo de inteligente lo dijo porque había hundido las notas de sus compañeros en las cenas de los demás dándoles menos nota que Froilán en prácticas de tiro.

«Laura Matamoros en la cocina es… La verdad es que no sé cocinar«, confesó también Laura. Pero más adelante dijo que le encantaba cocinar. Es como yo, que adoro peinarle la melena.

Y empezamos a ver a los invitados de la noche. Menos mal porque me estaba ya saturando.

Rosa López llegó haciéndose la dura: «Laura ha sido muy crítica y muy exigente, espero que sea igual a la hora de cocinar«, afirmó intentando poner cara de severa, que es como si el corderito de Norit intenta poner cara de asesino.

Cocinado:

Entrante: De Melones. Francisco leyó eso y pensó inmediatamente en tetas. Francisco ve a dos calvos haciéndose confidencias y piensa en tetas. Cualquier cosa esférica es susceptible de llevar a la mente de Francisco un par de mamas. Para mi que a Francisco en la mili le mandaron al calabozo porque chupaba las puntas de las bombas.

Rosa leyó lo de los melones y pensó «en cojones», que rimaba. Se nota que es una artista y que tiene más ganas de fornicar que un conejo en una orgía.

Pero no, no eran ni tetas ni cojones, era un gazpacho de melón.

Laura está familiarizadísima con los aparatos de cocina. «Metemos el melón en… ¿cómo se llama ésto?», preguntó sobre ¿su? Thermomix. Llamadme loco si no me acaba de cuadrar que esa fuera su cocina.

«Pues ya supuestamente… ya está», dijo al acabar de triturar el melón. Los acusados de robo y el melón de Laura Matamoros siempre con un «supuesto» delante. No sea que no esté triturado y el melón te demande por decir que sí.

«Al de rosa le voy a poner pistachos», dijo salerosa, aunque reconozco que es un detalle. A los demás les echó jamón por encima, pero les echó en plan ahorrar, porque ahí había menos jamón que en un manzano. Pides un análisis de ADN de ese gazpacho y antes te salen trazas de extraterrestre que de jamón.

Primer plato. Del cielo al mar. O sea, un accidente aéreo.

Y tenía toda la pinta, porque era un tartar de atún. «He sido lista y práctica y ya se lo pedí al pescadero cortadito«, dijo orgullosa.

– En esta partida de póker he sido lista y práctica y tengo cartas escondidas en las mangas, espero que estos señores que me apuntan con sus revólveres estén de acuerdo en mi listura y practicidad.

Y así.

Por lo menos se curró el aderezo: «Tenemos la salsa que ya la tengo hecha, que la pedí«. Ah, pues no.

Para qué mezclarlo… bueno. Digamos que fue así:

mixer satisfying GIF

Como atún había una cantidad como de boquerón con balón intragástrico puesto, decidió poner guarnición de brócoli y Tofu ahumado con curry. Eso lo pones en una cena de embajadores y estalla la tercera guerra mundial. Si Dios hubiera querido que nos lo comiéramos el brócoli sabría a filete.

«El brócoli es así como me gusta y así es como se lo van a comer, en mi casa se come lo que yo quiera», dijo Laura, que es una persona acogedora a la que le gusta agradar a sus invitados. Una vez fue a cenar una amiga de su madre que no se acabó el plato y la tuvo sentada en la mesa hasta el desayuno, hasta que se lo comió todo.

– Es que soy alérgico a los cacahuetes y puedo morir y…

– ¡QUE TE COMAS LOS PUTOS MANISES, QUE EN MI CASA SE COME LO QUE YO QUIERA!

Y así.

El emplatado consistía en poner una montaña de atún encima del plato como si hubiera cagado una gaviota, con un poco de plantas encima y coronado con un huevo de codorniz.

Abrir el huevo de codorniz fue una odisea. Luego lo puso encima de la montaña y claro, la yema se cayó que parecía que estaba esquiando por la ladera de la montaña. Sólo le faltó al huevo ir haciendo slalom.

El postre era un Black and White, que pretendía ser un tiramisú con fresas. Que hizo en la Thermomix. Metió el mascarpone con una elegancia, una naturalidad, una fluidez como de moco tratando de no caerse de un troll.

Y llamó a su padre, Kiko Maramoros. «Francisco es amigo mío, Aless… también amigo mío«, dijo Kiko. Después de las notas que les ha puesto su hija, van a dejar de ser sus amigos.

Al desmoldar el tiramisú lo hizo con una herramienta especial de emplatado que se llama dedazos. Ese tiramisú podías comértelo o podías sacar una copia de las huellas dactilares de Laura Matamoros.

Y llegó la cena.

Mosquera llevaba sus propios melones, ya tirando a sandías, con un push-up que le ponía las tetas a la altura de Marte. O tiene las tetas grandes o llevaba debajo del vestido a dos enanos calvos.

Pero el primero en llegar fue Francisco y lo primero que tuvo que hacer fue abrir el vino. Y Laura no le puso a limpiar los baños porque no estaban en Ven a limpiar conmigo.

«Vengo de una semana que les he dado por todos los lados… «Creo que quieren hacer complot contra mi, pero no lo se»

El entrante tenía mucho curro. Mucho curro del señor que le cortó el embutido, la señora que envasó los berberechos y el muchacho que le puso la mousse en un bote. En la cena de Laura había mucho trabajo, lo que pasa es que no era suyo.

Mosquera se puso a comerse los berberechos con una pasión y un gusto que le faltó llevárselos a una habitación y tirárselos allí mismo. Quedaos con quien os mire como Mosquera mira a un bivalvo en conserva.

Y ahí comenzó el enamoramiento de Rosa por Laura. «Laura es muy guapa que si la pones a vender papas te las vende bien vendidas y si la pones a hacer el amor también», dijo Rosa.

¿Si la pones a hacer el amor te vende papas? ¿Es eso, Rosa?

– Oh, cariño, así, sigue, sigue… sigue comprándome las mejores patatas nuevas, oiga, ¡me las quitan de las manos!

Y así.

«Si llega a ser un chico es que… está para comérsela«, dijo Rosa, que estaba desatada. «Necesito un Lauro», afirmó.

«Me gustó todo lo que ha puesto de piquislabis«, dijo Rosa. Es que el aperitivo estaba picante, luego los labios picaban y de ahí «piquislabis». Que no sabéis el origen de las palabras, catetos.

«Yo sé ser buen anfitrión», dijo Laura. Anfitriona no.

«Seguramente hoy a mi me puedan dar una nota mucho más baja de lo que me merezco y a Raquel le dieron una notaza por un caldo«, dijo Laura como preventivo, porque claro, pensaba que le iban a caer leches como si estuvieran ordeñando a la vaca del Gigante Verde.

«Estoy bastante asustada porque he sido crítica, he dicho lo que pensaba, sin hacer daño a nadie… estoy nerviosilla porque es una presión bastante importante», añadió. Ha habido espías descubiertos con menos miedo a las represalias.

Las cucharas de Laura Matamoros tenían reflejos de colores, que no sabías si estabas comiendo gazpacho o lamiendo un arcoiris.

«Yo de pequeña cenaba siempre melón con jamón y lo he versionado«, dijo Laura como si fuera Ferrán Adrià reinterpretando un plato. Que no la llamen del Can Roca para pedirle consejo.

«Lo ha hecho como una bisexuá«, dijo Mosquera sobre el melón, que sin embargo no le acabó de gustar. Bi-sexuá es una técnica de cocina en la que te follas a tu plato dos veces. No es recomendable en cosas hechas al horno.

«Tiene cebolla caramelizada, ¿no? cebolla frita… algo crunchi«, dijo de las virutas de jamón Aless, que tiene un paladar sensible como el del fósil de un tiranosaurio.

«De los platos insípidos de Aless dijeron que eran buenísimos de la muerte», dijo Laura envidiosa. Menos mal que Aless es su colega. Si llega a caerle mal le empotra la cara contra el tartar y le dice ¡ESTO, ESTO ES UN PLATO, TÚ, MEDIA MIERDA!

«¿Qué significa para ti ser una Matamoros Flores?», preguntó Gibaja, para nada inducido.

«Es complicado, porque los apellidos pesan«, dijo Laura. De hecho en la Torre de Pisa para compensar la inclinación le han puesto apellidos en el lado alto.

Foto de Binyamin Mellish en Pexels

«Sí es verdad que influencio a muchas niñas y no tan niñas», dijo Laura. Pobres niñas. Ponedles Diamantito, la Diversión de Martina o tutoriales para construir bombas, pero ésto no.

«He trabajado en tiendas de ropa y en una clínica dental de recepcionista, también de administrativa», rememoró Laura y eso a Gibaja le pareció haber trabajado en muchos sitios. El animal mitológico preferido de Aless Gibaja son los contratos temporales.

«Choni no soy… no soy Oriana«, dijo Laura, haciendo amigos.

Rosa nos contó que «en parte el no tener pareja es por ser conocida«. Claro, porque te haces Tinder y no sabes si quieren follar o hacerse una foto.

«Tienes que arriesgar, tienes que apostar, que eres muy joven«, le animó Francisco.

– TÍRATELOOOOS, TÍRATELOS A TODOOOOOOS, JODEEEEER, A PELOOOOOOOO. MUAHA HA HA HA ¡YO INVENTÉ EL MUELLE Y LAS CAMAS REDONDAS Y LOS BUKAKES!

Y así.

– Rosa tienes que arriesgar.

– Francisco, estamos en el velatorio de mi abuelo…

– ¡Arriesga, coño!

Casualmente encontraron el iPad de Laura, casualmente sin contraseña, donde encontraron, casualmente, fotos de cuando era pequeña. La casualidad hecha tablet.

Llegó el segundo. Laura se tiró el pegote, sin decir que las salsas eran compradas. Para qué. La honestidad no es una salsa.

Rosa se echó vinagreta de jengibre en el brócoli que el brócoli pidió por favor que no le echara más. Se oía toser a las verduras. Parecía que las estaba torturando con la técnica del ahogamiento para que le confesaran algo.

«Si se comieron el tartar de Aless y dijeron que era buenísimo… el mío está a otro nivel», dijo Laura, que no hacía más que meterse con la comida de su amigo.

«Los arbolitos que les llamo yo, el brócoli», dijo Francisco, que es botánico. «Le faltaba potencia en el tartar«, valoró. A Francisco el tartar le gusta con dos cables de cobre enchufados a una central hidroeléctrica. Si tu tartar no puede usarse de desfribrilador es que no tiene potencia.

«¿Dónde está el me has ganado, está espectacular, buenísimo…?», dijo Laura, porque le dijeron que estaba bueno, pero no se echaron al suelo a adorarla ni le entregaron a su hijo primogénito en agradecimiento por los manjares que les había servido.

Rosa se puso sentimental: «Me está encantando conocerte», dijo. «La comida es un lenguaje muy bonito», aseveró la cantante. En ese lenguaje… ¿qué significará un bocata de chorizo?.

«Si fueras un chico sería para enamorarse», le dijo Rosa a Laura poniéndole caritas de amor. «Pero soy chica», dejó claro Laura.

CHICA, SOY CHICA, POTORRO IN DE MÍDEL, NO TE ACERQUES ROSA, NO CHICHO, CHICAAAAAAAA.

«Mi idea era salir de España y trabajar fuera y proyectarme de otra manera«, dijo Laura, que quería trabajar haciendo proyecciones astrales. Probablemente quería aparecerse en cenas para criticar la comida de gente de todo el planeta.

Y llegó el postre.

«Estoy embriagada desde que he entrado por la puerta, es guapa, elegante…», dijo Rosa, que aprovechaba que Laura se acercaba para magrear.

«Está súper cremoso, eres una mujer de bandera, estoy embriagada que te daría un beso en la boca«, afirmó Rosa, embriagada y desembragada.

Y Rosa se metió mascarpone en la boca y le comió los morros a Laura. Qué cosa más cochina. «Qué rico está el beso», dijo Rosa. Nos ha jodido. Es como si le comes la boca a Mariano Rajoy después de llenarte el buche de Nocilla: seguro que saber sabe bien. Otra cosa es el trauma de después.

«A ver si te gustan las chicas y te estás yendo por un camino diferente«, dijo Gibaja, que intentó llevarse a Rosa a la otra acera.

El fin de fiesta consistía en jugar a adivinar palabras con mímica.

PERO QUÉ PUTA LOCURA, QUÉ DESFASE, QUÉ PASARSE DE ROSCA. Van a cerrar todas las discotecas de Ibiza y van a poner locales de juegos de mesa. Qué pasote.

A Raquel Mosquera le tocó hacer de almorrana y dar pistas sin hablar de lo que era una almorrana. Laura poniendo palabras para adivinar es muy poco choni.

Raquel lo representó haciendo como de que se había sentado en una bicicleta sin sillín. No sabías si tenía almorranas o si había cagado un cactus.

«Estreñimiento, tengo ganas de hacer caca«, interpretó Rosa, natural como hacer caca.

Y llegó el turno de Rosa, donde nos dimos cuenta de que el tamaño sí importa y de que la tenemos pequeña.

A Rosa le tocó hacer con mímica para representar un preservativo.

Para la palabra «rabo», que era una pista, Rosa se puso el puño delante del pubis, con la mano como si estuviera agarrándose un pene imaginario. Yo no sé cómo son los penes que ha agarrado Rosa, pero en el hueco de la mano cabía el brazo de Arnold Schwarzenegger. Con esa mano Rosa le agarra el pene al negro de Whatsapp y le baila.

Yo veo a Rosa hacer eso y la palabra que me viene a la mente no es preservativo, es «tuneladora».

Vale que no hagas gestos como de agarrar un cigarrillo, pero tampoco como si fueras Vlad el Empalador y le estuvieras diciendo a tus soldados que fueran preparando unas picas.

Notas:

Mosquera le dio un 6. Gibaja le dio un 8. Rosa le dio un 10, por favor…  Francisco un 6.

Pero aún Laura tenía su poder de quitar dos puntos a alguien. «He decidido usar mi poder contra Raquel. A ella le di un cuatro y ahora le doy un 2. Todo el mundo la peloteó y no se lo merecía», dijo, con una mala baba que ni Alien.

Con su poder Gibaja le dio dos puntos más a Rosa López. Le amo sólo por eso.

El caso es que ni así, porque Rosa era la que menos tenía, así que Laura Matamoros ganó de todas formas.

«Yo me esperaba que ganara Francisco, pero oye, que me lo he llevado«, aseguró haciéndose la sueca, como que no hubiera estado boicoteando votaciones.

Y acabó diciendo que estaba «súper ilusionada porque la cocina me encanta«, ella, que había dicho que no sabía cocinar…

¿Drogas, vicios raros, afán de crear pánico? Aless Gibaja y la cena más chunga en ‘Ven a Cenar conmigo. Gourmet Edition’

EsTo no es psicodelia, es psicopatía (FOTO: TELECINCO)

Dicen que Stephen King es el maestro del terror. Pues Stephen King es la Madre Teresa de Calcuta leyendo un cuento de TEO va a misa a unos niños al lado de Aless Gibaja y su capacidad para crear iconos del pánico, figuras del espanto, seres pavorosos y fobias tochas aroun de güorl.

La cena del muchacho en Ven a Cenar Conmigo. Cágate la pata abajo del canguelo edition fue como un capítulo de Historias de la cripta, pero a lo peor, porque en lugar de haber un zombi carismático había un unicornio que trabaja a media jornada en el infierno.

Mirad, así se veía en la antigüedad a los unicornios:

Joder con la mascota.

Pues ese jodido engendro (el animal, que la señora también tiene lo suyo) es un puñetero bellezón al lado del unicornio que había en la cena de Gibaja, que se cruza por la noche en un callejón con Annabelle y la muñeca se mete en una iglesia con tal de no acercarse.

En fin, vamos con la cena…

Aless Gibaja (que os juro que me cae bien), aseguró que tiene 32 años y es «súper optimista», eso es lo que pone en su currículum. Y ya. El Linkedin de Gibaja no tiene la pestaña de «ver perfil completo». Sólo tiene resumen.

«Un unicornio es mi seña de identidad«, aseguró. Es como la familia Pujol con el fraude fiscal. Cada uno se pone la seña de identidad que le da la gana.

«Me gusta ayudar a la gente, lo que pasa es que no soy perfecto«, hizo ver, porque a él le afecta la nobrillonita. Le pones cerca algo sin lentejuelas y pierde sus poderes. Cuando se portaba mal de niño le castigaban poniéndole un jersey gris.

«Tengo mi propio vocabulario», dijo. Su vocabulario «propio» es suyo y de todo el mundo anglosajón, porque lo único que hace es decir palabras sueltas en inglés. En un inglés que, sobre todo reproducido por Raquel Mosquera, suena a tener la garganta llena de gargajos.

Shakespeare oye a Mosquera hablar en inglés y escribe Romeo y Julieta en Tailandés sólo por no llevarse disgustos.

«Fui creciendo de unas redes sociales a otras, luego ya te llaman los medios, programas, concursos…», contó como carrera profesional el muchacho.

– Hoy, en Bricomanía, vamos a aprender a trasplantar un Alessgibajum Brillantinum. Cogemos Tuenti, ponemos el Gibajum y le damos muchos likes y en unos días, lo tenemos ya creciendo en Instagram. Y ya está, familia.

«Hay que tener súper cuidado porque con una cuenta de 500.00o seguidores si haces algo malo… arrivederchi«, nos advirtió el influencer. Tener muchos followers es más peligroso que tirarte a la madre de un jefe de la mafia encima de la mesa durante una reunión de capos.

«Me encantan las aventuras, soy súper valiente, no tengo miedo, yo lo hago y luego ya veo las súperconsecuencias«, confesó Aless, que el día que el Titanic chocó contra el iceberg lo último que se oyó por radio fue a Aless Gibaja decir «¿Que no aguanta contra el hielo? Sujétame el cubata».

Y vamos a lo espeluznante: Aless Gibaja tiene un unicornio viviendo con él. Un unicornio es básicamente un compañero de piso al que debe rebajar el alquiler a cambio de ponerse una máscara y vestirse a la moda LSD caducado con complementos de MDMA mal formulado.

No seré yo quien juzgue una parafilia. ¿Que te quieres masturbar viendo fotos de ornitorrincos? Palante.

Y comenzó el cocinado.

Como entrante preparó un Deli chic, («dili chis», lo leyó Mosquera), que pretendía ser una ensalada de salmón con aguacate, cebollino y soja. «Una ensalada tartense», explicó el propio Gibaja.

Empezó cortando salmón crudo en un plato, no una tabla de cortar y esas pijotadas, no, en un plato hondo de porcelana, con unos cuchillos del tamaño de katanas. Eso era como la ruleta rusa de las falanges. Yo llego a ser él y al acabar me cuento los dedos.

Soy una taza,
Una tetera,
Una cuchara,
Un cucharón
Un plato hondo,
Un plato llano,
Un cuchillito
Una hemorragia
Un estertor

Así aprendió Aless Gibaja los nombres de los utensilios de cocina.

Quiso cortar cebollino, que había comprado en maceta. «Viene con tierra y todo… uy, hay una araña«, dijo sorprendiéndose porque una planta en una maceta viniera con tierra y no con yogur griego.

A la araña la mandó por el sumidero del fregadero, mientras cercenaba de cuajo la planta. «Pobre arañita, es que se ha escondido ella, yo la quería poner en la terraza». Sí, encima la culpa es de la araña.

– Uy una planta de cebollino, seguro que aquí no me pasa nada, por fin un lugar tranquilo donde poner mi tela…

Wincy, Wincy Araña
subió al cebollino
Vino Gibaja y se la llevó

«Nunca hay que juzgar algo por la apariencia, a lo mejor por dentro es espectacular«, nos aleccionó el muchacho después de pelar un aguacate. Ya sabéis: si queréis conocer a una persona sólo tenéis que desollarla y abrirla en canal a ver qué tiene dentro.

«Yo voy a ser justa y voy a decir lo que me gusta y no me gusta«, avanzó Laura Matamoros. Los profesores de Física explican el concepto de «vacío» con lo que le gusta a Laura Matamoros. Nada. Esta mujer es tan cruel puntuando que si tuviera que ponerse nota a sí misma se haría llorar.

Total, que el Deli Chic era salmón encima de medio kilo de aguacate apuñalado.

Como plato principal, Aless Gibaja hizo una Explosión around the world, que por el nombre era un kilo de amonal escondido en una lechuga de forma que ibas a pinchar y acababas decorando las paredes.

Ah, no, era un solomillo de pollo empanado (frito con mucho aceite) con quicos y acompañado de un corazón de kétchup. Lo que Explosión around the world eran tus arterias después de comerte eso.

Picó los quicos dándole a la licuadora unas hostias y una velocidad como para hacer desaparecer un cadáver. Ahí echas a Terminator y te lo pica.

Se puso a empanar el pollo en los quicos sin pasarlos por huevo, ni harina, ni leche ni putas mierdas. Y cuando los echó en la sartén empezó eso a saltar que era más seguro desembarcar en Normandía con una camiseta blanca con una diana pintada que estar en esa cocina.

De la sartén los puso directamente en un plato. Los solomillos habían chupado más aceite que el motor de un camión viejo. Y para decorar les hizo un corazón con ketchup. Un corazón con malformaciones incompatibles con la vida. Ese plato lo ve un cardiólogo e intenta operarlo. Sin éxito.

El postre, Cero dramas, siempre smile, era una mousse de chocolate con nata montada. Pero era una mousse como Mila Ximénez montada en un gato es Emilia Clarke en Juego de Tronos.

Empezó echando mantequilla en un cazo. Y como la mantequilla no se despegaba de la cuchara se puso a golpear la cuchara contra el cazo que no sabías si iba a cocinar o estaba haciendo una protesta por los derechos civiles.

«Vamos a montar la nata«, dijo, mientras meneaba nata con una puta espumadera en un bol a la velocidad con la que un viejo con la cadera rota mueve un hula hoop. Luego probó con una batidora.

«Lo he conseguido«, dijo, pero esa nata estaba menos montada que las gallinas de las muchachas esas que separaron a los gallos. Esa nata no estaba montada, estaba torturada.

Mezcló la nata con el chocolate muy caliente y lo poco montada que estaba se vino abajo. Tú pones a un troll con colon irritable a cagar en un vaso y es más elegante que Gibaja emplatando su postre.

– ¡Gibaja, 20 postres más!

– ¡Marchando!

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Cuando acabó de cocinar eso parecía un súper homenajito a la súper intoxicacioncita alimentaria. Había más comida en las superficies de esa cocina que en un banco de alimentos.

La primera en llegar fue Laura Matamoros y le abrió la puerta el unicornio-esclavo. Gibaja obligó al animal a hacer twerking. Ley contra el maltrato animal ya.

Para el cóctel había hecho hummus «con garbancito y aceite». Ni pasta de sésamo, ni pimentón, ni zumo de limón, ni ajo, ni comino, ni nada. O sea, que no hizo hummus, hizo garbanzos espachurrados.

– Hola, soy Aless Gibaja e inventé el arroz con cosas y lo llamé Paella, porque me limpio el orto con las recetas. Simone Ortega era una totalitaria. ¡Free recetas!

A Laura Matamoros no le gustó. Vaya por Dios. «El sabor es muy extraño», dijo ella poniendo caras de estar comiéndose zurraspas de canguro. «Le aprecio mogollón, me río mucho con él, pero…», para Laura Matamoros siempre hay un pero.

– Sí, me ha traído diez millones de euros Chris Hemsworth sin camiseta, pero…

«Cuando frotas el cuerno de un unicornio te concede deseos«, dijo Raquel Mosquera y se puso a frotarle el cuerno al unicornio, que claro, como era de verdad le iba a conceder deseos por los cojones.

El caso es que le tocó el cuerno al unicornio que cuando acabó de frotárselo el animal tenía dos cuernos. Y al segundo sólo le podías pedir como deseo que te avisara cuando él ya.

«Me arrepentí de darle seis puntos a Francisco«, dijo Matamoros, que parece que en lugar de dar puntos está donando riñones y no tiene muchos que dar.

«Hay estrategias porque el día de tu cena dicen que está rico pero luego pullita a un lado, pullita al otro» y eso lo dijo Laura Matamoros. Que no lanza pullas, lanza rocas con una catapulta.

Cuando llegó Francisco ya no había cóctel. Haber espabilado.

La mesa de Gibaja era muy práctica, porque era de cristal y no le puso mantel, así que si querías hacer el jueguecito de sobar con los pies los genitales de otro, le podías calzar una patada en toda la acelga sin fallar ni un milímetro.

Mientras esperaban el primero encontraron oh, casualidad, un álbum de fotos con dibujos y una foto de la comunión de Gibaja, en la que parecía que estaba haciendo un casting para interpretar a Damien en La profecía.

Llegó el entrante. «Es un plato hawaiano«, les explicó. Y la morcilla de Burgos es de Oklahoma, no te jode. Gibaja ya no puede viajar a Hawai, le han declarado persona non grata.

¿A que no sabéis a quién no le gustó? A Laura Matamoros. «Me sabe demasiado salado, no me ha gustado nada, le falta potencia«, dijo. Pero luego añadió que «estaba demasiado fuerte«.

– No me gusta porque está dulce y le falta azúcar.

Laura Matamoros, crítica gastronómica. A esta mujer la contrata la Guía Michelin y en lugar de estrellas concede agujeros negros.

«Mezclar el aguacate y el salmón creo que es una cosa que se le ocurre a muy poca gente, es un genio para mí», dijo Mosquera, como si le hubieran hecho la cena los hermanos Roca con Jordi Cruz y Ferrán Adrià de pinches.

«Aguacate y salmón»: 5.060.000 resultados en Google. Pionero. Es un pionero.

«Me encanta el salmón y aguacate y el tomate…», valoró Francisco, que estaba empeñado en que el plato tenía tomate. Pero no, no tenía. Francisco sufre el síndrome del tomate fantasma.

«¿Cuál es tu profesión?», le preguntó Francisco a Gibaja. «No sé responderte, porque no me dedico a nada«, dijo Gibaja, que el día que se jubile de pensión va a cobrar confeti.

«Escribí un libro, con frases y pegatinas», explicó. ¡Eso es un libro, joder, y no la mierda del Quijote, que no tiene ni dibujos! Uuuuuuuh, hola, soy Dan Brown y me escribo libros de 600 páginas porque soy gilipollas y no se poner súper consejitos y pegatinas.

Total, que se liaron a hablar hasta que hubieron digerido el primer plato. Cuando la hambruna apareció y la desnutrición comenzaba a matar células musculares de los comensales, Gibaja se fue a por el segundo.

Y llegó el segundo. Eso lo hace un niño en MasterChef Junior y Samanta Vallejo-Nájera le pega con una zapatilla.

Y sorpresa: le había hecho una ensalada de canónigos con fresa, piña y salsa de oliva a Rosa López. El único plato bueno.

«Yo hubiese preferido eso antes que lo que me han puesto», dijo Laura, que envidiaría un cólico nefrítico si lo tuviera Rosa.

Rosa vino a decir que la ensalada de Francisco era una mierda pinchada en un palo en comparación de la suya, que sólo tenía lechuga mustia y un tomate. Güen Francisco crais…

El caso es que Mosquera encontró un trozo de plástico en el rebozado del pollo. Eso es rebozar con cosas originales. Están los microplásticos y luego los plásticos de la comida de Aless Gibaja, que te sirven como lona para el coche de un jubilado.

«Me he comido dos porque tenía hambre, pero tiene mucho aceite«, valoró Laura los filetes rebozados. «Es que es frito», le respondió Gibaja. Para Aless la técnica de la fritura consiste en que el alimento muera ahogado en el aceite y que una vez fuera de éste lleve más óleo que un petrolero.

Historieta: «Cuando yo tenía 16 años nos encantaba Victoria Beckham y cuando se mudaron de España pensamos que seguro que tiraban un montón de cosas». «Así que cogimos su cubo de la basura y lo echamos en mi maletero y empezaron a caer trozos de fruta, papeles, comida…».

Joder, qué raro, basura en un cubo de basura.

«Encontramos gafas, pantalones…«, se justificó. Eso, gafas y pantalones llenos de mierda pútrida. Genial. Síndrome de Diógenes ajeno. Toda una virtud.

«Hay que estar tarado para irse a casa de los Beckham para coger la basura«, valoró Matamoros, que para tener basura sólo tiene que abrir la boca y dar una opinión.

Llegó el postre.

A Laura Matamoros no le gusta el chocolate.

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«Es chocolate 70% de cacao«, les dijo Gibaja pero justo antes aseguraba que era 80%. El cacao de Gibaja va perdiendo cacao según pasa el tiempo. Es como las vitaminas del zumo, que se escapan.

«Me encantaría poder opinar bien sobre ésto, pero no puedo«, añadió Laura. No puede porque no puede, o sea, que físicamente es incapaz de dar una opinión positiva.

– Laura, sube al Everest en bragas y a la pata coja.

– Hecho.

– Opina de forma positiva sobre ese osito panda bebé.

– No puedo.

Y así.

El postre no gustó a casi ninguno (a Rosa sí), porque eso era una masa pegajosa que podías usar para cazar rinocerontes. Lo esparces en el suelo y se quedan pegados.

«Aún hace sol, vamos a la piscina, ¿no? Vamos Francisco que te dejo un traje de baño mío«, dijo Aless Gibaja. Pero Francisco antes se pone ácido en el pene que un bañador de Gibaja.

Pero no fueron a la piscina, se fueron a una habitación que estaba decorada como una pesadilla. Ahí metes al payaso de IT y lo pasa mal. Y mientras ellos charlaban el unicornio estaba en el suelo, tomado un biberón con una peluca azul. Joder. Yo sueño con eso y me voy a urgencias.

En serio que antes paso una noche en un caserón embrujado con quince descuartizadores, ocho zombis, Drácula y Belén Esteban que con esa gente.

Para el fin de fiesta se pusieron cosas por encima, tipo boas de plumas, pelucas, abanicos… el bazar chino del barrio de Gibaja se ha hecho de oro.

Valoraciones:

Francisco le dio un 6. Mosquera le dio otro 6. Ambos más por el empeño que por el desempeño. Rosa dijo que había sido la mejor noche, así que le dio un 10. ¡TOMA YA! Me alegro sólo por que se jorobe Matamoros.

Porque claro, Laura dijo que la comida había sido «pésima» y le puso un 4. «Ojo, que es de las cenas que más puntos he dado», añadió. Va a tener Gibaja que poner un busto con la efigie de Laura en su salón para agradecérselo, no te jode.

Así que hay un triple empate a 26 puntos Mosquera, Francisco y Gibaja.

Y la semana que viene… la cena de Laura Matamoros. Qué ganas le tienen sus compañeros y le tenemos todos.